Según la Real Academia de la Lengua Española la palabra bífida significa “que está dividida en dos partes” y, por ende, la lengua bífida es aquella lengua que está dividida en dos partes y las serpientes o las víboras tienen esta condición. Parece que el presidente de Estados Unidos tiene la lengua bífida; es decir, una lengua en dos partes, pues tiene un doble discurso y debemos aprender a descubrirlo.
La historia debe ser tomada en cuenta y es fundamental. Debemos recordar que Donald Trump en su primera campaña electoral dijo que pondría un muro y que lo pagaríamos los mexicanos. El muro no se realizó pues se requerían 33 mil millones de dólares y el Congreso sólo le destinó mil 600 millones de dólares a proyectos en la frontera, menos del 5 % de lo que se requería. Por ende, mucho fue el discurso, pero la realidad dijo otra cosa; también debemos recordar que Trump le dijo en su momento al gobierno de Andrés Manuel López Obrador que debía poner “28 mil soldados en la frontera, gratis” (“El CEO”, abril 2022) y lo amenazó con poner 25 % de aranceles a los productos que México exporta (recordar que el 79.6 % de las mercancías que México exporta las manda a Estados Unidos, es.statista.com) y ante tal amenaza el gobierno mexicano “se dobló” y respondió, según dijo Trump que “sería un honor tener 28 mil soldados en la frontera… Nunca vi a nadie doblegarse de esa manera, dijeron que sería un honor tener 28 mil soldados gratis” (“El CEO”, abril, 2022). Es decir, que Trump no esperaba una respuesta tan blandengue del gobierno mexicano y acabó diciendo que puso su muro, nuestros soldados y que lo pagamos los mexicanos, pues salió de nuestro presupuesto nacional el pago.
Ese es el doble discurso de Trump y debemos acostumbrarnos a descubrirlo. Veamos. En la teoría de juegos, que se utiliza ampliamente en los procesos de negociaciones cuando los intereses privados se enfrentan en el mercado o en negociaciones políticas o geopolíticas, hay una táctica que se conoce con el nombre de “amenazas”, que sirve en las negociaciones como mecanismo para ablandar al oponente. Sin embargo, en esa misma teoría las amenazas se clasifican como amenazas creíbles y no creíbles. Por ello, como negociador y especialista en medios de comunicación, más que como político, debemos aprender a distinguir lo que es cierto de lo que Trump nos dice y lo que es mentira, qué es amenaza no creíble y qué va en serio. De tal suerte que todo lo que hasta ahora ha dicho, sin ser gobierno, debe ser tomado, según mi modesto punto de vista, con pincitas; decir, no muy en serio.
Por ejemplo, amenazó con cambiarle el nombre al Golfo de México, ¿y? Amenazó con subir el 25 % de aranceles a los productos procedentes de México hacia Estados Unidos si no restringíamos las importaciones o las inversiones de China o si no combatíamos el tráfico de fentanilo de México hacia Estados Unidos o a los cárteles de las drogas. El gobierno mexicano se lanzó a realizar, desde mi punto de vista, incorrectamente, acciones que van en contra de nuestros propios intereses, doblegándose a la amenaza de Trump, lanzando el llamado Plan México. Por ejemplo, cerró la Plaza Izazaga 38 que ofrece productos de origen chino al mayoreo. Asimismo, al cundir la amenaza de imponer aranceles a los carros eléctricos chinos y ante la incertidumbre de los inversionistas extranjeros por los despropósitos de la reforma judicial morenista, van a reducir el flujo de mercancías de China a México, pero no tendremos ni la capacidad de sustituir esos productos de manera eficiente y barata, ni podrán los Estados Unidos surtírnoslos, por ende, las sanciones que le queremos imponer a los productos o inversiones provenientes de China, obedecen a una política que refleja nuestra debilidad y nuestro interés de quedar bien con el nuevo presidente, no sospechando que esa política, además de ser indigna, va a afectar a quienes consumen con precios bajos las mercancías chinas, es decir, al pueblo más desprotegido de México quien tendrá que pagar más caro si quiere consumir los productos que antes encontraba muy baratos gracias a China.
También Trump amenazó a los panameños con volver a controlar el canal de panamá; sin embargo, en el fondo no quiere recuperarlo, sus amenazas tienen como propósito ablandar al gobierno panameño para que se reduzcan las tarifas que se cobran a los barcos norteamericanos que por ahí pasan (¡”Ahí les va!”, Mirko Casale, 26 diciembre 2024), por ende, hay que entender el doble lenguaje de Trump y descubrir lo que realmente quiere.
Vistas así las cosas, Estados Unidos está en serios problemas económicos y requiere dinero para poder enfrentarlos: tiene la deuda más grande del mundo; la desdolarización en el comercio de países que pertenecen a los BRICS; el fracaso belicista en Ucrania que ha tenido siempre el propósito de tener distraídos a los rusos y controlados a los miembros de la Unión Europea; los recientes incendios forestales; la devastadora condición de millones de norteamericanos adictos a las drogas; la descomposición de la juventud que les lleva a masacrar insensiblemente a sus conciudadanos en escuelas preparatorias, etcétera, son sólo algunos de los signos de la decadencia del sistema capitalista y, por lo mismo, Trump intenta recomponer algo que no se puede recomponer, pues ya Carlos Marx lo señaló con fortaleza científica: una vez que inicia el proceso de decadencia del sistema capitalista, hagan lo que hagan, no podrán detener su caída. Por ello, Trump busca cobrar aranceles, para tener más dinero y el control sobre sus socios comerciales con “sanciones”. Incluso, anunció que creará una agencia para el cobro de aranceles que se llamará “Servicio de Ingresos Exteriores” y dijo que “empezaremos a cobrar a los que nos sacan dinero con el comercio, y empezarán a pagar, por fin, su parte justa” (“El Financiero”, 15 enero 2025).
Estas son amenazas para ablandar a sus oponentes que, de llegar a cumplirlas, sí que nos afectarán, pero también al pueblo norteamericano, pues un cobro de impuestos arancelarios sólo incrementará el precio de las mercancías que llegan a Estados Unidos, con la intención de proteger a la industria norteamericana, pero si la industria norteamericana no hace lo que la China, está condenada al fracaso y eso pasará y, lo peor, siempre pensando en las minorías y es hora de que las mayorías tomen conciencia de su situación y tomen en sus manos el proceso de construcción de una sociedad más justa y mejor para las mayorías.
Si Trump trae un lenguaje amenazador, es un signo de su debilidad. Ante la imposibilidad de competir lealmente en el terreno comercial, de precios y de calidad con los productos mexicanos o chinos, entonces, pretexta el no combate a la migración, al tráfico de drogas, a los cárteles o, en el caso de China, de la supuesta exportación de “precursores del fentanilo” para poner aranceles del 25 % y elevar artificialmente el precio de los productos en una cuarta parte. Ese es el doble lenguaje de Trump y la única alternativa de parar al imperialismo, será siempre la unidad de los pueblos y acercarnos más a Rusia, a China y a América Latina para la construcción de un mundo multipolar más justo y mejor para toda la humanidad.
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