Hay estudiosos de la realidad social que han sostenido, acertadamente, que en varias ocasiones en el mundo, los estudiantes se han mostrado especialmente sensibles al deterioro de las condiciones de existencia, incluso, adelantándose al estallido de las crisis y a la participación activa de las masas trabajadoras.
Debe contar, seguramente, el hecho de que sean jóvenes, seres relativamente recién llegados a la vida y que, por tanto, se encuentran buscando el lugar que ocuparán en la sociedad; cuenta, también, evidentemente, el hecho de que su existencia diaria transcurra estudiando, enterándose con cierto detalle y amplitud de la realidad en general y de la realidad social en particular.
Así se han analizado los movimientos estudiantiles de la segunda mitad de los años 60 del siglo pasado en el mundo y en México. El progreso, el impulso que tuvieron varios países capitalistas después de la Segunda Guerra Mundial, comenzaba a frenarse. Estados Unidos (EE. UU.) que no había sido invadido por las hordas de Adolfo Hitler y que se había beneficiado con la destrucción de la capacidad productiva de sus competidores, pudo ufanarse ante el mundo de una envidiable forma de vida y, Europa, por su parte, se recuperó gracias a la gigantesca inyección crediticia de miles de millones de dólares del Plan Marshal.
Veinte años de recuperación y progreso, comenzaban a frenar más a la sorda que con visibles convulsiones, como necesaria consecuencia de la agudización mundial de las contradicciones del modo capitalista de producción. Fue así como, aparentemente impulsados por causas muy locales y acotadas, brotaron protestas y luchas estudiantiles.
A mediados del año de 1967, el cinco de junio, estalló una huelga estudiantil en México. La aparición de los estudiantes en la palestra de la lucha social se inició en una institución que hasta entonces había tenido disciplina militar. Los alumnos de la entonces Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, habían irrumpido en la lucha social, brindando solidaridad a los estudiantes de agricultura de una escuela particular ubicada en Ciudad Juárez que se quejaban de las altas cuotas que les cobraban y el mal servicio que recibían. A la postre, la huelga estudiantil recibió el apoyo decisivo de varias escuelas de agronomía del país y de algunas del Instituto Politécnico (IPN) y la UNAM, y terminó con la fundación de la Escuela de Agronomía de la Universidad Autónoma de Chihuahua y el traslado con beca suficiente para la inmensa mayoría de los estudiantes que decidieron reubicarse.
Casi un año después, en mayo de 1968, estalló el movimiento estudiantil en París que fue más conocido en el mundo porque surgía en una de las más importantes capitales, involucraba a grandes masas estudiantiles y se extendió no solamente a otras importantes ciudades de Francia, sino a otras capitales y ciudades de Europa. A estas alturas, buena parte del mundo reconoce que el mayo del 68 de París cambió al mundo, no tanto por sus soluciones, sino, como había sucedido un año antes en México, por la irrupción inesperada en la escena pública de aquellos que se suponía deberían estar agradecidos con el régimen y sólo esperando colocarse en un buen lugar en la vida.
Pero la crisis del impulso económico y social, también alcanzaba a México, como ya quedó demostrado y, como respuesta a un incidente aparentemente sin importancia, surgieron grandes movilizaciones estudiantiles que durarían varios meses y que culminarían con la represión del ejército de la manifestación pacífica del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas y con la aprehensión de más de un centenar de jóvenes estudiantes y maestros que fueron encerrados en la Cárcel de Lecumberri durante varios años y luego exiliados a Chile.
Vinieron luego, las potentes respuestas propagandísticas de las clases dominantes. Se organizaron, con despliegue mundial de prensa, grandes festivales juveniles que inyectaban en la mente de los jóvenes lo que debería ser en adelante la verdadera rebelión juvenil, para apartarlos de la política.
