Este 11 de enero despedimos a don Margarito Delgado Maldonado (1968-2024) en el Ejido Lázaro Cárdenas, del municipio de Tula. Ubicado en la región del altiplano tamaulipeco, es una tierra árida, de lluvia escasa, con viento constante que origina ventarrones, escasez del vital líquido y aguas con minerales pesados.
Don Margarito, con su espíritu progresista, comprendió la importancia de la lucha de Antorcha para mejorar la vida de los campesinos del Ejido Lázaro Cárdenas.
Enfrentar en estas condiciones el desarrollo de una familia de siete integrantes, tres mujeres y cuatro hombres, es toda una proeza. Y esto fue lo que lograron él y su entrañable compañera, doña María Bernabé Hernández Tovar. A los treinta y cuatro años emprendió el viaje a los Estados Unidos de Norteamérica y, con un pequeño capital, regresó a su tierra querida para trabajar duro e impulsar a sus hijos.
Se esforzó por darles estudio. Sin embargo, esto es muy costoso para una familia tan numerosa, y la tierra de su amado ejido, seca, áspera y agreste, no aportaba –a pesar del trabajo invertido en ella– los recursos suficientes. El hijo mayor, José, se estableció definitivamente en los Estados Unidos de Norteamérica, y Agustín, el segundo, en Ciudad Victoria, la capital del estado; ambos formaron sus familias.
Con el deseo de que los otros tres hijos, Simona, Adela y Raúl, pudieran hacer una carrera, volvió a emprender el camino al norte y retornó a tiempo para apoyar a Simona en la continuación de sus estudios de bachillerato. Al término de estos, también la respaldó para que ingresara a la universidad. Pero ahora también estaba Adela, quien había terminado su bachillerato y debía estudiar una carrera.
Simona fue invitada por la organización Antorcha Campesina a la Casa del Estudiante “General y Profesor Alberto Carrera Torres”, lo que le permitió cursar la licenciatura en Contaduría Pública en la Universidad Autónoma de Tamaulipas y la licenciatura en Contaduría Financiera en el Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas, campus Victoria. Adela también se incorporó a la Casa del Estudiante y realizó su licenciatura en Derecho en la Universidad Libre de Derecho.
Don Margarito, con su espíritu progresista, comprendió la importancia de la lucha de Antorcha y de la Casa del Estudiante para que sus hijos pudieran concluir sus estudios y, más aún, para que encabezaran la lucha por mejorar la vida de los campesinos del Ejido Lázaro Cárdenas. La lucha de los antorchistas del ejido logró el establecimiento del Colegio de Bachilleres de Tamaulipas, que ha permitido que cientos de jóvenes cursen su bachillerato, así como el mejoramiento de sus viviendas, del camino de acceso y de los servicios básicos.
En el sepelio de don Margarito, don Juan Torres expresó que “había asistido mucha gente porque don Margarito era atento, amigo de todos”. Y así era: no solo un hombre bueno, sino un espíritu progresista adelantado a su tiempo, cuyo deseo profundo era una vida mejor, no solo para su familia, sino para todo el pueblo trabajador. Y, congruente con ello, luchó por lograrlo.
Escribo estas líneas como un homenaje al hombre que supo enseñarnos, que nos mostró el camino con su hacer diario y su preocupación constante por lograr que su familia y su pueblo disfrutaran del resultado de su propio trabajo. Porque es necesario que, entre nosotros, el pueblo trabajador reconozca el valor y la importancia de quienes nos enseñan que el pueblo puede y debe gobernar.
Gran tarea la que tienen ahora Simona, Adela y Raúl. Su estudio debe permitirles valorar el esfuerzo de su padre y entender que, aunque él no pudo estudiar, comprendió la importancia de que ellos lo hicieran y no descansó hasta lograrlo. Ahora les toca su turno: cuentan con la herramienta necesaria –su organización, su estudio y el ejemplo de vida de su padre– para la gran tarea de luchar por un gobierno del pueblo.
Don Margarito soñaba con un mundo en el que el pueblo tuviera trabajo en su propio país, con salarios dignos que le permitieran no solo alimentar bien a su familia, sino brindarle educación, salud, vivienda, servicios básicos, agua, drenaje, electrificación, cultura y recreación. Por ello, no se quedó en los Estados Unidos de Norteamérica; regresó para impulsar a sus hijos, a su ejido y a su pueblo, siempre escuchando y uniendo a todos en el trabajo transformador.
Quienes lo acompañamos en esta tarea tuvimos, en su momento, muestras de su entusiasmo y compromiso. No es casual la nutrida asistencia a su despedida ni el deseo de unión en su último adiós. Es la respuesta del pueblo trabajador, que reconoce y rinde homenaje a un hombre del pueblo, a un ¡hombre de su tiempo!
Corresponde ahora a la juventud tulteca y tamaulipeca reconocer, valorar y aprender de estas vidas que nos muestran que es posible, teniendo una meta y un objetivo superior –el bienestar del pueblo trabajador–, encausar las acciones de nuestra vida hacia su consecución. He aquí la enseñanza: empujar con el hacer diario la construcción de un mundo mejor, de un mundo futuro, del pueblo trabajador.
Don Margarito Delgado Maldonado
¡Salud!
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