No hay duda que el sistema mexicano de enseñanza a distancia o en línea fue un rotundo fracaso, pues ni educó y sí privilegió los viejos vicios que tanto daño y retroceso han provocado. En el caso de Quinta Roo ha significado retornar a las cifras de hace 20 años; el gobierno fracasó porque improvisó y no midió los alcances de que la tecnología, necesaria para las clases en línea, no llega a millones de mexicanos pobres.
Como hemos dicho, alarma el retroceso de 20 años que el sistema educativo de Quintana Roo presenta como consecuencia del ineficaz sistema de enseñanza que se implementó a raíz de la pandemia de covid-19, que orilló que miles de jóvenes abandonaran sus estudios y se dedicaran a actividades productivas para apoyar con el gasto familiar.
Aún más preocupante que, aunque se sabía del deficiente sistema educativo las autoridades del sector hayan resuelto “aprobar” con la mínima calificación a toda la población estudiantil que como pudo justificó su presencia a las clases, la nota mínima de 6 fue parejo para todos y en los casos que eran de excelencia en las aulas bajaron drásticamente sus notas, prueba contundente que la enseñanza no estaba siendo bien impartida y por ende aprovechada.
La pandemia trastocó y superó el sistema educativo de todo el país. Como se ha denunciado por miles de mexicanos, el gobierno de la llamada “Cuarta Transformación” en un principio ridiculizó la preocupación mundial que existía por la propagación del virus, no tomó en serio a la enfermedad y no se preparó para la inminente llegada a nuestro país.
Ahí está la escandalosa cifra de muertos consecuencia que en el sistema de salud no se tomaron las medidas de prevención adecuadas y ahora se pretende incluso que los jóvenes, del cual un gran sector no ha sido inmunizado contra el mortal virus, retornen a las aulas escolares para tomar clases presenciales. Así es el deseo del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ahora, después de año y medio de encierro y de experimentar con un fallido sistema de enseñanza en línea, las cifras que conciernen al impacto que ha tenido la pandemia son preocupantes, a tal grado que se han tenido retrocesos ya superados hace 20 años.
No se previó, no se detectó o si se hizo no se actuó en consecuencia, que, en la gran mayoría de los hogares de México, pero especialmente en Quintana Roo, prevalece la miseria, la pobreza, la escasez de recursos que les impiden tener acceso a la tecnología, al internet, a las computadoras, a las tablets, a la televisión por cable y la consecuencia lógica es que muchos no pudieron tener acceso a la educación. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) la cifra de abandono escolar de 6.8 por ciento actual igualó la registrada en el año 2000, que fue similar de 6.8 por ciento. Los porcentajes son similares en todo el país, por eso es que ahora se quiere obligar a los padres de familia a enviar a sus hijos a las escuelas para tomar clases presenciales, y lo quieren hacer precisamente cuando México padece una tercera ola de la pandemia, más mortal y que afecta principalmente a los jóvenes.
El gobierno pretende echar la culpa completamente del retroceso educativo a la pandemia, pero tienen gran parte de culpa de la deserción escolar y el rezago porque no brindo las herramientas necesarias para que los niños y jóvenes tomaran clases en línea como debió ser: con calidad tecnológica y calidez humana.
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