Al año siguiente, en agosto de 1969, tuvo lugar en Woodstock, en el estado norteamericano de Nueva York una gran concentración de jóvenes que duró tres días con sus noches; muy poco se ha sabido con certeza acerca de la asombrosa convocatoria, del financiamiento de los conjuntos y bandas que tocaron y, menos todavía, del abastecimiento constante de alcohol y drogas, aunque hay versiones de que estuvieron muy metidos dinero y manos oficiales. Los jóvenes a Woodstock y al desenfreno, no a las calles y a la política. México, claro, faltaba más, tuvo en 1971, su woodstockcito en Avándaro, que también habría de usarse para los mismos fines.
La propaganda tiene una fuerza formidable, pero nunca ha podido vencer a la realidad. Esta acaba por imponerse. El diario El Universal informó, el pasado 21 de octubre: “Luego de 23 días de paro total indefinido, estudiantes de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM, entregaron las instalaciones… e informaron que pasarían a paro activo”. El mismo diario, el mismo día, informó: “Desde el pasado 4 de octubre, estudiantes de escuelas de educación superior del IPN se organizaron para hacer frente a la falta de atención por parte de las autoridades educativas, días después escuelas de nivel medio superior se unieron a las protestas…”.
Suma y sigue. “…según información de El Universal, más de 6,500 de los 11,000 estudiantes de la Universidad Autónoma Chapingo, asistieron a la Asamblea General que se llevó a cabo el jueves 6 de octubre… la mayoría votó por destituir a José Solís Ramírez como rector de la institución… En agosto, estudiantes y docentes de la UACh comenzaron un paro indefinido de labores en todas las sedes de la institución”.
No menos importante y no menos indignante, es lo que sucede en un CCH de la UNAM en donde, en horas de clase y en un baño de mujeres, fue violada una jovencita. “Gritando consignas, como "Fuera violadores de la UNAM", "Queremos seguridad" y "Justicia ya", un grupo de encapuchados incendió la tarde de este viernes documentación y mobiliario”. En este recuento, increíble hace unos años, el diario Animal Político del pasado 22 de octubre, reportó: “A 21 días de que se inició el paro en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) por denuncias de violencia de género, no hay fecha para el regreso a clases”.
Y, finalmente, no se ha librado de la irritación estudiantil, la Universidad del Bienestar, creación reciente de la 4T, ni su inspirador, el propio presidente de la República: “Durante la supervisión de los Programas para el Bienestar que realizó el presidente Andrés Manuel López Obrador, en Chilapa de Álvarez, Guerrero, estudiantes de Enfermería y Obstetricia de la Universidad para el Bienestar "Benito Juárez" (UBBJ) de Tixtla, le solicitaron que les construya una sede en su localidad. Señalaron que no tienen un lugar donde estudiar desde hace tres años, tampoco un respaldo jurídico porque la SEP no ha certificado a quienes ya terminaron sus estudios y no tienen cédula profesional, no han realizado prácticas desde que iniciaron la carrera y los funcionarios, entre ellos el director de la universidad en Tixtla, Abel Alonso Hernández, han ignorado sus peticiones. Los estudiantes pidieron la renuncia de la coordinadora de las UBBJ, Raquel Sosa, ya qué dijeron que no ha atendido sus peticiones, y por el contrario, han sido tratados de manera déspota por la funcionaria federal”.
No tengo dudas de que los defensores del régimen, los que sostienen que el pueblo de México está feliz, feliz, feliz, dirán que todo lo consignado aquí es una conjura de sus enemigos conservadores. No creo que la explicación sea tan sencilla. Graves problemas aquejan a las nuevas generaciones, hay tristeza, desesperanza, depresión, atentados contra la propia vida que han derivado en lucha política. No olvidemos que a los poetas se les llama vates porque están cerca de los vaticinios y, uno de los grandes, Enrique González Martínez, escribió: “Atan hebras sutiles a las cosas distantes; al acento lejano corresponde otro acento”.
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