La Espartaqueada Cultural Nacional se realiza en Tecomatlán, Puebla, y a ella asisten artistas de los 32 estados del país, y Michoacán no es la excepción. Con más de diez horas de distancia, se convierte en una travesía trasladar no sólo a los participantes, sino también mover de un lugar a otro todos los materiales necesarios para las presentaciones y la alimentación.
Nuestra jornada empieza a las cuatro de la mañana. A esa hora hay que levantarnos a preparar los alimentos, y nos acostamos a las diez u once de la noche, hasta que se le da de cenar a los últimos participantes, y así durante toda la Espartaqueada.
En este evento hay una logística completa detrás que lo hace inigualable. Hay procesos y actividades que se realizan y que a simple vista no se ven, pero que son fundamentales para que pueda desarrollarse correctamente. Una de ellas es la cocina. Esta tarea es un completo reto, y Karla López Magaña, responsable de esa comisión, nos cuenta al respecto:
“Con muchos meses de anticipación se tiene que realizar un menú para tener claro qué se va a dar de almorzar, comer y cenar.
Una vez que el menú está revisado y aprobado, se procede, también con meses de anticipación, a hacer una cotización de las compras que se necesitan realizar.
Por ejemplo: mesas, sillas, toldos, pan y todos los insumos que se vayan a necesitar allá en Tecomatlán para todo el contingente, que este año está entre las mil 800 y 2 mil personas.
Una vez que se hizo el menú y la cotización, ya se tiene un estimado de lo que se va a gastar como estatal, y se empiezan a programar las actividades económicas para poder comprar todo. Hay que prever: platos, vasos, cucharas, ollas, tanques de gas… y si ese material de cocina no se tiene, entonces se debe comprar.
Esa es nuestra tarea: realizar todo lo que está detrás del evento de la Espartaqueada. Nos acompañan los compañeros de cocina, que son los que nos apoyan en cantidades, en material, en todo eso.
Posteriormente, los moradores de las Casas del Estudiante nos apoyan a sacar y trasladar todo a donde lo vamos a concentrar. Nos toca sacar todo lo que tenemos de Espartaqueadas anteriores y lavar todos los trastes.
Una vez que se tiene todo eso, ya hay que hacer las compras de verdura, abarrotes, material de limpieza, etcétera. A estas compras también nos ayudan algunos moradores de las Casas del Estudiante.
Previo a todo, se habla con los moradores y se les explica la importancia de la tarea, para que conozcan el objetivo de las Espartaqueadas y la labor que hacemos, y lo hagan con ganas y con gusto. Se hace una reunión con las cocineras y apoyos para explicar la labor que ellos desempeñan allá en Tecomatlán.
Una vez que se llega la fecha, el equipo de cocineras de Morelia y Uruapan, y los apoyos de cocina de los seccionales, se programan para partir un día antes que el resto del contingente, para poder tener la cocina lista y en buen funcionamiento cuando lleguen todos.
El día que debemos irnos, se cargan los camiones en la noche y se reúnen las señoras cocineras de Uruapan y Morelia con los apoyos de los seccionales.
Llegando allá, es descargar todo el material y los insumos; montar la cocina en el lugar que nos corresponda, lavar y hacer faena. De esta manera se monta una megacocina para los mil 800 que se van a atender. Hay que revisar también las pipas de agua, el gas y todo lo necesario.
Nuestra jornada empieza a las cuatro de la mañana. A esa hora hay que levantarnos a preparar los alimentos, y nos acostamos a las diez u once de la noche, hasta que se le da de cenar a los últimos participantes, y así durante toda la Espartaqueada.
Nosotros, como estamos en la cocina, detrás de todo, para alimentar a los artistas, la mayoría de veces nos perdemos esa parte de apreciar la cultura; no vemos las participaciones del contingente, porque nos toca estar acá, del otro lado, pero contentos de la tarea que se nos asigna y la importancia que tiene”.
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