MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Escuela Normal Ignacio Manuel Altamirano, por el camino correcto

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No puede negarse que en esta realidad social, cuya característica principal es la lucha entre dos clases sociales, los grandes empresarios tienen intereses y encuentran a su mejor defensor en el gobierno, no importa que los que en él se encuentran se hagan las más variadas ilusiones y se autoproclamen como los más progresistas y redentores de la humanidad; lo único cierto es que, independientemente del ensueño en que viven, son fieles sirvientes y guardianes de los negocios del capital personificado en los dueños de los grandes consorcios.

Si algo conviene a los intereses de la clase dominante, el Gobierno federal se muestra complaciente con la exigencia y, utilizando los recursos económicos provenientes de los impuestos del pueblo, los vuelve en su contra para mantener una realidad ficticia que oculte las verdaderas intenciones de los poseedores.

Los resultados que la Enima ha obtenido a lo largo de treinta años de servicio son palpables; es una de las instituciones que ha ofrecido una alternativa de formación profesional a jóvenes y familias.

Estos intereses empresariales van desde la obtención de la máxima ganancia a costa del abuso de la mano de obra de los trabajadores, hasta el deseo de perpetuar el actual sistema de producción por todos los siglos venideros.

En cambio, las masas populares, integradas por la población trabajadora, tienen también sus aspiraciones, mismas que brotan de la dura realidad en que vivimos y que consisten en la obtención de mejores condiciones laborales, la elevación de los niveles de bienestar de las familias, el ejercicio inmediato de la defensa en contra de los abusos patronales y terminar, a futuro, con el sistema de explotación a que están sometidos.

Como puede observarse, los intereses de las clases sociales, además de ser contrarios, son antagónicos; unos benefician sólo a una minoría integrada por los grandes propietarios y otros buscan obtener mejores niveles de vida para la mayoría trabajadora, de todos los que producen la riqueza.

Mientras unos buscan la obtención de la máxima ganancia y la perpetuidad del sistema de producción capitalista, otros aspiran a vivir como seres humanos y poner fin a la explotación.

A nivel de la superestructura, que surge directamente de las relaciones materiales de producción vigentes y que está integrada por conceptos e ideas jurídicas, filosóficas, económicas, políticas, morales, religiosas y estéticas, encontramos también a sus correspondientes instituciones, que juegan el papel de defensoras y transmisoras de ese conjunto de concepciones que forma la ideología dominante: la familia, los sindicatos, la iglesia, los partidos políticos, los medios de comunicación, las instituciones culturales, el sistema de impartición de justicia y, por supuesto, la escuela.

Mediante la defensa y transmisión de esa ideología dominante, que en nuestro país en particular está formada por las ideas y concepciones capitalistas de explotación y avasallamiento, las instituciones buscan moldear al individuo de acuerdo con las exigencias del sistema de producción vigente y también tienden a mantenerlo dentro de ciertos límites permitidos. 

La escuela tradicional, pública o privada, contribuye a reforzar y reproducir las relaciones sociales predominantes, oponiéndose así a los intereses de la clase trabajadora.

Sin embargo, las contradicciones en la base determinan las contradicciones en la superestructura, por eso, a pesar de que en las condiciones del capitalismo dominan las ideas y concepciones burguesas, a causa de las divergencias que se desarrollan entre la burguesía y el proletariado a nivel de las relaciones materiales de producción, se crean concepciones e ideas de la clase obrera que se contraponen a las burguesas, surgiendo por lo tanto, una ideología que, aunque no sea dominante en un momento determinado, debe contar también con sus propias instituciones para su defensa y difusión. Ese es el papel que le corresponde a las escuelas que impulsan la educación popular, la que está acorde con los intereses de la mayoría trabajadora.

La escuela no está colocada por encima de cualquier interés de clase; se le ha intentado aislar del tipo de relaciones concretas en las que se encuentra inmersa y de los intereses dominantes de estas relaciones a los cuales debe servir; para ello se ha intentado otorgarle el carácter de neutralidad, difundiendo la concepción de que su función es la de servir al conjunto de la sociedad; sin embargo, su tarea primordial está en la transmisión de la ideología de la clase poseedora y en el control social que ejerce.

En el seno de esta relación antagónica entre las dos clases representativas de nuestra sociedad, como producto directo de las contradicciones entre poseedores y desposeídos, surgen de entre los diferentes sectores del pueblo, proyectos alternativos que buscan mejores condiciones de vida para los más desprotegidos, como es el caso de las escuelas populares que reflejan, difunden y protegen las aspiraciones legítimas de las masas trabajadoras para acceder a la capacitación y educación de sus miembros, además de la imperiosa necesidad de lograr, a través de ellas, la consolidación y sistematización de su ideología y de su ciencia liberadora.

La Escuela Normal Ignacio Manuel Altamirano (Enima) del municipio de Chimalhuacán, Estado de México, es un ejemplo claro de esos anhelos; no es el único, sin embargo, es de los escasos proyectos populares que al paso de los años ha venido construyendo una trayectoria sólida, entre otros aspectos, por la claridad de sus objetivos, por la madurez de su organización y por el compromiso social con la clase trabajadora.

Como toda conquista de los trabajadores, el reconocimiento oficial de la Enima se logró sólo después de una lucha férrea en contra de las posiciones más retrógradas de los funcionarios estatales que, bajo una diversidad de argumentos, conscientes o no de ello, obstaculizaron el progreso de los habitantes de uno de los municipios más representativos del Estado de México por el alto grado de rezago social y sus consecuencias lógicas: la pobreza, violencia y enfermedades.

Los resultados que la Enima ha obtenido a lo largo de treinta años de servicio son palpables; es una de las instituciones que ha ofrecido una alternativa de formación profesional a los jóvenes y sus familias que, por sus condiciones económicas, tenían vetada la posibilidad de acceder a cualquier licenciatura.

Al contribuir a la preparación de la juventud, le ha permitido su incorporación al campo laboral en el área de la educación, por lo que, de manera directa, el trabajo de esta escuela ha impactado en el aumento del ingreso familiar y con ello, la superación paulatina de los niveles de pobreza característicos del municipio, es decir, la actividad cotidiana de sus docentes y alumnos ha impulsado el progreso y el bienestar de los habitantes.

Teniendo presente que la educación popular debe propiciar la acción política de clase integrada en el proceso pedagógico, la solidaridad de los alumnos y personal docente de la institución representó un factor importante en el proceso de alfabetización de los habitantes del municipio, que logró en el año 2009 levantar la bandera blanca de acuerdo con los parámetros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), una verdadera proeza que contadas entidades de nuestro país han podido lograr.

A través de un proceso educativo que busca desarrollar y potenciar las diferentes facetas de los educandos, la institución trabaja en la formación de profesionistas conscientes de su realidad, solidarios y comprometidos con los intereses de la clase trabajadora que implica también, la conquista y defensa de esos intereses.

Contribuir a la concientización y organización del pueblo trabajador a través de la formación de sus hijos es una tarea que, dadas las condiciones económicas y sociales que prevalecen en nuestro país, no puede hacerse a un lado; esta labor desarrollada metódicamente por la institución, construirá el camino correcto que tendrá necesariamente que conducir a fortalecer la unidad de los elementos progresistas de la sociedad, quienes de la mano de todos los trabajadores, conquistarán sus intereses inmediatos y estratégicos, es decir, borrarán para siempre la explotación del hombre, permitiendo la construcción de un país en el que la pobreza, el sufrimiento y la desdicha humana no tendrán lugar alguno.

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