Somos la raza del maíz. Se ha dicho en muchas ocasiones y tiene mucho de cierto, si se considera que esta gramínea ha sido históricamente la base fundamental de la dieta de los mexicanos.
No es el único alimento que consumían nuestros antepasados, pues también incluían en su dieta frijol, calabaza, tomate, jitomate, aguacate, camote, cacao, vainilla, amaranto y más de cien especies (algunas fuentes mencionan hasta 130), además de subespecies derivadas y plantas silvestres que se utilizaban para alimentación y con fines curativos, etcétera.
Desde hace tres años, el antorchismo regional organiza el “Concurso de la mazorca”, que ha convocado a cientos de campesinos.
La variedad de formas de preparación del maíz con fines alimenticios es sorprendente, al punto de que nadie puede negar que esta gramínea es una de las grandes aportaciones de América al mundo. Su consumo ha sido bien recibido a nivel global, y su capacidad de adaptarse a una amplia diversidad de climas lo ha consolidado como un cultivo universal.
En la mitología, el origen del maíz está estrechamente ligado a las culturas más avanzadas de Mesoamérica. Los mayas narran que los dioses, tras intentar crear al hombre con diferentes materiales sin éxito, decidieron formarlo con maíz. Con masa blanca crearon a cuatro hombres, Balam Quitzá, Balam Acab, Mahucutah e Iqui Balam, quienes podían correr, pensar y amar.
Para los mexicas, el maíz fue un regalo de Quetzalcóatl, quien, transformado en hormiga negra, siguió a una hormiga roja hasta donde obtenían maíz, robó un grano y lo entregó a los hombres, marcando el inicio de su cultivo.
Más allá de las explicaciones mitológicas, investigaciones científicas indican que la domesticación del maíz comenzó hace aproximadamente 10 mil años. Sin embargo, con mayor precisión, se estima que su desarrollo tuvo hitos significativos entre el 3120 a. C. y el 1590 a. C., cuando se logró un aumento en el ancho de la mazorca, alcanzando su forma actual hacia el 750 d. C.
Hoy en día, se conocen más de trescientas variedades de maíz, de las cuales México cultiva más de 60, que varían en color, tamaño y propiedades alimenticias.
La hipótesis más aceptada sitúa la domesticación del maíz en Coxcatlán, Oaxaca, en el valle de Tehuacán, parte de la cuenca del río Balsas. No obstante, su difusión por todo el territorio mexicano y América ocurrió hace miles de años, lo que dio origen a la enorme diversidad de maíces que existe actualmente.
En los valles altos de Toluca, el cultivo del maíz es ancestral. Los campesinos de la región se sienten orgullosos de su labor y de las variedades originarias que producen.
Desde hace tres años, el antorchismo regional organiza el “Concurso de la mazorca”, que ha convocado a cientos de campesinos.
En este certamen se han valorado mazorcas de hasta 23 centímetros, con granos perfectamente llenos y un peso de 358 gramos por mazorca.
El próximo concurso, que se celebrará el domingo 22 de diciembre, promete resultados aún mejores y convoca a todo aquel interesado en participar o presenciar el evento.
A futuro, el concurso buscará especializarse en las múltiples variables que influyen en el rendimiento y la calidad del maíz, incluyendo maíces originarios, híbridos, variedades sintéticas, fertilización y riego, entre otros.
Por lo pronto, estas iniciativas sientan las bases para una selección y mejora del maíz, además de fomentar el intercambio de genomas, métodos de cultivo y experiencias en torno a esta gramínea fundamental para nuestra alimentación ancestral.
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