MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La suficiencia alimentaria, otra utopía de la 4T

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El 31 de diciembre de 2020, el presidente Andrés Manuel López obrador, publicó un decreto en el Diario Oficial de la Federación en el que se establece la eliminación progresiva de la importación de maíz amarillo transgénico para el consumo humano, el cual entrará en vigencia a partir del día 31 del mes de enero del año 2024, es decir, escasamente a un año ya. Aunque a primera vista el decreto se refiere al maíz amarillo para consumo humano, en reiteradas ocasiones el presidente ha dejado entrever que la prohibición abarcará también a la importación del maíz amarillo destinado al sector agropecuario que hoy garantiza la disponibilidad de proteína animal y la elaboración de productos de exportación, como la cerveza, la carne y otros.

En torno a esta cuestión se derivan muchas interrogantes acerca de la intención del presidente, pues de ser aplicado este decreto como está establecido, desde el día de su emisión las importaciones del maíz forrajero (amarillo), que rondan en los 18 millones de toneladas anuales, se irían reduciendo paulatinamente hasta quedar eliminadas en el 2024. Esto supone que en dos años los productores mexicanos las estarían produciendo para reemplazar dichas importaciones y ser nuestros propios abastecedores del consumo nacional agropecuario. Pero desgraciadamente, en los dos años transcurridos después del decreto, las importaciones no se han reducido, por el contrario, han crecido en más de dos millones de toneladas. Este decreto evidencia que en el gobierno federal no hay una política agroalimentaria consecuente, y al parecer, al presidente y a los funcionarios de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural tampoco les interesa mucho elaborarla; Es evidente que para el 2024 las capacidades productivas nacionales no estarán en condiciones de suplir los millones de toneladas de maíz amarillo que se importan y que abastecen al sector agroalimentario nacional.

Ante este decreto, se ha desatado una polémica intensa entre los que hacen dinero con el producto, exportadores e importadores, y los grupos que le rinden una idolatría mística a los maíces autóctonos junto con los partidarios que pregonan la agroecología. Lo cierto es que voluntaria o involuntariamente, estos opuestos coinciden en la falta de un compromiso real con la apremiante necesidad de incrementar la producción nacional de maíz para reducir nuestra dependencia alimentaria. Pues en los años de los gobiernos neoliberales, incluyendo los 4 del actual presidente, han desmantelado casi la totalidad de instrumentos que protegían al sector alimentario como un área estratégica de la economía nacional. Siguen caminando. con sus acciones, en dirección al planteamiento neoliberal que resulta más barato importar los alimentos que producirlos nacionalmente. Sin embargo, estamos viendo lo caro que nos está saliendo aquello que se dijo que sería barato.

Lo cierto es que las metas para alimentar a los 130 millones de mexicanos, no se pueden cumplir si se hacen descansar en los maíces criollos y en las regiones temporalearas, que no logran producir los 37 millones de toneladas que requiere el país.  No se debe confundir la autosuficiencia con el autoconsumo. Pero sin duda, es necesario que México salga de la trampa a la que lo empujan los que ven en el maíz una fuente de negocios y especulación, y escapar también de aquellos que lo han hecho un sujeto de adoración religiosa.

Para ello es necesario que en las regiones con alta capacidad productiva, donde se ubican los distritos de riego del país y que cuentan con las mejores capacidades productivas en maíz, trigo, frijol, arroz y sorgo, sean impulsadas con una fuerte inversión pública y privada que les garantice un buen rendimiento productivo y les asegure a los productores el desplazamiento de su producción al mercado, sin los contratiempos que actualmente padecen, pues según el grupo consultor de mercados agrícolas, resulta 50% más caro trasladar el maíz del centro de México al noreste o al sureste o a la Península de Yucatán, que hacerlo de Sudáfrica. También ayudaría mucho, que el Estado otorgara puntualmente los incentivos de calidad y en cantidad necesarios, a los productores que cuentan con unidades de producción pequeñas, para aprovechar la fuerza productiva de los millones de campesinos que viven en las áreas rurales y que año tras año, pasan por muchas dificultades en la producción de algunos de sus alimentos.  El tiempo corre y lamentablemente, parece que esto no va a suceder en este sexenio y seguirán los problemas en la producción alimentaria. Ante ello es necesario que el campesinado mexicano descubra la falsedad de los discursos políticos que buscan confundirlos y someterlos a la inmovilidad con la promesa de que todo se lo dará el estado y que por tanto no es necesario organizarse para fortalecer su actividad productiva. La realidad supera cualquier discurso, año con año, México aumenta la cantidad de importación de Maíz y con ello el encarecimiento de un alimento indispensable. Organizarnos ahora, discutir la forma de cómo impulsar la producción seguramente en un futuro no muy lejano, es una tarea que no debe de pesarle a los campesinos de nuestro país.

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