La pasión futbolera se apoderó del mundo. Quizá parece exagerado, pero no tanto. Con el Mundial de Fútbol en Qatar se han puesto de manifiesto muchos puntos de vista. Se dice que es el Mundial más corrupto de la historia, desde la manera en que se eligió la sede hasta las denuncias que hay por corrupción a autoridades de la FIFA; además de la polémica sobre las costumbres del país anfitrión, principalmente sobre los derechos de las mujeres y las muertes de cientos de obreros que fallecieron en la construcción de los estadios que se edificaron para el evento.
Los que han tomado partido sobre estas polémicas son en esencia académicos, artistas, autoridades, personas leídas y escribidas, pues, como dijo Zapata. La inmensa mayoría de la afición estamos atentos a que la Selección Mexicana gane sus partidos y que pase a fases de la justa deportiva a los que jamás ha llegado, hasta deseosos de que la copa sea levantada por los jugadores mexicanos.
Vale preguntar, si al aficionado promedio le interesa o no que el Mundial esté plagado de corrupción, o si a los seguidores de la selección mexicana no les importa que en Qatar los derechos de las mujeres sean muy cuestionables o que las vidas de los obreros caídos en la edificación no valgan un minuto de silencio. Si les interesa, parece incongruente que anden tan emocionados que el equipo mexicano juegue en un país anfitrión tan polémico; ahora, si no les interesa, ¿a qué se debe? ¿No creen en los derechos de las mujeres? ¿Están de acuerdo con la corrupción de la FIFA? ¿Cómo explicar ese fenómeno extraño, de que por un lado los argumentos en contra de la corrupción en el fútbol mundial y la vulnerabilidad de derechos de las mujeres, que son evidentes ante todos, o los miles de obreros acaecidos y que, a pesar de eso, la afición, la pasión futbolera, se apodere de todo mundo?
Seguramente para que se eligiera sede del Mundial de Fútbol a Qatar tuvieron que ver consideraciones de tipo económico, político y social. No es un secreto que en nuestro feliz mundo capitalista todo se mueve por el interés del dinero, y que el negocio del futbol a esas alturas es muy jugoso; bueno si hasta en la liga llanera de mi pueblo acusan a la mesa directiva de manejos turbios del dinero del arbitraje; en esos negocios, el capital, hablando en dinero, es inmenso.
Hay quiénes con esa mirada romántica de denunciar que todo lo que toca el capital lo corrompe, exponen lo inhumano que se ha vuelto el fútbol. En lugar de considerarlo como un deporte que cultive el cuerpo, el espíritu y cree buenos deportistas, y en lugar de eso lo denigra, es evidente que considera como una mercancía el fútbol.
También están los que nos recuerdan la cultura de países como Qatar dónde los derechos de las mujeres, vistos desde la cultura de occidente, son vulnerados. Desconozco cuántas mujeres viven bajo esa cultura, pero al fin de cuentas es una cultura milenaria en la que se educan miles de personas. No hay que olvidar que la famosa globalización y el imperialismo, exigen que existan hombres y mujeres libres, mujeres con derechos coartados que no sean libres de trabajar dónde les plazca, son un defecto. Defecto que los libertadores de los hombres están dispuestos a erradicar. En fin, una defensa de los derechos humanos y de la mujer se muestran hipócritas, pues en el fondo no interesa la igualdad o el respeto, solo el libre mercado.
Finalmente, ¿por qué el aficionado, no solo mexicano, todos los que disfrutan del fútbol se dejan llevar y olvidan las anteriores consideraciones? En primer lugar, porque bajo el yugo del trabajo, de una vida extenuante, "divertirse", aunque sea de modo superficial, es un alivio. En seguida porque la manipulación ideológica que subyace en el fondo de todo aprovecha debilidades del humano, debilidades como la alegría, la pasión. Lo más difícil es educar críticamente. Seguro estoy de que mucha gente ha notado todo lo que ya dije, pero, aunque hagan conciencia de ello, se ven imposibilitados de poder hacer algo. El individuo se ve achicado ante problemas o fenómenos de difícil explicación.
No es que a la afición no le interese la corrupción o los derechos de las mujeres (derechos reales, no hipócritas como los llamé más arriba) o que en la construcción de los estadios hayan muerto muchos obreros. No es que no les interese, pero a los grandes capitales, que buscan en eventos como éste obtener enormes ganancias, a ellos sí no les interesa. Y en ese afán absoluto de ganancia dejan que los monopolios transnacionales dicten las reglas del juego. Con una perversidad increíble manipulan el pensamiento, para lo que ocupan el dominio total de las telecomunicaciones (o incomunicaciones, para cuando les interesa ocultar algo), que son la base de la formación de lo que llamamos sentido común. Saben perfectamente que el circo entretiene y, además, deja ganancias, el fútbol deja el doble. ¡Pero qué tal, todos somos futboleros!
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