MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Redistribuir la riqueza: la reforma fiscal que el pueblo necesita

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México enfrenta un momento crucial en su historia económica y social. La desigualdad ha crecido hasta niveles alarmantes, con el 1.2 % más rico del país concentrando casi la mitad de la riqueza nacional, mientras que el 98.8 % de los hogares lucha con ingresos insuficientes para satisfacer sus necesidades básicas.

En este contexto, la reciente discusión sobre una posible reforma fiscal progresiva nos obliga a reflexionar sobre el modelo económico y político que estamos perpetuando.

Una reforma fiscal progresiva no sólo es un acto de justicia social, sino un paso esencial para construir un México más equitativo y próspero.

La idea de gravar más a los que más tienen no es nueva. Economistas de renombre como Joseph Stiglitz han demostrado que el concepto del “goteo” económico, donde los beneficios otorgados a los ricos supuestamente llegan a las capas más pobres, no ocurre sin una intervención estatal intencionada.

Por el contrario, las políticas fiscales regresivas han agravado la desigualdad en países de todo el mundo. Estudios como el de David Hope y Julian Limberg, basados en medio siglo de datos en democracias avanzadas, concluyen que las reducciones de impuestos a los más ricos no impulsan el crecimiento ni generan empleo, pero sí consolidan la inequidad.

Entonces, ¿por qué en México seguimos sin implementar una reforma fiscal progresiva? Las razones son múltiples. Por un lado, las élites económicas presionan a los gobiernos para evitar cualquier cambio que afecte sus privilegios, utilizando su influencia en los medios y en la política para moldear la opinión pública. 

Por otro lado, las clases medias y bajas, que deberían ser las principales beneficiarias de una reforma de este tipo, a menudo desconocen los beneficios potenciales y, en algunos casos, terminan defendiendo intereses que no les favorecen.

Es aquí donde se vuelve fundamental una estrategia educativa y comunicativa que informe a la población sobre la importancia de redistribuir la riqueza.

Según el Inegi, ser parte de la clase media en México requiere ingresos superiores a los 22 mil pesos mensuales, un umbral que la mayoría de la población no alcanza. Aun así, muchas personas creen erróneamente estar más cerca de las élites económicas que de la pobreza, lo que dificulta construir un consenso en torno a políticas progresistas.

El gobierno actual ha demostrado poca voluntad para liderar un cambio estructural. A pesar de las declaraciones iniciales de algunos legisladores, las altas esferas de la administración han descartado la posibilidad de una reforma fiscal progresiva, priorizando una mayor recaudación con los esquemas actuales. Esto sólo perpetúa un sistema en el que la carga impositiva recae principalmente sobre las clases trabajadoras, mientras que los sectores más privilegiados encuentran formas de evadir o minimizar su contribución.

Sin embargo, no todo está perdido. Organizaciones sociales como el Movimiento Antorchista Nacional han planteado la necesidad de combatir frontalmente la pobreza y la desigualdad, movilizando a millones de mexicanos en torno a un proyecto de nación más equitativo. Además, algunas voces dentro del sector empresarial han comenzado a reconocer que, sin cambios significativos, el país se enfrenta al riesgo de un estallido social.

El camino hacia un México más justo no sólo pasa por una reforma fiscal progresiva, sino también por una estrategia integral que incluya la generación de empleos dignos, incrementos salariales significativos y una inversión masiva en infraestructura social. Esto requiere un gobierno con visión y coraje para enfrentar a los intereses particulares que obstaculizan el progreso.

México no puede seguir perpetuando un modelo económico que favorece a una minoría privilegiada a costa de la mayoría trabajadora. Una reforma fiscal progresiva no es sólo una herramienta de redistribución, sino un acto de justicia social y un paso esencial para construir un país más equitativo y próspero. Es hora de que las clases populares se unan y exijan un cambio real que priorice el bienestar colectivo sobre los intereses de unos pocos.

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