No soy defensor ni del PRI ni del PAN, ni tampoco pretendo hacer una defensa del trabajo (malo y bueno) que hicieron en sus administraciones los expresidentes, Felipe Calderón (2006-2012), y Enrique Peña Nieto (2012-2018), solo pretendo destacar un factor que a mi parecer funcionaba poco a poco, que es el programa de ampliación, mejoramiento y construcción de vivienda, programa operado, en su momento, por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU).
Fui testigo fiel de que muchas familias pasaron de tener una casita de cartón, desechos de madera u otro material reciclado, a una mejora habitacional, leve, pero mejora al fin; con ese programa construyeron, por lo menos una vivienda material, poner un piso, techo o baño.
Sin embargo, con su llegada al poder, Andrés Manuel López Obrador y su trillada Cuarta Transformación, este programa y otros, como el de Prospera, el Fonden, apoyo a jornaleros, desaparecieron, bajo la justificación, según el presidente, de que había mucha corrupción y de que, de 2018 en adelante, los nuevos inquilinos en palacio nacional tenían que ser y actuar como unos santos, nada de corrupción, de influyentismo o de robadera.
A cuatro años de que se instaló la 4T, el problema de la vivienda no solamente no ha mejorado, sino que ha empeorado. No se ha implementado un plan verdadero que ataque de fondo el problema de la vivienda, y a los humildes -aunado a la inflación que se vive actualmente, al incremento de los productos básicos de la canasta, el huevo, la papa, el tomate- no les alcanza para comprar material para construcción.
En su sano juicio, ¿Quién cree que con los insignificantes pesos que ha incrementado el salario, ahora una familia puede comprar un bulto de cemento, block, varillas y demás materiales?, si con trabajo les alcanza para medio comer, curarse, y ahora menos alcanza con la compra de los útiles escolares.
Un estudio publicado por Forbes en su portal electrónico, el pasado 6 de septiembre, con el título: “Enfrentar el desafío de la vivienda en América Latina”, dice que en México se requiere construir 800 mil viviendas anualmente para atender un déficit de 2.2 millones de hogares que cada año va en aumento. Los datos son muy reveladores, ya que esto nos da un idea de cuánta vivienda falta en nuestro país, y esto solamente estamos hablando de que aquellas familias que viven rentando, invadiendo una casa o peor aún, debajo de los puentes en las ciudades, porque falta todavía contar a aquellos que sí tienen una vivienda, como digo a inicios del artículo, está construida con material de desecho, sin energía eléctrica, drenaje o agua potable, los servicios básicos que toda familia debe tener.
Las cosas en el país van de mal en peor. Cabe aclarar que nuestra política nunca ha sido de hacer críticas con el objetivo de destruir, sino para detectar el problema y, partiendo de ahí, tomar acciones para contribuir a una mejor sociedad, pero con este gobierno y también los anteriores, las políticas implementadas por ellos siempre han sido para beneficiar a las clases altas y las que están en el poder.
Al pueblo solamente le dan migajas a través de programas como Sembrando Vida, repartiendo dinero, o Jóvenes Construyendo el Futuro. Estos programillas, lejos de servir para combatir la pobreza, sirven para ganar votos, son electores, y nuestra sociedad no requiere programas electores, requiere de programas y acciones que verdaderamente saquen de la pobreza a los miles de familias que por generaciones han estado estancadas ahí.
Quien siga pensando que los políticos rancios del PRI, PAN, PRD ya han recapacitado y, por tanto, en 2024 hay que darles una nueva oportunidad, están mal del cerebelo, y quien piense que Morena ahora sí va a hacer las cosas bien, también están mal.
Al pueblo de México no le queda de otra más que organizarse, educarse y formar sus propios políticos, y desde el poder implementar políticas verdaderas que ataquen los problemas de raíz, como los que propone el Movimiento Antorchista que son: empleo para todos, salarios dignos, reorientación del gasto social y una política fiscal progresiva. Implementar estos cuatro ejes en México, significará, poco a poco, el combate de la pobreza y la desigualdad para el beneficio de todos.
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