En medio de los discursos tranquilizadores de la presidenta Claudia Sheinbaum de que hay diálogo, colaboración sin subordinación y defensa de la soberanía de nuestro país, además de sus declaraciones de que tiene un plan “A”, un plan “B” y un plan “C” para enfrentar los aranceles de Estados Unidos, el presidente Donald Trump anunció que, a partir de este sábado 1 de febrero, entrará en vigor un arancel del 25 % sobre productos de México y Canadá.
Queda la tarea de dejar de depender del extranjero. Es urgente impulsar un proyecto de nación distinto, que garantice un futuro realmente mejor para todos.
Líderes de opinión coinciden en que la Cuarta Transformación está tomando todo a la ligera y, lo peor, está minimizando las amenazas del mandatario estadounidense con la clara intención de adormecer la conciencia popular y hacer creer a los mexicanos que los cuatroteístas sabrán defender nuestra soberanía.
Pero todo apunta a que este gobierno no puede resolver las amenazas de Estados Unidos. Expertos afirman que los planes son simples medidas vengativas con las cuales México perdería más. En sus conferencias matutinas, Sheinbaum advierte que si Trump impone aranceles, México responderá con la misma medida: “Un arancel por otro arancel”.
Especialistas advierten que la política arancelaria de Trump no solo está enfocada en la economía, sino que también la ha convertido en un instrumento de presión política. Un ejemplo reciente es la confrontación con el presidente de Colombia, Gustavo Petro.
Cuando Petro se negó a recibir migrantes colombianos deportados en aviones militares de Estados Unidos debido al trato indigno que se les daba, Trump respondió amenazando con imponer aranceles de hasta el 50 % a las exportaciones colombianas y restringir aún más la emisión de visas.
Aunque finalmente el presidente colombiano logró que los migrantes fueran repatriados en condiciones más favorables, fue presentado como un mandatario doblegado ante Trump.
Veamos el panorama de las deportaciones en nuestro país. Según académicos del Tecnológico de Monterrey, no se trata solamente de la expulsión de personas de la Unión Americana, sino también de la reducción de las remesas para México y, en específico, para Jalisco, que es uno de los estados con mayor número de migrantes en Estados Unidos.
El Instituto Nacional de Migración (INM) estima que hay una comunidad de 4.6 millones de jaliscienses en Estados Unidos, la mayoría concentrados en California, Colorado, Arizona, Texas e Illinois. En 2024, la entidad ocupó el décimo lugar nacional con 7 mil 509 personas retornadas.
De acuerdo con el Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco (IIEG), en 2020, un 6.8 % de las viviendas en el estado recibían remesas; 1.3 % correspondía a emigrantes con destino a Estados Unidos; 0.4 % a migrantes circulares, y 0.9 % a migrantes de retorno.
El IIEG revela que más del 30 % de las viviendas de cinco municipios del estado reciben remesas. En Cuautla, 45.2 % de los hogares dependen de los ingresos de migrantes, lo que la convierte en una de las localidades con mayor intensidad migratoria, seguida de Mixtlán, con 31.2 %; Santa María de los Ángeles, 30.9 %; Huejuquilla el Alto, 30.5 %, y Guachinango, 30.2 %.
Entre los municipios con mayor recepción de remesas figuran aquellos que también son de expulsión de migrantes, tales como Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tepatitlán, Tonalá, Lagos de Moreno, Puerto Vallarta y Ojuelos.
Jalisco recibió 1 mil 450.5 millones de dólares en remesas al tercer trimestre de 2024, lo que representa 8.5 % del total nacional, siendo el tercer estado con más ingresos en este rubro, superado solo por Guanajuato y Michoacán, con 8.9 % y 8.7 %, respectivamente. Estas cifras podrían no repetirse este año debido al recrudecimiento de las medidas antimigratorias implementadas por el actual gobierno estadounidense, lo que pone en riesgo la estabilidad económica de las familias jaliscienses por las deportaciones.
No podemos olvidar que el expresidente Andrés Manuel López Obrador, durante todo su sexenio, presumió como un logro de la Cuarta Transformación el incremento histórico de las remesas, pues eran parte del trabajo de su administración.
Ahora, como parte de sus estrategias para convencer a Donald Trump de que “suavice” las deportaciones, su discípula y sucesora, Claudia Sheinbaum, señala que Estados Unidos no sería lo que es sin los migrantes mexicanos.
Asimismo, los cuatroteístas, con el fin de tranquilizar al pueblo de México, intentan hacerle creer que, con las deportaciones masivas, las empresas norteamericanas tendrán problemas de escasez de mano de obra, ya que los trabajadores de aquel país no quieren trabajar, a diferencia de los migrantes mexicanos, que son muy sacrificados y productivos.
Los mexicanos no podemos dejarnos engañar con los discursos y señalamientos fáciles de la Cuarta Transformación. Está documentado que si los trabajadores locales de Estados Unidos no aceptan o dejan sus empleos es porque, al igual que en México, están cansados de los salarios bajos y las malas condiciones laborales.
En nuestro país, además de que los salarios no alcanzan en su totalidad para cubrir todas las necesidades económicas y los mexicanos en edad de trabajar deciden migrar a otra nación para apoyar a sus familiares, buena parte de las grandes inversiones privadas son de origen estadounidense. Ante los aranceles de Trump, muchas empresas ya planean transferir sus operaciones a Estados Unidos.
No es aventurado afirmar que todo lo expuesto lo saben los migrantes y sus familiares. Por eso, los deportados intentarán cruzar de nueva cuenta la frontera. De acuerdo con el INM, alrededor del 70 % de los jaliscienses que han sido repatriados de Estados Unidos intentarán regresar al país a pesar de las políticas antimigrantes de Donald Trump.
Queda entonces la tarea de dejar de depender del extranjero. Es urgente impulsar un proyecto de nación distinto que garantice un futuro realmente mejor para todos. Que contemple un programa de inversiones, incluida la inversión pública, para generar un crecimiento sustentable de la economía, empleos de calidad para la población en edad de trabajar y salarios remuneradores suficientes para que una familia promedio viva con dignidad.
Los mexicanos necesitamos construir un México sin desigualdades abismales, con un nivel de vida decoroso para las mayorías, con un pueblo sano, fuerte, educado, bien alimentado y capaz de producir toda la riqueza necesaria para el bienestar de todos. Solo así podemos evitar los riesgos de estabilidad económica de las familias mexicanas por deportaciones.
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