Cuando ganó Bill Clinton la Presidencia de Estados Unidos, utilizó el eslogan “Es la economía, estúpido”, dado que sabía que la debilidad de su contrincante en la contienda electoral de 1992, George W. Bush, padre, eran los malos resultados en economía durante su mandato.
Esos malos resultados sepultaron sus éxitos en política exterior (acababa de ocurrir la caída de la Unión Soviética y había terminado la Guerra del Golfo Pérsico).
En la derrota de Bush, lo que impactó los bolsillos de la mayoría de habitantes de la superpotencia fue decisivo. Y ahora, en los resultados de las elecciones realizadas este 5 de noviembre, la derrota del Partido Demócrata, el empeoramiento económico de la mayoría de estadounidenses fue determinante.
En el país más poderoso de la Tierra, millones de personas sufren por no poder adquirir alimentos suficientes y baratos
Ya no hay duda: está plenamente confirmado el triunfo de Trump -pues, al momento de escribir esta colaboración, Trump tenía ya asegurados 295 electores, mientras que Kamala Harris apenas había sumado 226, y en números absolutos, Harris tiene contabilizados un total de casi 70 millones de votos, mientras Trump sobrepasa los 73 millones y medio.
No debemos olvidar que la tan celebrada “democracia” estas no es una democracia directa, sino que hay un colegio electoral compuesto por 538 notables, los cuales deciden quién es el presidente, y cada estado de la Unión Americana tiene, según los criterios impuestos desde hace siglos por los grandes potentados de ese país, un número de “electores” y, por tanto, de votos, según su importancia económica, poblacional y política.
Sin embargo, para los obreros, campesinos, empleados, pequeños comerciantes, estudiantes, amas de casa y en general todos los habitantes de Estados Unidos y del resto del mundo —incluido México—, importa tener clara la verdadera causa del triunfo de Donald Trump, pues los medios de comunicación más importantes del planeta, sobre todo los medios controlados por el imperialismo, ahora de forma sistemática nos plantean —como si fuera algo fortuito y hasta milagroso— el triunfo de Trump.
Dicen machaconamente los medios corporativos que ahora, a diferencia de otras elecciones, el triunfo de Trump se debió a que las mujeres blancas optaron mayoritariamente por el candidato del Partido Republicano; y lo mismo ocurrió con la población masculina latina (la cual normalmente vota por el Partido Demócrata).
Esta narrativa construida por esos medios de comunicación nos señala que varios estados de la Unión Americana que normalmente votan por el Partido Demócrata, ahora votaron por Trump. Esta explicación no va al fondo del fenómeno.
¿Pero qué es lo que subyace realmente en el triunfo de Trump? Pues, a pesar de que tiene pendientes varios juicios ante la justicia norteamericana y ha sufrido dos intentos de asesinato; a pesar de que una buena parte de la prensa corporativa yanqui no se ha cansado de acusarlo de “racista”, “misógino”, “delincuente”, “evasor de impuestos” y otros calificativos que día tras día muchos medios de comunicación esparcen (a lo cual no es la intención de esta colaboración desmentir), Trump se impuso en la contienda electoral.
No hay duda de que el triunfo contundente de Trump se encuentra en los graves problemas económicos que sufre la población estadounidense, la cual ha reprobado al gobierno de Joe Biden, a los demócratas y su candidata Kamala Harris.
Y para entenderlo solo hay que ver algunos indicadores económicos: en los últimos cuatro años, el salario de los obreros norteamericanos creció apenas el 0.7 %, mientras la inflación acumulada de esos cuatro años es del 17.6 %, lo que significa que la pérdida del poder adquisitivo de la población mayoritaria de Estados Unidos en esos cuatro años es de casi el 16 %.
Y al desglosar esa inflación, resulta que en los alimentos fue de forma acumulada del 32.7 % y en vivienda fue de 18.7 %. Estas cifras explican con toda claridad el enorme descontento de la población norteamericana con sus gobernantes actuales.
