MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Una vieja bruja

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Una vieja bruja de las que ya no se ven porque casi no quedan en este mundo -algunas las acabó la Santa inquisición, otras murieron de tedio y aburrimiento por haber caído en desuso y en el olvido-, se quejaba triste y amargamente de su suerte. Exclamaba escandalizada, con asombro y frustración.

¡No, no por Dios, no puede ser posible!… Perdón… ¡no, no por el diablo, no puede ser posible, ya no vuelvo a salir en las noches! ¡Ni en escoba, ni en taxi, ni en Didi o Uber!, ¡por Satanás que no vuelvo a salir!

Anteriormente todos, chicos y grandes, nos tenían miedo y respeto: cada vez que nos veían en algún lugar se pegaban el susto de su vida y, por muchas noches, no volvían salir a la calle. ¡Esos eran buenos tiempos! Pero, ¿ahora? ¿Díganme ahora? Casi no creo lo que ocurre.

La otra noche que salí a volar por la ciudad ya nadie se asustó, pensaron que usaba algún aparato moderno para volar, una especie de dron, ¡y a nadie asuste!

Al contrario, algunos hasta me aplaudieron. ¡Qué falta de respeto a la actividad brujeril! Esos fueron los menos, porque otros desde abajo me aventaron todo tipo de cosas, como huevos y jitomates podridos, cohetones y algunos hasta querían probar su punteria conmigo, como le hacen con los políticos impopulares y como si yo fuera un político de esos, ramplón y corrupto, como esos de MORENA que decían que su lema era: "no mentir, no robar, no traicionar" y que ahora lo hacen peor que todos, y otros lo hacen como los del PRI, del PAN o del PRD.

¡Qué vergüenza Dios mío! Perdón otra vez, diablo mío.

Pero lo peor fue cuando tuve que dejar de volar y bajar al suelo, ahí todo lo estrafalario de mi traje no se distinguió mucho del vestir de los transeúntes, y menos de los jóvenes, pues dicen que brujas jodidas como yo es lo que abunda en la sociedad y que todos los pobres que viven en las colonias de la periferia vestían como yo, y entonces estaba igual que ellos.

Lo peor fue que cuando me vieron con mi escoba: pensaron que yo era una pobre y miserable barrendera cuyo salario no le alcanzaba ni para comer y me empezaron a dar limosna. ¡Qué vergüenza! ¡Que humillación, para mí que soy toda una bruja de alcurnia!

Me dio mucha tristeza saber que ya no sirvo ni para asustar a nadie.

Estoy dolida y frustrada. Como cambian las cosas en este mundo.

¡Ah! Pero lo más cruel, lo más humillante y vergonzoso, fue cuando dos mariguanos indecentes hasta proposiciones indecorosas me hicieron; decían que cuando yo andaba volando, ellos también y que, si aceptaba volar junto con ellos, podría hacer un doble vuelo celestial. ¡Ah malditos que intenciones tan negras han de haber tenido! No acepte y si no salgo corriendo de ahí de seguro que ahora sería toda una señora bruja, esos locos tenían una mirada más loca y extraviada que el mismísimo Satanás.

No hay derecho, por Dios, no hay derecho… perdón otra vez: por el diablo que no hay derecho que la traten a una así.

Así que lo prometo, digo y lo voy a cumplir, esta fue la ultima noche que salí a ejercer mi oficio de bruja por las calles de la ciudad.

¡Renuncio! ¡Ya no hay respeto para nadie!

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