Con frecuencia hemos hablado de las repercusiones tras la llegada de Donald Trump: las propuestas de aranceles a mercancías mexicanas, las deportaciones masivas y las remesas. Sin embargo, hemos dejado de lado un tema crucial: las intenciones de Trump de intervenir en nuestro país para terminar con las organizaciones criminales.
Estados Unidos se ha caracterizado por intervenir en países ricos en recursos naturales. En este sentido, México es una nación con características ideales para su explotación.
El expresidente ha mencionado en repetidas ocasiones la posibilidad de realizar “invasiones suaves” en México para combatir el crimen organizado. Según la revista Rolling Stone, sus propuestas incluyen ataques con drones y bombardeos a la infraestructura del narcotráfico, el envío de asesores y entrenadores militares, el despliegue de equipos de combate en suelo mexicano, la guerra cibernética contra los cárteles y la autorización para que fuerzas especiales realicen redadas y secuestros de figuras clave.
Para muchos mexicanos, estas declaraciones representan una esperanza en medio de la crisis de inseguridad y violencia. Algunos incluso ven esta posible intervención como una oportunidad única para mejorar la situación del país. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que la intervención de Estados Unidos nunca es gratuita ni desinteresada.
Las declaraciones de invasión “suave” provienen de un país con un largo historial de saqueo, represión y destrucción en naciones más pequeñas. Esto debe tomarse con seriedad, preocupación y, sobre todo, acción.
Desde hace tiempo, el nacionalismo y el patriotismo han dejado de inculcarse en las nuevas generaciones. Poco a poco, el amor a la patria y la valentía de nuestros héroes han sido reemplazados por la admiración hacia otras naciones, especialmente Estados Unidos. La globalización y el intercambio cultural han debilitado nuestra identidad, poniendo en peligro nuestras costumbres, música y cultura. Ante este panorama y las declaraciones de Trump, la población no percibe un peligro inminente, sino una oportunidad deseada.
Cabe preguntarse: ¿el objetivo real es eliminar el crimen organizado?
Si nos basamos en la historia, la respuesta es clara. Estados Unidos se ha caracterizado por intervenir en países ricos en recursos naturales y minerales estratégicos. En este sentido, México es una nación con características ideales para su explotación.
Durante años, hemos estado sometidos a las decisiones impuestas por nuestro vecino del norte. No sería extraño que ahora busque aprovecharse aún más de los recursos que nos quedan.
Ante esto, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha declarado: “No va a haber una invasión, no es un escenario que tengamos en mente. Y de todas maneras tenemos nuestro Himno Nacional”. Pero, ¿es esto suficiente? Es fundamental que la población recupere su sentido de pertenencia y patriotismo para defender su territorio.
Es urgente que los jóvenes comprendan que su futuro está en riesgo. La idea de que Estados Unidos nos salvará sin pedir nada a cambio es ingenua.
Ya se están presentando afectaciones económicas. Por ejemplo, El Economista reportó el 17 de enero que “el peso mexicano es la moneda más depreciada ante la llegada de Trump”. Esto nos da un adelanto de lo que podría suceder si se toman decisiones apresuradas.
Además, aunque se diga que las negociaciones entre ambos países “van bien”, debemos preguntarnos si realmente benefician a ambas naciones o solo a Estados Unidos. Prueba de ello es la insistencia en imponer aranceles del 25 %, especialmente en el sector automotriz.
Estos son sólo algunos ejemplos de lo que está en juego. Es momento de sacarnos la idea de que el gobierno estadounidense es un salvador. Debemos verlo por lo que realmente es: un ave de rapiña que extiende su vuelo en busca de su próxima víctima.
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