Salir a las calles representa un verdadero reto: los ojos lloran y no es de felicidad, mucho menos de tristeza o por algún evento desafortunado. El cuerpo se debilita y no es por llevar horas y horas en el gimnasio, son las altas temperaturas que oscilan entre los 40° y 45° en el estado de Tamaulipas las que están provocando una fuerte sacudida a la población, desde los niños más pequeño hasta la gente más adulta quienes son los principales afectados.
Justo cuando estoy tratando de describir esta situación, mi teléfono ha enviado un aviso "Sobrecalentamiento", esto puede pasar en cualquier momento o lugar, pero no pierde vigencia porque mientras escribo o trato de hacerlo estoy acompañada de una multitud sudorosa, fastidiada, confundida, que quiere que la tortura termine, porque cualquier actividad que realicen por mínima que esta sea, termina en un mar de sudor y malos olores corporales.
Las altas temperaturas al igual que cualquier otro fenómeno climatológico afecta a la población de una forma u otra, pero sobre todo a la clase trabajadora.
Esto hace imposible realizar cualquier cosa o actividad con una actitud positiva que dure todo el día, pues la mayoría termina agobiada, enojada, de humores nada agradables para el avance y desarrollo de las actividades cotidianas.
Las altas temperaturas al igual que cualquier otro fenómeno climatológico afecta a la población de una forma u otra, pero sobre todo a la clase trabajadora.
Esto ocurre porque en sus lugares de trabajo no existen las condiciones necesarias para poder realizar sus labores. La falta de aires acondicionados o ventiladores que mitiguen las altas temperaturas que se han presentado en el estado y en el país, hace que trabajar en esas condiciones se vuelva insoportable.
Lo mismo ocurre en tiempos lluviosos, calles inundadas, transportes que se mojan, esta serie de problemas no se resuelven y por consiguiente no se les dan las condiciones a los trabajadores.
Más de uno trabajador pide una explicación: ¿por qué nos tocó esta vida de sufrimiento? ¿Por qué cuando nos dirigimos y tomamos el transporte público estos no tienen condiciones, al contrario, hoy los concesionarios han tomado la decisión de aumentar el pasaje, y aunque en realidad tienen razón, los vehículos siguen en malas condiciones y las autoridades ni se inmutan ante un problema grave que requiere de la participación y que es tratar de la movilidad de la ciudad?
Pero ¿quién tiene la culpa? ¿Por qué nos toca soportar tantos malos tratos? Es curioso entender que la mayor parte del tiempo estamos preocupados por resolver nuestros problemas económicos; claro está que, con justa razón, pues es ahí donde reside la solución de nuestros grandes problemas materiales que nos ayudan a nuestro transitar en la vida.
Y es que, si analizamos con más profundidad, la mayor parte de las cosas que hacemos o realizamos dependen del dinero, es lamentable, pero esa es nuestra realidad. Y hoy por hoy, después de las elecciones del 02 de junio muchas promesas siguen quedando en la espera, siguen sin resolverse.
¿Es falta de voluntad? Me parece que, en muchos de los casos así pareciera, pero hoy con el pretexto de la austeridad republicana que se vive en el país, es culpa más bien de un Gobierno federal que poco hace por resolver los problemas sociales de la población, porque es evidente que esto conlleva el gasto del erario público, mismo que esta ya asignado a los programas sociales que se entregan.
Es necesaria, desde este punto, la organización de la población para exigir mejores condiciones no sólo en el servicio de transporte público, no sólo en exigir aires acondicionados, sino una mejor calidad de vida, que nos alcance más con el salario, que se realice un plan nacional para poner un alto a la inflación de los productos básicos, que el sistema de salud cuente con lo necesario para atender a los pacientes y no mueran por enfermedades tratables. De lo contrario, nos esperan graves problemas.
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