¡Cállate chachalaca! Fue frase que utilizó Andrés Manuel López Obrador en su campaña por la presidencia de la República para hacer escarnio contra el también candidato por el Partido Acción Nacional, Vicente Fox Quezada, con el objetivo de posicionarse mediáticamente entre los electores, y le dio resultado. ¡Claro! La frase fue dicha en tono fuerte, desafiante y retador. Fue el remate que utilizó el ahora presidente para redondear su publicidad electoral.
Incluso los pocos legisladores con que contaba, la llevaron al pleno legislativo el reclamo para que se votara cómo ley resultando aprobado. A partir de la publicación del acuerdo, todos los presidentes de la República, tenían acotado “por ley” pronunciarse en los procesos electorales, so pena de ser enjuiciados, demandados, encarcelados y expuestos al escarnio público por violar la ley electoral. Valga la comparación, los tenían con una correa alrededor del cuello, solo era cuestión de jalar para callarlos.
De acuerdo a los especialistas en la materia del Derecho, en su momento Vicente Fox tuvo que restringir sus declaraciones, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto también, les gustara o no. Claro, para conseguir este objetivo, en varios organismos públicos estaban ubicados varios funcionarios que le hacían el trabajo a López Obrador, quienes posteriormente fueron premiados por este, como fue el caso de Olga Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y premiada con los cargos de Senadora, Secretaria de Gobernación.
Otro ejemplo de ello es Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM y premiado con el nombramiento de embajador en los Estados Unidos y ahora representante permanente en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre otros casos más, pero siendo estos los más visibles, que todavía hoy continúan como miembros del gabinete presidencial de la 4T.
Se terminó el radicalismo irracional que siempre ha caracterizado a López Obrador, como se terminó la toma de pozos petroleros, se terminaron los plantones como en la Avenida Reforma en la Ciudad de México y se terminó la defensa de las “demandas del pueblo”, actividades encabezadas por el mismo Andrés Manuel. Ahora se fomenta y se transmite desde las mañaneras, utilizando la tribuna presidencial para compartir fanatismo y adoctrinamiento confuso pero preciso para que la gente concluya que llegó al poder para quitarle su dinero a los ricos y repartirlo a los mexicanos pobres con sus “tarjetitas del Bienestar”.
Sin embargo, resulta positivo quitarse la máscara política, para que los futuros electores vean si aún no les queda claro, el rostro de la verdadera “Cuarta Transformación”. Partido destructor de instituciones, con funcionarios improvisados que con dificultades pueden pronunciar alguna frase por sí solos, como la sustituta de Delfina Gómez, en la Secretaria de Educación Pública (SEP), Leticia Ramírez Amaya.
Contrario a los tiempos en que como candidato echado para adelante reclamaba por todo al INE mientras hacía una agresiva campaña contra sus opositores, hoy López Obrador que nunca contempló el riesgo de perder el poder ante la aspirante del PAN, como posible candidata de la alianza “Va Por México”, Xóchitl Gálvez, mujer vivaracha y formada en las lides electorales y que como resultado de una queja ante la Comisión de Quejas y Denuncias del INE resolvió por unanimidad (porque no le quedó de otra) que se eliminen o modifiquen varias conferencias matutinas, contrariamente a su apagada corcholata preferida, Claudia Sheinbaum, ha comenzado victimizandose tramposamente.
Se queja de que el Instituto Nacional Electoral (INE) lo quiere callar. “Me quieren silenciar” chilla, y en su intento por aparecer como mártir ante los mexicanos, amenaza con ponerse una cinta en la boca. ¿Dónde queda la libertad de expresión? ¿Dónde queda el derecho a disentir? Se queja asido del poder de la República de manera tramposa, confiado en que sus payasadas surtirán efecto entre los mexicanos inocentes.
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