MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Tres semanas sin ayuda oficial y la devastación ambiental cimbran Acapulco, Guerrero

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Más allá de las cifras alegres manejadas en las conferencias de prensa mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador que, asegura, hay recursos ilimitados para la reconstrucción de Acapulco, está la realidad que viven los habitantes de los municipios más afectados por el huracán “Otis”: Acapulco y Coyuca de Benítez.

Tres semanas después, siguen sin energía eléctrica, sin agua potable y sin ningún apoyo oficial ni siquiera una despensa. A la fecha, han sobrevivido gracias a la ayuda humanitaria, que como en estos casos, siempre se ha hecho presente.

El gobierno federal anunció la entrega de tres millones de despensas, cada una con 24 productos, para 250 mil familias afectadas de Acapulco y Coyuca de Benítez. La realidad es que, sólo en Acapulco, son casi un millón de afectados por la furia de los vientos que oscilaron entre 260 y 300 kilómetros por hora, arrasando todo a su paso.

Aunque se reitera que habrá apoyo para reconstruir viviendas, muebles y otros enseres domésticos, la realidad es que hay mucha gente esperando ayuda ante la lentitud de los encargados de realizar los censos.

“A mi casa no han llegado los encargados de realizar el censo”, es la queja recurrente de damnificados que viven en pueblos y colonias alejadas, que empiezan a desesperarse tras haber quedado sin hogar y sin empleo.

Coincido con la importancia de reactivar la zona turística de Acapulco, donde trabajan de manera formal e informal (vendedores ambulantes) miles de acapulqueños afectados, que no deben quedar fuera de los apoyos que en verdad necesitan de manera urgente. De lo contrario, seguirán engrosando las cifras de la pobreza extrema.

Recordemos que Acapulco es el municipio con mayor pobreza extrema en México, con 126 mil 672 habitantes en esta situación, principalmente en colonias de la periferia y localidades rurales, donde viven entre escurrimiento de aguas negras, sin calles pavimentadas y sin servicios públicos elementales. 

La problemática apenas empieza, porque “Otis” no sólo destruyó casas, hoteles, restaurantes y comercios, devastó también la flora y la fauna, dejando Acapulco a la intemperie, totalmente expuesto a las inclemencias del sol, porque los postes fueron derribados y los árboles fueron arrancados de raíz.

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Por ejemplo, uno de los pulmones verdes del puerto, el Parque Papagayo quedó devastado en sus más de 22 hectáreas; sólo quedaron algunos troncos en las playas, las palmeras siguen tiradas tras ser arrancadas de raíz y otras son puros tallos.

Reitero en la urgencia de los gobiernos en sus tres niveles, de realizar acciones concretas, encaminadas a la prevención y gestión de desastres naturales con el fin de reducir el impacto de este tipo de eventos y los resultados no sean tan catastróficos como en este caso, que el huracán “Otis” destruyó Acapulco y varias zonas de Coyuca de Benítez.

El Gobierno debe tener en cuenta que la preparación, la conciencia y la colaboración son clave para minimizar el impacto de este tipo de desastres y garantizar la seguridad de la población.

Ante esta situación, en la reconstrucción de Acapulco se debe incluir a la naturaleza para atenuar el desastre ecológico por la caída de miles de árboles, que ya está provocando una alteración en la vida de aves y otras especies. 

Urge un trabajo arduo de reforestación, restauración de árboles y prevención de incendios ante el aumento de la temperatura causado por la devastación ambiental.

El tema está ya en el tintero y corresponde al Gobierno poner manos en la obra, no sólo entregando despensas y dinero a la zona turística; también brindando una atención integral, que incluya programas de Empleo Temporal a los damnificados de colonias y pueblos de Acapulco y Coyuca de Benítez, sin dejar atrás el trabajo real y profesional para la inmediata reforestación de las zonas devastadas.

Sólo de esa manera, se pondrá en marcha una verdadera reconstrucción de los municipios más afectados por el huracán “Otis”, que vino a demostrar la ignorancia y vulnerabilidad del Gobierno para enfrentar este tipo de desastres.

 

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