Con las grandes conflagraciones bélicas, como las dos guerras mundiales (1914-18 y 1939-45), guerras por la repartición del mundo, las potencias y sus estados centralizaron en esos momentos críticos de la historia humana, en buena medida, su industria a las necesidades de la guerra. La llamada economía de guerra. Todo, o casi todo lo producido debe servir a la guerra: una buena parte de la producción se dedica a la construcción de tanques de guerra, de aeronaves, de rifles de alto poder, de todo el avituallamiento de las tropas, etc. Todo con un solo fin: vencer al enemigo. Dice Nikolai Bujarin (1888-1938) en su ABC del comunismo, en relación a lo anterior: "El método imperialista se distingue no sólo por sus dimensiones y las destrucciones, sino porque la totalidad de la economía de los países beligerantes queda subordinada a los intereses de la Guerra." Nada de esto es ejemplar, pero quiero agarrar la idea de "centralizar" los esfuerzos, en momentos críticos.
Es cierto: aunque no estamos en guerra (hay quienes adelantan la teoría que estamos en una "guerra biológica" por el predominio económico mundial entre EE.UU. y China), los gobiernos de los países afectados deberían, guardando las proporciones, centralizar sus esfuerzos en momentos tan críticos. Con la pandemia del Covid-19, los países capitalistas, entre ellos el nuestro, se han visto rebasados en sus sistemas de salud, no contando ni siquiera con el material más elemental como cubrebocas, trajes protectores, respiradores, etc. Encabezando la lista, los EE.UU., como el epicentro de la enfermedad con medio millón de infectados y cercano ya a los veinte mil muertos, potencia capitalista, no pueden en estos momentos armar a su sistema de salud, a diferencia de China, país socialista, quien ya vuelve a la normalidad después de haberse paralizado por la pandemia. ¿Por qué? Todo obedece a su modelo económico. Veamos:
El presupuesto militar de Estado Unidos es de 649,000 millones de dólares, con 800 bases militares repartidas en 40 países, y un ejército de 1.4 millones de efectivos. Tan sólo un caza bombardero F15E Strike Eagle fabricado por McDonnell Douglas (ahora Boing IDS), tiene un costo de más de 100 millones de dólares. ¿Y que es básicamente? Un artefacto de muerte. Se produce en el mercado de guerra porque es un negocio lucrativo. Y bien; ahora resulta que no se pueden producir en masa ya no digamos respiradores sino ¡cubrebocas! ¿Por qué se da esto? Porque la industria bélica de Estados Unidos, de Alemania y de Israel, son un negocio demasiado jugoso de miles de millones de dólares. ¿Y las vidas de seres humanos, en especial de los más vulnerables, en esta pandemia? Esas para el gran capital no tienen importancia, son al contrario una carga, por lo tanto, "si mueren -así piensan los Halcones de la guerra-, mejor". Es cierto no estamos en una guerra de ejércitos invadiéndose, pero lo real es que los gobiernos de modelo neoliberal deberían obligar a las grandes empresas privadas, con cierta "especie centralización" de la producción, a producir lo que se necesita en estos momentos, obligar a las empresas a adecuar sus líneas de producción. Pero esto no es para la llamada economía de mercado una casa de la caridad.
En nuestro país, son continuas las protestas de médicos y enfermeras en distintos hospitales públicos (del IMSS, principalmente), donde ya ha habido decesos de galenos y demás personal, cuyo reclamo es que se les dote del material y equipo necesario. Los médicos y enfermeras, y demás personal de hospitales, es quien está en la primera línea de combate contra este virus letal. ¿No podremos darles la protección que necesitan? ¿No seremos capaces de producir en masa siquiera lo más elemental como cubrebocas, trajes con un mínimo de calidad de seguridad? ¿No podremos producir los suficientes respiradores? Parece que no, y no por que no tuviéramos la capacidad, pues tenemos científicos, técnicos, sino por la insensibilidad de quien nos gobierna. Lo que tenemos es un gobierno que utiliza a discreción los recursos públicos a su antojo y que no está dispuesto a cambiar un ápice. Dice el dicho popular: "ve la tempestad y no se hinca". Ni se hinca, ni se inmuta ante la terrible situación que se está viviendo y, más aún, la que se avecina (ya al momento de escribir estas líneas, estaremos rebasando los trecientos muertos, según cifras del gobierno, dudosas por demás, pues en muchos los muertos por Covid-19 se hacen pasar por neumonías atípicas, y más cinco mil contagios (¿!)). Sigue el gobierno de la 4T empeñado en sus proyectos como el tren Maya, las refinerías y...¿La salud del pueblo pobre? ¿Y las acciones para derrotar al coronavirus? Eso no es prioridad para este gobierno. Y...¿Si hay miles y miles de muertos? "¡Que se abran las fosas comunes y los crematorios!", dirán los de la 4T. ¿Ese es el gobierno de "primero los pobres"? No. Triste realidad.
Se requiere un gobierno con una política económica en favor de los millones de mexicanos que se debaten en la más horrible pobreza, agudizada por la pandemia, un gobierno sensible, un gobierno de los pobres y para los pobres. En el momento actual debemos presionar a este gobierno inepto para que: primero, se concentren todos los recursos en apoyar a todas las familias humildes con un ingreso mínimo para sortear la pandemia en este enclaustramiento forzado por las circunstancias y, segundo, que se destinen recursos a la fabricación en masa de lo que se necesita en los hospitales y se dé todo el apoyo a los médicos, enfermeras y demás personal, incluido hospedaje, incentivos, traslado, seguridad, además del avituallamiento mencionado más arriba. Es lo menos que se puede pedir. No hay de otra.
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