MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Para los que dudaban de la insensibilidad de AMLO, ahí está “Otis”

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El agua purifica al cuerpo humano, es un gran agente limpiador y equilibra las condiciones climáticas, pero en grandes cantidades también es un gran destructor.

El agua es uno de los recursos más preciados de nuestro planeta: nos sirve para calmar la sed, cocinar, bañarnos y limpiar. Constituye el 70 % del cuerpo humano y sin ella moriríamos pronto de sed. Sin embargo, la sustancia con la que lavamos nuestros cepillos de dientes por las mañanas puede, en cantidades grandes e incontroladas, acabar rápidamente con hoteles, mercados, comercios, viviendas, vehículos, edificios, etcétera, y lesionar o incluso matar a gente.

Este elemento vital desarrolla su poder destructivo de formas espectaculares, como fuertes precipitaciones y tormentas eléctricas, altos niveles de agua e inundaciones. Las inundaciones son unas de las catástrofes naturales más devastadoras que existen (inundaciones, tormentas, temperaturas extremas, terremotos, sequías, incendios, volcanes, etcétera).

Aproximadamente 180 millones de personas en Pakistán y China, así como en muchas partes de Europa, se vieron afectadas por inundaciones en 2010, con un gran número de víctimas mortales y daños materiales.

En México y más particularmente en el estado de Guerrero, el huracán “Otis”, que tocó tierra el pasado 7 de octubre, también han causado muchas pérdidas materiales y humanas que al día de hoy no han sido cuantificadas.

La capacidad destructiva de este fenómeno natural saca a relucir una de las injusticias sociales más graves y generalizadas en nuestro país: la falta de comunicación de AMLO con las demás dependencias encargadas de anticiparse a fenómenos como este huracán; el no advertir a las autoridades de Guerrero el problema tan grave que se les venía encima para que tomaran las medidas pertinentes.

El presidente siempre ha mostrado poca disposición para dejarse aconsejar de los expertos en la materia. Es tanta su soberbia que quizá ya hizo sus cálculos y al rato nos dirá que “Otis” le cayó “como anillo al dedo” para dar a la gente algún apoyo y buscar que vote por su “corcholata”.

Es tanta la soberbia de AMLO que quizá ya hizo sus cálculos y al rato nos dirá que “Otis” le cayó “como anillo al dedo” para dar a la gente algún apoyo y buscar que vote por su “corcholata”.

Se habla de la destrucción de grandes hoteles y comercios de la Zona Dorada y es cierto, es indescriptible la sensación que causa ver el puerto de Acapulco así de destruido, pero muchos de esos negocios pagan un seguro contra daños y, aunque van a tardar en recuperarse, volverán a levantarse con ese recurso y con el que seguramente les dará el gobierno de AMLO. Los bancos ya deben estar sobándose las manos ante el jugoso negocio que les viene.

Pero, qué pasa con todas esas familias que no viven en la Zona Dorada, que viven en casitas entre cerros, con viviendas hechas de materiales perecederos; lugares donde el huracán prácticamente desapareció todas las casas; personas perdidas que buscan a su familia entre los escombros y el lodo. Qué pasa con las esposas, madres e hijas que esperan rezando el regreso de sus familiares, que estaban mar adentro  en sus barcos cuando ocurrió la tragedia, y ahora nada se sabe de ellos.

Lo más lamentable de estos fenómenos naturales es el comprobar que como siempre los afectados son los pobres: obreros, pescadores, campesinos emigrados a los cinturones de miseria, subempleados de todo tipo, trabajadoras domésticas, mujeres abandonadas o cuyos maridos no ganan ni el salario mínimo; desempleadas, viudas y así por el estilo.

Las colonias más dañadas son precisamente aquellas donde viven los pobres, donde vive el pueblo humilde y trabajador. Nuevamente serán cientos de miles quienes se quedarán sin fuente de ingresos, en lo que se reestructura la economía, los comercios, restaurantes, etcétera, que es donde labora la mayor parte de estas familias.  

En síntesis, todo duele más cuando nos damos cuenta de que las víctimas lo son más de la injusticia social que las priva de una vivienda digna y segura que del fenómeno natural en cuestión. 

De aquí la importancia de seguir nuestra lucha por una mejor distribución de la riqueza nacional, porque es aquí y ahora cuando el pueblo necesita una respuesta concreta de apoyo del gobierno estatal y federal para esta gente que lo perdió todo.

No permitamos que solo se conviertan en cifras de una de tantas tragedias en las que los afectados se las arreglan como pueden. Toda mi solidaridad con los guerrerenses.

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