?El número de sonorenses que padecen algún tipo de pobreza es de 921 mil 300, representando el 30.1% (INEGI, 2020), cifra que aumentó en los últimos dos años como consecuencia de la pandemia. Esta condición social a simple vista pareciera una posición predestinada del infortunado destino humano y circunstancia insalvable a la que ningún mortal puede escapar, pero no es así; esto tiene una explicación materialista e histórica que debe ser comprendida por todos mexicanos desposeídos y humildes para luchar como un solo hombre para erradicar esa gran desigualdad y su condición miserable.
Citando al gran Miguel de Cervantes Saavedra “dichosa edad y siglos dichosos, aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosas sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío” (“El Quijote”, capítulo XI). Todas las cosas eran comunes, no existía la propiedad privada de los medios de producción, cuando apareció este derecho, trajo en sus entrañas el control, la explotación y el sometimiento de una clase social minoritaria sobre las inmensas mayorías, condición que ha perdurado por siglos y se ha agudizado en las últimas décadas.
Mientras las minorías adineradas, dueñas del poder político y económico en nuestra entidad, poseen en sus manos todo el dinero para poder vivir en zonas exclusivas con todos los privilegios inmerecidos, grandes residencias, con todos los lujos y servicios; San Carlos, Kino Nuevo, La Pitic, La Rioja, La Joya, Los Lagos, entre otras, ahí están esos lugares que son una muestra de la gran desigualdad en comparación a donde viven las inmensas mayorías de gente humilde, pero trabajadora, las colonias Tres Reinas, Altares, La Metalera, El Guayacán y La Humberto Gutiérrez.
No, la gente no debe resignarse, acostumbrarse y aprender a vivir con carencias, sin lo básico, nadie debe aceptar vivir en la pobreza material y espiritual, este derecho del disfrute y abundancia de unos, la desdicha y sometimiento de unos sobre otros, este modo de sociedad apareció en algún momento del desarrollo de la humanidad y como tal debemos de trabajar para desaparecerlo; condición propiciada y cultivada durante siglos por las elites adineradas dueñas del poder económico y político de este estado, país y del mundo, para ello crearon un ente de administración y control que está a su servicio, llamado Estado, que han venido perfeccionando y al que cada tres o seis años le cambian de administradores por medio de sus partidos políticos, para mantener este “modus operandi” y las mayorías lo acepten sin rechistar, han echado mano efectiva de la manipulación mediática.
Noam Chomsky sostenía que “en un Estado totalitario no importa lo que la gente piensa, puesto que el gobierno puede controlarla por la fuerza de las porras. Pero cuando no se puede controlar a la gente por la fuerza, se tiene que controlar lo que la gente piensa, y el medio típico es mediante la propaganda”. Podríamos sumarle otras formas de control: la asignación y control de los programas asistenciales a los sectores vulnerables, si recibes esto no puedes hacer esto o lo otro, el trabajo de los partidos políticos con sus candidatos cuando andan en campaña, recibe esto, pero debes votar por mí; o el trabajo sin “fines de lucro” de las fundaciones y asociaciones que sutilmente juegan su rol en este aspecto.
No podemos convertirnos en simples receptores y consumidores de los mensajes que nos lleguen del exterior con la finalidad de mantenernos sumisos, enajenados, controlados y divididos, teniendo presente que estos bombardeos son verdaderos proyectiles de ideas manipuladoras que se intensifican de diferentes formas en los años preelectorales, encabezados por los partidos políticos que están en el poder y los de oposición. Los disfraces o máscaras que usan para ocultar su verdadero rostro y obscuras intenciones, para llegarle a la gente de formas diversas, atractivas y muy sutiles, para que la presa caiga fácilmente en sus redes. Pero, ojo, aquí está la clave del adormecimiento que nos tienen sometidos por siglos a las mayorías trabajadoras y empobrecidas. Alertar a los más necesitados de que no sean rehenes, ni víctimas de sus propias necesidades es una obligación impostergable, debemos aprender a escuchar, analizar y sacar con una óptica crítica conclusiones que nos hagan libres. La ideología dominante es la de la clase dominante, esta condición está más presente que nunca y disfrazada de ideología humanista.
No debemos permitir que la marginación sea la condición para que nos controlen los grupos de poder que llegan a nuestras colonias disfrazados de fundaciones, asociaciones y partidos políticos, no podemos seguir permitiendo que cada cierto tiempo nos usen para alcanzar sus intereses y fines políticos, y posteriormente se olviden de los que nos prometieron. Necesitamos entender y comprender que nuestra paupérrima condición social en la que están sumidas nuestras comunidades y colonias no se resolverán aceptando como salvadores a los diversos grupos manipuladores y “samaritanos” en nuestras colonias, que se presentan como los buenos de la película y que ellos nos resolverán todos nuestros males y necesidades personales, familiares y sociales, cosa que nunca ha sucedido ni sucederá.
Por el contrario, solo nos dividen y nos vuelven más débiles y vulnerables ante el gobierno y los poderosos que se hacen que no nos ven ni escuchan y para ello hay que hacer uso de nuestra fuerza y lucha constante, de todo ello somos testigos. Sólo uniéndonos en torno a nuestros propósitos y metas comunes y exigiendo a las autoridades un reparto más equitativo del erario público en beneficio de las mayorías, porque hasta ahora sigue presente la política del embudo, ínfimo recurso para obra pública y programas sociales.
Amigos y compañeros antorchistas, la clave para seguir cambiando, desarrollando y progresando paulatinamente en nuestros comunidades y colonias, primeramente es educarnos para no ser manipulados y presas fáciles de los políticos arribistas, oportunistas y engañifas; segundo, permanecer unidos nos dará la única fortaleza que nos puede salvar a pesar de nuestras diferencias; tercero, recordar que un pueblo dividido es un pueblo indefenso. La libertad de los desposeídos en una sociedad dividida en clases como la nuestra tiene un precio, pero para ciertos individuos puede ser muy alto e inalcanzable, esa es la desgracia de las mayorías. No basta con ser mayoría, porque así seremos sólo como polvo social, ahí está la cantidad; se requiere educación y organización para que esa cantidad adquiera calidad, para que ambas condiciones hagan cambiar el fenómeno y éste dé un paso más hacia su liberación.
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