La guerra en Europa, especialmente el conflicto entre Rusia y la OTAN, ha puesto de manifiesto las dinámicas complejas de poder en el mundo contemporáneo. Ucrania se ha convertido en un peón en este juego geopolítico, donde Estados Unidos busca debilitar a Rusia, su competidor más fuerte.
Este enfrentamiento también involucra a China, que se presenta como una alternativa al imperialismo tradicional, caracterizado por su violencia y explotación.
Al vender armas y luego ser parte de la reconstrucción, el sistema capitalista encuentra una manera de seguir generando ingresos.
El capitalismo, en su fase más avanzada, conocida como imperialismo, enfrenta un periodo de decadencia. Esta situación no es accidental; es una consecuencia inevitable de su propio desarrollo.
Con el tiempo, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y el retorno de inversión se convierte en una realidad ineludible. Esta disminución no puede ser revertida sin una transformación radical del sistema capitalista en sí.
La tendencia a la baja en la tasa de ganancia es un síntoma del propio éxito del capitalismo, no un error. A medida que el sistema se desarrolla, se produce un aumento en el capital constante —como maquinaria y tecnología— que reemplaza a los trabajadores.
Este fenómeno, propio de la fase imperialista del capitalismo, resulta en la creación de máquinas más eficientes y automatizadas, lo que lleva inevitablemente a despidos masivos.
Los trabajadores, que demandan salarios más altos y mejores condiciones de vida, se convierten en un problema para los capitalistas. Cuando sus demandas no son atendidas, recurren a la lucha, lo que se convierte en un desafío tanto económico como político.
La aspiración de los capitalistas es obtener beneficios sin la necesidad de lidiar con la mano de obra, lo que lleva a un ciclo de despidos.
Sin embargo, la paradoja es que la rentabilidad depende directamente del trabajo humano. Al despedir trabajadores, las ganancias se ven amenazadas, lo que genera una crisis dentro del mismo sistema.
Para evitar esta situación, los capitalistas optan por medidas alternativas, como la globalización y el neoliberalismo, que les permiten expandir sus intereses económicos a nivel global.
La llegada de empresas extranjeras a México responde a la búsqueda de maximizar ganancias en un entorno donde los costos laborales son significativamente más bajos.
Este fenómeno ha desindustrializado a Estados Unidos, que busca recuperar sus fábricas y empleos, pero se enfrenta a la resistencia de un sistema que ya ha establecido sus bases en países como México.
Las corporaciones transnacionales no llegan por un interés altruista en mejorar la calidad de vida de los mexicanos; su motivación principal es el lucro. Para atraerlas, los gobiernos ofrecen incentivos que han sido negados a la población local y a las empresas nacionales.
Esa dinámica ha permitido que el capital estadounidense continúe creciendo a expensas del bienestar de los trabajadores.
Con el contexto de la guerra, se crea una nueva oportunidad de negocio. Los conflictos generan un ciclo de destrucción y reconstrucción que beneficia a las empresas armamentistas y de construcción estadounidenses.
Al vender armas y luego ser parte de la reconstrucción, el sistema capitalista encuentra una manera de seguir generando ingresos.
Es crucial entender el trasfondo de estas dinámicas para abordar la creciente inseguridad y violencia que vive México. La historia, la filosofía y el análisis crítico de la realidad nos ofrecen herramientas para no caer en la trampa de la desinformación.
Si realmente deseamos más seguridad, educación, salud y empleo digno, es fundamental que construyamos una organización social fuerte, capaz de cambiar las condiciones de vida de los trabajadores y los sectores más vulnerables.
La lucha por un futuro más justo no puede ser ignorada. Los cambios necesarios requieren un compromiso colectivo para desafiar el sistema actual, que prioriza las ganancias sobre el bienestar humano.
La historia ha demostrado que sólo a través de la movilización y la unidad se pueden lograr avances significativos.
En conclusión, la guerra y el imperialismo están intrínsecamente ligados a la crisis del capitalismo contemporáneo.
Comprender estos vínculos es esencial para desarrollar una respuesta efectiva ante los desafíos que enfrentamos en México y en el mundo.
La construcción de un movimiento organizado que abogue por los derechos de todos es indispensable para enfrentar la injusticia y lograr un cambio real en nuestra sociedad. Sólo así podremos frenar el ciclo de violencia y pobreza que ha marcado la vida de millones.
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