Cada día somos más los que tenemos claro que existe un rumbo para el pueblo pobre de México, un camino para la emancipación del obrero, una senda para romper las cadenas de miseria que lo aprisionan y lo matan poco a poco todos los días enjaulados en las fábricas de las ciudades, o soportando los rayos inclementes del sol en la siembra o en la pizca, del campo donde producen frutos de la madre tierra. Familias enteras de jornaleros, que producen tanta riqueza que jamás disfrutarán en su penosa vida. Para la gran mayoría de obreros que mueven la maquinaria, y los jornaleros, para ellos, no hay alimentos suficientes, está prohibido enfermarse, sufrirán y mucho, porque no hay medicamentos en los centros de salud, nada de educación y cultura; pues no lo necesitan para manejar la guadaña o el machete, nada de viviendas y ¿para qué?, si pueden vivir amontonados. El pueblo trabajador vive una esclavitud moderna, más sutil.
El sistema económico de producción capitalista, en su fase más cruel llamado neoliberalismo, despoja al trabajador segundo a segundo de su fuerza de trabajo, de su sangre vivificante, exprimiéndole hasta el aliento para vivir, agotado al final de su jornada laboral, agotado de la vida mecánica y con un vacío espiritual, se tumba a su cama desvencijado por el largo uso, a la espera de un nuevo día, y al otro día también.
Con sobrada razón, el líder Nacional del Movimiento Antorchista, el maestro Aquiles Córdova Morán, retumba como un eco en su mensaje a la nación entera, cada jueves, a las 7 de la tarde noche, en su pronunciamiento semanal, que golpea en la mente del pueblo pobre y enciende la chispa de esperanza para luchar, y conquistar mejores condiciones de vida a la que tiene derecho. Tenemos que escucharlo, una y otra vez este mensaje, hasta comprender el llamado y llevarlo a la práctica diaria; ahí, en el trabajo, en la colonia, en el pueblo, en las reuniones familiares, y difundir el mensaje en cada rincón del país: el de organizarnos todos y luchar por mejorar las condiciones de vida.
No basta con quejarnos de nuestra miseria, de nuestras carencias, debemos tomar el timón de nuestra barca proletaria y encausar el rumbo de nuestro país.
Nadie, nadie más, puede librarnos de esta vida llena de explotación, llena de carencias tan fundamentales, como la alimentación, la salud, la inseguridad, la falta de bienes materiales y espirituales, por donde se le mire existe una honda marginación, es necesario crear condiciones para vivir con dignidad y decoro; espacios donde se cultive y se promueva el deporte y la cultura, donde haya más justicia y equidad para todos.
En nuestro México existen dos mundos desiguales; en uno, está el que tiene de todo, el que vive en la opulencia, el que tiene el poder económico, el que tiene el poder político, el que impone su ideología, el que dispone de todos los medios de producción, el explotador. El otro es el mundo de los pobres, el de la gran masa oprimida, el que solo cuenta con su fuerza de trabajo, el de la gran mayoría de compatriotas, el que crea la riqueza nacional, los sometidos. A éstos, mantenerlos en la ignorancia y la pobreza es política de Estado. Veamos lo que dice la historia.
“[…] Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. [Para] tener contento a un esclavo -escribió Bailey más adelante- es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental y, siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón. Ésta es la razón por la que los esclavistas deben controlar lo que oyen, ven y piensan los esclavos. Ésta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta” (Carl Sagan, sobre el dominio al que somete la cultura).
En el Movimiento Antorchista es fundamental educar y organizar al pueblo de México, educar para que despierte y conozca sus derechos y pueda transformar está injusta sociedad, organizar, para hacer sentir su fuerza transformadora, para ser gigante y enfrentar a su enemigo gigante, que lo vapulea y lo humilla y lo despoja de todo cuanto produce, dejándolo en la mendigues
En Tecomán, las familias que no cuentan un lugar propio donde vivir, están atentos, con paso firme y decidido, a la respuesta del gobernador; ya que se sienten abandonados por esta administración que termina, pero la espinita está ahí; Peralta Sánchez tiene la oportunidad histórica con Tecomán, para dejar una huella en los más pobres: haberlos dotado de un pedazo de Colima donde poder vivir. Estamos a tiempo.
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