En 2018, la coalición Juntos Haremos Historia” (Morena-PT-Encuentro Social) ganó no sólo la presidencia de México, sino la mayoría de los puestos de representación popular que integran el Poder Legislativo. Aunque la mayoría de los mexicanos estaba harta del sistema politico nacional, no podemos negar la influencia que tuvo Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Morena surge como un partido con una institucionalización interna débil, al depender de una figura, pues prevalece más la postura de AMLO que la del propio partido, su autoridad se basa en el reconocimiento que le dan sus militantes que no sólo miran, obedecen y callan, sino que compiten entre ellos para ganarse el beneplácito del amo y señor, eso en el caso de la cúpula partidista, porque en el caso de los gobernantes hay un aprovechamiento para llenar sus bolsillos mientras dure el poder. “Todos llegamos al poder gracias a López Obrador”, aceptó el expresidente morenista de Culiacán, Estrada Ferreiro.
El problema de este tipo de legitimación es que se desgasta rápidamente y es difícil encontrar sustitutos con igual carisma. Estamos viendo el ridículo constante de las ya autoproclamadas corcholatas; no les importa rebajarse si tienen que ganarse la aceptación del presidente. Todos los candidatos buscan su bendición como si frente a los votantes el mayor argumento fuera: yo apoyo al presidente y, por lo tanto, deben apoyarme a mí.
El oportunismo con el que llegaron a sus puestos y un triunfalismo que los ha llevado hasta la miopía, no los deja ver que Morena no es ni la mitad de lo que fue en las elecciones pasadas, pues aunque acaba de ganar cuatro de seis gobernaturas, las elecciones del año pasado en la Ciudad de México, la casi nula participación en la consulta del 10 de abril y la derrota en la Cámara de Diputados contra la Reforma Eléctrica demuestran la caída gradual de Morena.
Es importante destacar la opinión de quienes fueron compañeros de López Obrador en su búsqueda por la supuesta democratización del país. En una entrevista realizada en Madrid, Cuauhtémoc Cárdenas a la pregunta de si Morena es la izquierda de México, respondió: “No lo veo”, y después añadió que no sabe dónde se ubique ese partido desde el punto de vista ideológico. “A mí me preguntan qué es la 4T y yo no sé qué responder”.
Por su parte, durante su intervención en la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal), el expresidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, dijo que “el presidente va a terminar su periodo, la pista ya se le está acabando. Él piensa que puede heredar al siguiente gobierno su asociación con los delincuentes y que eso le otorga mayor poder, porque además de tener la autoridad y recursos del gobierno federal, estos se suman a los del narcotráfico, entonces no hay nada que se le pueda oponer”.
Tanto Cárdenas como Muñoz Ledo coinciden en que la actitud de su excompañero es autoritaria y que su llamada cuarta transformación no tiene ni pies ni cabeza.
Pero con todo y la pésima administración, los descalabros y la lucha interna, el partido en el poder parece no tener contrincante serio. Considero principalmente dos razones:
1) La aceptación de López Obrador. Mucha gente sigue viendo que los culpables de la situación actual no es AMLO, sino las administraciones pasadas, agentes externos o, incluso, “los gobernantes que no le hacen caso al presidente”. Sin olvidarnos del papel determinante que juegan los programas sociales a su favor (Leer ¿Quién ganó las elecciones? de Brasil Acosta Peña). Sin embargo, hay que destacar que, aunque la aceptación de AMLO sigue arriba, no se compara con la que tuvo desde el inicio de su administración reflejando, sobre todo, una gran decepción. Según la casa encuestadora Enkoll, en mayo tuvo una aprobación de 61 por ciento, lo que implica una recuperación de siete puntos desde febrero (54 por ciento), pero no logró alcanzar el nivel que tenía el mismo mes de 2021, de 64 por ciento, alejado de su máximo histórico en febrero de 2019 - previo a la pandemia de Covid-19 -, cuando tenía un 85 por ciento.
2) La falta de una oposición con la suficiente fuerza y autoridad para señalar los errores y el camino a seguir. Los dirigentes de la oposición partidista o de ONG´S, se han limitado a los lugares comunes, siguiendo la agenda de AMLO respondiendo a sus acusaciones, más que proponer un proyecto alternativo en favor de las mayorías. Esa anemia se refleja en la encuesta realizada por Buendía&Márquez para El Universal, la cual señala que Morena cuenta con el 45 por ciento de las preferencias electorales, mientras que el PAN está en segundo lugar con el 19 por ciento de las intenciones de voto, seguido por el PRI (17 por ciento) y Movimiento Ciudadano (8 por ciento).
Estos números reflejan el vacío que existe en la vida política del país. El cada vez mayor número de abstinencia no se explica más que del hartazgo de la gente, nuevamente, por la clase política. La inseguridad, la pobreza, los recortes presupuestales y un largo etcétera galopan por todo el país. Y ante esta situación uno se pregunta. ¿Qué hacer?
La inacción no son la respuesta y la inconformidad no basta. El pueblo de México debe tomar conciencia de su situación, organizarse y luchar, en síntesis, tomar su destino en sus propias manos barriendo a los partidos y políticos que sólo cambian de color. Hace falta que en las entrañas del pueblo se construya un proyecto de nación con un movimiento capaz de encabezarlo y llevar a buen puerto una nación, tan rica como golpeada. ¿Quién dijo yo?
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