Por este medio, me dirijo a mis compañeros antorchistas de Tabasco y de todo México, en ocasión de que este domingo 9 de junio se conmemora a los mártires antorchistas en Tecomatlán, Puebla. Se recordará a los compañeros que por diversos motivos perdieron la vida mientras se encontraban luchando en las filas del antorchismo.
Redacto estas líneas porque me nace; seguramente no alcanzo la talla para hacerlo con toda propiedad, pero quiero compartir estas ideas, principalmente, con aquellos que apenas están conociendo al antorchismo y con quienes aún no han comprendido profundamente la justeza y la necesidad de luchar para cambiar la difícil situación de pobreza de millones de mexicanos.
La conciencia del pueblo está dormida en cuanto a la problemática en que vive, y el descontento que instintivamente puede surgir ante esta grave situación está controlada por diversos y poderosos medios.
Las escribo para invitarlos a conocer y analizar los grandes problemas y carencias que padece nuestro país, para que adquieran conciencia del papel tan importante que ya tiene el Movimiento Antorchista Nacional (MAN) que, desde su surgimiento hace 50 años, ha venido trabajando en la construcción de una verdadera organización popular, enraizada en el seno del pueblo, que se ha venido nutriendo de sus elementos más nobles y claros, que ya se encuentran trabajando y luchando para lograr un cambio de sistema, donde el pueblo trabajador pueda disfrutar, en medida suficiente, de la riqueza que produce, que pueda satisfacer las necesidades vitales de ellos y de sus familias, para que puedan tener una vida más plena y feliz.
El MAN es una organización social y política que, no sólo en el discurso sino en los hechos concretos, en su actividad diaria, en la lucha por la solución de múltiples demandas y carencias de millones de familias que viven en la ciudad y en el campo, ha demostrado que trabaja y lucha para construir una sociedad más justa y equitativa.
Estoy consciente de que existen situaciones o causas ajenas a la voluntad de la mayoría de los mexicanos, que provocan que muchos de ellos no sientan interés en leer, en saber de los grandes problemas nacionales y, mucho menos, de participar de alguna manera en la búsqueda de alternativas de solución a dichos problemas.
Lo anterior, debido a que la gran mayoría de la población está preocupada por resolver sus necesidades materiales del día a día (alimentación, vestido, vivienda, salud, educación, pago de servicios, entretenimiento, etcétera), es decir, está ocupada en sobrevivir, que es el caso de la mayoría de los mexicanos, o en dejar de ser pobre y aspirar eternamente a ser rico o mínimamente, pensar, sentirse y actuar como rico, que es el caso de los distintos estratos sociales de la clase media.
En otras palabras, la conciencia del pueblo está dormida en cuanto a la problemática en que vive. El descontento o inconformidad que instintivamente puede surgir ante esta grave situación está controlada por diversos y poderosos medios de enajenación, entre los cuales basta señalar, por ejemplo, “las benditas redes sociales”, los programas de entretenimiento de la televisión, el cine, etcétera.
Además, otros medios de control social y político, como los distintos programas asistencialistas gubernamentales, que constituyen un paliativo o atenuante para atender superficialmente las enormes necesidades del pueblo, permitiéndole seguir viviendo, sin llegar a niveles de desesperación, inconformidad o rebeldía que, de producirse, pondrían en peligro al sistema socioeconómico y político imperante en este país.
En este contexto, cabe señalar que no todo está perdido, que existe una luz al fondo del túnel pues, un importante número de mexicanos tenemos conocimiento de los planteamientos y acciones concretas que ha venido realizando el MAN, que inicialmente se llamó “Antorcha Campesina”.
Algunos tuvimos contacto con esta organización siendo estudiantes, maestros, profesionistas, campesinos, colonos, obreros o amas de casa y, tiempo después, la conocimos más a fondo, participando activamente en dicho movimiento.
Al principio, varios dudamos para integrarnos de lleno a las actividades sociales y políticas de la organización, debido a varias razones, en las que puedo destacar las siguientes:
Una, porque nuestras familias consideraban, y consideran, que es muy peligroso realizar este tipo de actividades, por ejemplo, participar en manifestaciones públicas exigiendo al Gobierno atender y resolver diversas demandas sociales, pues podíamos ser víctimas de la represión de la Policía, granaderos o porros, como las que sufrieron los estudiantes en 1968 y en otros movimientos de protesta en distintas fechas.
