El año 2022 fue muy difícil para la economía de nuestro país, la tasa de inflación a diciembre cerró en 7.82 por ciento, la cifra más elevada en el mes desde el año 2000, esto, según el Índice Nacional de Precios al Consumidor publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Fueron los alimentos de la canasta básica que influyeron en este histórico récord inflacionario. Por si esto fuera poco, los precios más volátiles como los agropecuarios o los energéticos registraron un aumento de 8.35 por ciento a la tasa anual, su punto más alto desde diciembre de 1999.
Si bien es cierto que desde septiembre del año pasado el peso mexicano se va apreciando y el pasado 11 de enero se cotizó por debajo de los 19 pesos por dólar estadounidense, esta oportunidad ha hecho que la moneda sea catalogada como superpeso. Pero, a pesar de la buena racha de la moneda, lo cierto es que los mexicanos no han visto reflejado este efecto porque los precios de los productos siguen sin bajar.
Los libros de texto de economía nos dicen que, cuando una moneda se aprecia frente a otras, las importaciones tienden a aumentar porque se abaratan. Sin embargo, según José Ignacio Martínez Cortés, coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio, Economía y Negocios (LACEN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), esto no está pasando en el país y la razón es que la política económica para hacerle frente al aumento inflacionario ha tenido dos efectos: fortalecer el peso, pero encarecer el crédito, siendo éste el factor que inhibe el consumo.
Al encarecer el crédito, la inversión tiende a desacelerar y esto, a su vez, genera que los productos de importación salgan más caros. De acuerdo con los datos recopilados por la UNAM, hasta octubre pasado la demanda de bienes y servicios disminuyó un 1.8 por ciento en comparación al mes anterior.
Esto quiere decir que si el peso sigue a la baja se corre el riesgo de que los productos nacionales se encarezcan y se apueste por aumentar la importación, lo que generaría un problema mayor porque las industrias nacionales dejarían de producir a gran escala y, por lo tanto, muchos de los trabajadores se quedarían sin empleo.
De acuerdo con los datos del Banco de México (Banxico), al cierre de diciembre, el peso tuvo una apreciación de 5.3 por ciento con respecto al mismo periodo de 2021 y en 2022 se posesionó como una de las divisas más apreciadas. Martínez Cortés dice que “es cierto que el peso se está apreciando, la tasa de interés está aumentando, pero la inflación no se está reduciendo porque haya buena estabilidad en el mercado sino porque se está reduciendo el consumo”.
Ante este panorama, es necesario cuestionar si la política monetaria del Banco de México es la adecuada; y es que el aumento en la tasa de interés adoptado a un nuevo máximo histórico de 10.50 puntos porcentuales por Banxico para contener la inflación, es un reflejo de la política monetaria de Estados Unidos (EE. UU.), pues la Reserva Federal también apostó por elevarla, por lo que será difícil revertirla para este año.
La política económica de México de subir la tasa de interés para controlar la inflación ha generado que el peso de este país se aprecie frente al dólar, pero en contra parte, no se ve reflejado en los indicadores de la economía interna ni mucho menos en los bolsillos de los ciudadanos.
En nada nos beneficia la apreciación del peso frente al dólar, al contrario, la situación se va a poner aún peor debido a la mala política económica del Gobierno federal. Como siempre, los más perjudicados serán quienes pertenecen a la clase trabajadora.
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