Resulta que, en el país más poderoso de la Tierra, millones de personas sufren por no poder adquirir alimentos suficientes y baratos; sufren millones por falta de vivienda (en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, San Francisco, San Diego, Seattle, Detroit, Chicago, etcétera, ya es parte del paisaje urbano ver a miles de familias viviendo en la calle, las cuales colocan carpas o instalan viviendas hechas de desperdicios industriales o, de plano, decenas de miles viven en sus automóviles).
En cuanto a los “latinos”, no resulta sorprendente que hayan votado por Trump, pues la promesa de este de deportar a millones de migrantes es algo que apoyan los latinos de segunda y tercera generación, pues ven que los nuevos migrantes procedentes de México, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe les van a quitar sus puestos de trabajo, pues, al ser mano de obra mucho más barata, los empresarios gringos prefieren a los recién llegados, pues su condición de ilegales los hace que vendan su fuerza de trabajo a mucho menor precio y, por tanto, las tasas de extracción de plusvalía se elevan con los migrantes nuevos; la ganancia es el motor que mueve a los capitalistas.
Trump supo capitalizar el descontento de la población por los gigantescos gastos en apoyo a la OTAN en la guerra de Ucrania, que suman, según algunos cálculos, más de 100 mil millones de dólares en lo que lleva el conflicto.
Mientras la población trabajadora estadounidense padece por falta de un sistema de salud que le garantice atención médica (27 millones de personas carecen en Estados Unidos de seguro médico) y la educación superior es un lujo que la mayoría de familias norteamericanas no puede pagar para que se eduquen sus hijos, los impuestos de los estadounidenses financian una guerra que cada día que pasa le resulta más incomprensible e irracional, la guerra de Ucrania.
Millones de jóvenes estadounidenses dejaron de votar o votaron por Trump ante la decepción que tuvieron por el apoyo de Biden y los demócratas a los carniceros sionistas de Israel, los cuales han asesinado a cerca de 45 mil palestinos en Gaza, la mayoría niños y mujeres, un genocidio que ha creado una oleada mundial de indignación.
Para los mexicanos, la llegada de Trump puede resultar perjudicial, pues, si llega a cumplir sus amenazas de deportar a millones de migrantes hacia México cuando asuma el poder, o bien, que eleve los aranceles en un 25 % a los productos mexicanos (lo cual, en caso de cumplirse, hundiría la economía mexicana y provocaría que a los millones de desempleados que hay actualmente en México se le sumen otros millones. Una debacle sin precedentes de la economía del país, sin duda), así como atacar militarmente a los narcotraficantes mexicanos en territorio mexicano, pueden ser bravuconadas, pero también en su afán de lograr su objetivo de que “Estados Unidos sea grande de nuevo” (ya que pretende que Estados Unidos mantenga la hegemonía en el planeta, pero basándose en la superioridad económica, siendo un país altamente productivo y competitivo), para lograr sus objetivos, le resulta al grupo de poderosos capitalistas que sostienen el proyecto de Trump necesario desbaratar la economía mexicana –la cual depende totalmente de la yanqui, pues el 85 % de las exportaciones de México se realizan hacia Estados Unidos–, no dudemos que Trump hará realidad sus amenazas.
Por esta razón resultan adormecedoras y equivocadas las declaraciones de la presidenta Claudia Sheinbaum, que señalan que: “Siempre salimos adelante, habrá buena relación”. El pueblo mexicano no debe seguir apoyando esa política obsecuente, agachona de la Cuarta Transformación.
Tan agachona y complaciente como lo fue en las épocas del PAN y del PRI. México debe buscar, como lo están haciendo otros países del mundo, diversificar sus relaciones económicas y comerciales con otros países.
México debe insertarse en la corriente mundial que lucha por un mundo multipolar, por un mundo que se sacuda de la depredación de los países que han controlado al mundo en los últimos quinientos años, saqueando sus recursos naturales, imponiéndoles su modelo basado en la dependencia financiera, en la subordinación política, en el atraso tecnológico de las naciones colonizadas o dependientes, etc., que son los factores que determinan el enorme atraso de las naciones como México.
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