Otra razón que también nos hacía dudar y ha hecho dudar a muchos, han sido los consejos proporcionados por la familia, que dicen:
“Estudia para que cuando seas profesionista, encuentres un buen trabajo, ganes mucho dinero, compres casa, coche y muchas cosas materiales para que vivas muy feliz con tu familia, y no te preocupes por los demás, que cada quien haga su vida como quiera y que cada quien se rasque con sus propias uñas”.
Sin proponérselo, sin tener plena conciencia de lo que implicaba esos consejos, nuestras familias nos orillan a caer en el egoísmo y el individualismo más recalcitrante, que es veneno puro en contra de la unidad y organización del pueblo; pues, pensando y actuando así, nunca podríamos fundar una organización fuerte y compacta para luchar contra las injusticias y la desigualdad.
Una tercera causa para no tomar una decisión final era la duda que nos asaltaba acerca de la validez, de la certeza y tino de los planteamientos antorchistas. Pero cuando leímos, estudiamos con cierto interés y dedicación, algunas ciencias como economía, matemáticas, historia, filosofía, materialismo dialéctico e histórico, etcétera, empezamos a comprender la certeza de sus planteamientos y empezamos a entender la necesidad de participar activamente.
Muchos nos convencimos aún más cuando conocimos el pueblo de Tecomatlán, de Huitzilan de Serdán, pueblos de Oaxaca, Veracruz y Yucatán; cuando conocimos las colonias populares de la zona baja de Chimalhuacán, las de Ixtapaluca y de otros estados de la república; conocimos a muchas familias pobres y muy trabajadoras, vivimos y convivimos con ellas.
Entonces, comprendimos que es imprescindible hacer lo necesario para cambiar esta situación de marginación material y espiritual, que azota a la mayor parte de los mexicanos, incluyendo a nuestras propias familias.
No es necesario aportar muchos argumentos lógicos y pruebas para afirmar que nuestro país está muy mal, está muy enfermo, basta con hacer referencia a cifras oficiales que nos dicen que cerca de 100 millones de mexicanos vivimos en pobreza, es decir, que carecemos de muchos o algunos bienes o servicios que no nos permiten tener junto con nuestras familias, un desarrollo pleno y satisfactorio. Sólo basta mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de la terrible situación en la que vivimos actualmente, y desde hace mucho tiempo, la mayoría de los mexicanos.
Por todo lo anterior, es importante que, para los que no han decidido incorporarse a las filas del antorchismo, lo hagan lo más pronto posible; para los que ya nos encontramos en ellas, debemos trabajar y luchar permanentemente, con alegría, perseverancia, antes de que el tren de la historia nos alcance y nos rebase.
Debemos construir una potente organización, un partido político nacional, auténticamente popular, de cuadros revolucionarios profesionales, que se ponga a la cabeza de la mayoría del pueblo de México, conquiste el poder político y lleve a puerto seguro a esta gran nación.
Entonces, ¿ser antorchista es fácil? ¡No, no es fácil! Requiere de una entrega plena, voluntaria y consciente, para luchar conjuntamente con el pueblo trabajador; requiere de nadar contra corriente, enfrentar y salvar muchos obstáculos, aprender de nuestros errores y siempre seguir hacia adelante. Esto es muy necesario si queremos construir un mundo mejor para nuestros hijos, nuestros nietos y para las futuras generaciones.
Por tal razón, tienen gran importancia eventos como la conmemoración de los mártires antorchistas, pues se trata de recordar y resaltar la congruencia y consecuencia de quienes trabajaron y lucharon por esta noble causa, hasta el último aliento. Son útiles para reafirmar nuestro compromiso con estos ideales, con los que se incorporaron a las filas del antorchismo y murieron luchando hasta sus últimos días, pues todos ellos “pertenecen a la estirpe de los indispensables”.
Compañeros, ciertamente la lucha es difícil y, a veces, pareciera ingrata, pero, como dijera un ejemplar revolucionario latinoamericano, Ernesto Guevara de la Serna:
“Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.
Vale la pena ser antorchista, pues si contribuimos con nuestro granito de arena a la causa revolucionaria, por muy modesto que este sea, tarde o temprano, este esfuerzo colectivo fructificará, pues si ayudamos a una o muchas personas a tener esperanza, a luchar por un mundo mejor para todos, entonces, no habremos vivido en vano; habremos dejado huella en el corazón y en la mente de las nuevas generaciones, y habremos contribuido a construir una sociedad más humana, más justa, más equitativa y, por tanto, más plena y feliz.
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