Es cierto que el periodo de la adolescencia y la juventud es la etapa en la que los estudiantes se muestran más rebeldes que nunca, que rechazan todo tipo de reglas impuestas y también, de manera natural, a la autoridad; sin embargo, hoy más que nunca, observo el desarrollo de conducta agresiva de los jóvenes hacia la institución educativa; es decir, en contra de la escuela que anteriormente anhelaban cuidar y procurar.
Esta conducta, así como otras tantas, no nace de la nada, no es una casualidad, sino más bien, se trata de una consecuencia de otros factores que influyen en la sociedad que se pueden dividir en tres rubros.
La primera es que, debido a la pandemia, la educación ha sufrido un retroceso incalculable todavía que se refleja en las altas cifras de deserción y abandono escolar, y que, a la vez, ha dejado claro que el sistema educativo mexicano tenía ya grandes carencias que se hicieron mucho más graves con el cierre de escuelas por el confinamiento, que ha sido el más prolongado en comparación con los demás países.
Quedó claro también, que la infraestructura educativa es obsoleta, y en algunos casos inservible, que el equipamiento tecnológico es casi nulo, y el que existe no cumple con los índices de calidad que se requieren.
La modalidad de educación a distancia no fue funcional, justamente por falta de insumos informáticos en casa y en el contexto donde habita el estudiante; y me refiero a la falta de conectividad en muchas comunidades y pueblos rurales, y el costoso precio de los famosos datos para navegar por internet.
Todo ese cúmulo de carencias, aunado a la falta de creatividad, de profesionalismo y de capacitación tecnológica del profesorado, ha golpeado fuertemente la conciencia de los jóvenes de manera que piensan y sienten que la escuela es un requisito más, y que está de paso en sus vidas.
La segunda causa, son las condiciones de pobreza en las que viven millones de mexicanos, que se manifiesta en concreto en el alza de precios de la canasta básica, en la falta de empleos bien remunerados, y en el aumento de mexicanos sin accesos a los servicios de salud pública.
Las condiciones materiales en las que se desarrolla la vida de los estudiantes son, sin duda, determinantes para su desarrollo educativo; prueba de ello es que el 75 por ciento de los estudiantes de entre 15 y 21 años, al menos en la escuela donde yo laboro, trabajan medio tiempo para colaborar en el ingreso económico familiar, por lo que han dejado en segundo lugar su educación porque para ellos es prioritario ganar dinero para subsistir.
La tercera causa, está ligada a las otras dos. Es la forma tan sutil con la que el gobierno ha insertado en los jóvenes la idea de que se les debe pagar por ir a la escuela. Esto es lo que pasa a través de la famosa beca universal Benito Juárez; es lo primero por lo que preguntan los estudiantes al inscribirse a una institución educativa: “¿aquí si llega rápido la beca?” Ha sido tanto, y tan seguido, el discurso oficial sobre las benditas becas, que el estudiante ha hecho suyo el derecho de esta, pero, deja de lado el derecho a la educación misma y la responsabilidad de ser un buen estudiante.
Estas tres razones que yo refiero están cambiando la concepción de la educación que tienen los estudiantes, pero o solo ellos, también del resto de la sociedad. Muchos de ellos asisten al bachillerato pensando solamente en la beca que han de cobrar, aunque reprueben materias y aunque no aprendan nada; sin sentir el menor remordimiento o necesidad de superarse.
Otros tantos, asisten pensando en que la preparación académica solo les servirá para obtener un documento que les garantizará un empleo bien remunerado que aliviará un tanto sus carencias; es decir, no entienden la importancia de la educación como factor determinante en el progreso de la sociedad y mucho menos el papel que tienen ellos en esa tarea histórica; pues, por sus circunstancias, tienen más optimismo, más fuerzas, mayor vigor, y un sentimiento natural de rebeldía, que bien pudiera ayudar a superar muchos problemas sociales actuales.
Sus pretensiones son distintas, pero en el fondo iguales: tener poder y tener dinero para satisfacer sus necesidades individuales, para lograr una vida de ensueño como la que les muestran en las películas, series o novelas. Pero no son ellos los culpables de pensar y sentir así, sino las condiciones de su contexto que les ha creado esta ideología dominante, de insertarse en la realidad adaptándose cómodamente en ella, sin necesidad de cambiarla. Los jóvenes estudiantes no se perciben como el futuro del mundo, como agentes de cambio; creen que ese lugar alguien más lo debe ocupar, que alguien más hará la tarea. Pero, si no son ellos los que generen el cambio, ¿quién más lo hará? “La universidad existe, principalmente, para formar profesionistas, para impulsar el progreso social, y si egresan mal preparados, pobre ayuda daremos al pueblo” (Pérez Zamorano, 2021).
Urge redireccionar la educación en México, cederle la importancia que merece en el desarrollo del país; y hacerlo no sólo con palabras, sino con una inversión seria para mejorar la infraestructura educativa, para cambiar planes y programas de estudio que sean acordes a los que necesita el nuevo perfil de egreso; para crear al hombre nuevo, aquel que se asuma como agente de cambio, como portador del futuro. Y se requiere un gobierno que así lo entienda, y que sobre esa base actúe, que deje de simular entregando migajas de apoyo superficial.
Y en este contexto aparece la figura del profesor que tiene la obligación de despertar la conciencia de sus alumnos, de cambiar la concepción errónea de la institución educativa que se le ha venido formando, de la idea tergiversada de la educación.
Los profesores debemos hablarles con la verdad a nuestros alumnos, y mostrarles la realidad tal como es, y no como dicen los planes y programas que nos pierden con tantos datos irrelevantes y nos llevan por otros caminos. Y para ello, es necesario que el profesor también entienda y acepte con vocación su papel educador en la sociedad. Necesitamos docentes de tiempo completo. Que no se quiten la camiseta saliendo del aula, de la escuela, ni los fines de semana ni en puentes ni en vacaciones; sino que eduquen en todo momento y aprovechen cualquier situación para enseñar la verdad a todo el que necesita saberla.
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