Desde hace varios años, el Movimiento Antorchista dio a conocer su proyecto de nación basado en cuatro ejes fundamentales: la creación de empleos suficientes para quienes estén en la edad de trabajar, salarios bien remunerados, política fiscal progresiva y reorientación del gasto social.
Con esto, el antorchismo plantea que las condiciones económicas dejen de ser tan lacerantes y se le permita a la clase trabajadora tener una vida digna mediante un empleo seguro, para no tener que mendigar limosna disfrazada de programas de apoyo social, que son insostenibles a largo plazo sin reglas de operación claras y precisas que, además, han demostrado no ser la solución para acabar con la pobreza.
Lo anterior va de la mano con un salario digno, que le permita a los trabajadores poder satisfacer las necesidades de su familia y su hogar, que —sin tener que preocuparse por estirar el dinero o con la angustia de “no llegar a la quincena”— pueda comprar la canasta básica para que su familia tenga una alimentación saludable, la pueda vestir y calzar, si alguno se enferma pueda curarse sin problema alguno, incluso para que puedan acceder a actividades de sana recreación.
Con la política fiscal progresiva se busca que quienes tienen más ingresos paguen más impuestos, dado que es un hecho que la carga tributaria de nuestro país está sobre las espaldas de la clase trabajadora, a quienes cada administración nueva busca la forma de añadirles nuevos impuestos o acrecentar los ya existentes, dejando de lado a los grandes capitales del país intactos.
Mientras que con la reorientación del gasto social se plantea que se atiendan las necesidades de los sectores sociales más vulnerables, es decir, que la gente en situación de pobreza tenga condiciones dignas de vida, acceso al agua potable, energía eléctrica, drenaje sanitario, espacios educativos dignos, hospitales con médicos, equipados y con medicamento suficiente, espacios deportivos y culturales dignos, entre otras tantas necesidades más.
Sin embargo, lo que Antorcha ha venido planteando desde hace ya varios años ha sido ignorado por las clases gobernantes; los partidos políticos en el poder incluso han emprendido una campaña de desprestigio para que sus planteamientos pierdan legitimidad ante la opinión pública.
Pero en días recientes, el Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (Oxfam) México señaló que “el problema no es nada más que hay millones, cientos de millones de personas en situaciones de precariedad, sino también que el sistema económico ha provocado que se abra la brecha entre personas millonarias y el resto de la población”. En el mundo hay un poco más de dos mil 700 personas multimillonarias, de las cuales México tiene 22.
De acuerdo con la directora ejecutiva de Oxfam México, Alejandra Hass, en México llevamos treinta o cuarenta años con las mismas personas en la cima de esas grandes fortunas; y ocho de esos veintidós milmillonarios no son exactamente nuevos milmillonarios, sino más bien hijos de los milmillonarios que estaban en la lista.
El que unas personas paguen pocos impuestos comparados con el resto tiene que alarmarnos.
Con este panorama, combatir la pobreza eficazmente puede tardar hasta doscientos o trescientos años, mientras a la vuelta de la esquina está la posibilidad de tener trillonarios, gracias a que la economía está diseñada para eso.
En la entrevista titulada “La desigualdad en México ya es peligrosa” (Buzos 1178), Alexandra Hass afirma que quienes tienen ese nivel de riqueza tienen la posibilidad de influir desmedidamente sobre las orientaciones políticas y las decisiones legales e institucionales de un Estado, y llevan años teniendo, por ejemplo, muy controlada la legislación de fiscalidad, que no ha podido avanzar; se eliminó el impuesto a la herencia.
No sólo eso, sino que en los programas sociales los gobiernos no tienen suficientes recursos para sostener los existentes, que además son insuficientes, y para que una persona tenga un nivel de vida digno, no sólo requiere ganar más dinero, sino también contar con un sistema de seguridad social ampliamente comprendido o de bienestar social, en donde el Estado asegure que brinda a sus habitantes servicios universales y de calidad.
La directora ejecutiva de Oxfam afirma: abogamos siempre por una reforma fiscal progresiva que logre cobrar más a los que más tienen y que se han beneficiado enormemente, que deberían devolver a México de dos maneras: tanto por vía del salario a sus trabajadores como por vía de los impuestos al Estado mexicano, para que éste pueda hacer las inversiones en infraestructura requeridas.
Su postura sobre que la reforma fiscal debe dejar de ser un tema de expertos para pasar a ser un tema popular coincide con lo que el antorchismo lleva años explicándole a sus integrantes: el que unas personas paguen pocos impuestos comparados con el resto tiene que alarmarnos.
Treinta millones de mexicanos creyeron el discurso de la pseudoizquierda morenista, confiaron en la bandera de la lucha contra la corrupción, de la dichosa autoridad republicana y pobreza franciscana, que en nada ayudaron al pueblo mexicano a salir de la pobreza; por el contrario, se enconaron más las carencias existentes y se aumentaron otras. En la realidad, con los gobiernos de Morena ha quedado demostrado lo que dijo Hass: las políticas de austeridad no sirven para las personas que están en pobreza.
De esta postura de la Oxfam, que es un organismo internacional que nada tiene que ver con el Movimiento Antorchista Nacional, se desprende que el análisis de la situación política y económica que ha hecho Antorcha desde hace años es correcto, al igual que la propuesta que hace para salir de la pobreza en la que estamos la inmensa mayoría de los mexicanos. Pero para eso, como también ya lo vivimos con AMLO, no va a venir ningún “mesías” a salvarnos: es necesario que la clase trabajadora se organice y luche por cambiar esta realidad.
Ha quedado demostrado que el Estado, como el ente público encargado de procurar el bienestar de la gente, le ha fallado al pueblo mexicano. Con sus honrosas excepciones, pero en general, a los mexicanos se nos viola el derecho a la salud, educación, seguridad, vivienda, trabajo, entre otros tantos, lo que quiere decir que el Estado no está sirviendo para las personas que vivimos en este país.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario