Cuando hablamos de salud en nuestro país, es inevitable pensar en una gran deficiencia. Pareciera que este derecho, al que todos deberíamos tener acceso, no existe en la práctica, ya que sólo algunas personas pueden disfrutarlo.
Quienes cuentan con los recursos suficientes tienen acceso a tratamientos adecuados, medicamentos y un servicio de atención digno, dentro de lo que cabe.
La crisis del sistema de salud no sólo es reflejo de recortes presupuestarios, sino de una política que ha dejado sin atención médica a millones de mexicanos.
Este derecho, consagrado en nuestra Carta Magna, debe ser garantizado por los gobiernos. No es un regalo, pues todos contribuimos con nuestros impuestos para que se nos devuelva en forma de medicamentos y servicios de calidad, o al menos eso es lo que nos prometen cada año.
La Cuarta Transformación (4T) nos prometió, desde sus inicios, un sistema de salud comparable al de Dinamarca. Sin embargo, ha quedado demostrado que ni siquiera hemos logrado tener hospitales de esa calidad, y mucho menos un abastecimiento adecuado de medicamentos.
Esta es una situación que afecta, casi siempre, a la clase trabajadora. Andrés Manuel López Obrador, como bien dice el pueblo, “se la llevó cachetona”, pues entre la creación de un sistema de salud “nuevo” y la eliminación del anterior, se jugó con la salud de todos los mexicanos.
No me refiero sólo a la etapa de covid-19, donde miles perdieron la vida, sino a la situación cotidiana en la que los hospitales carecían incluso de medicamentos básicos o camas para atender emergencias.
Tras el recorte de recursos para 2025, el deterioro del sistema de salud continuará, ya que deberá funcionar con menos dinero. Se asignaron únicamente 881 mil millones de pesos (mdp), un 12 % menos que lo destinado en 2024, lo que representa una disminución real de 122 mil mdp.
La reducción de recursos y su mala aplicación han provocado una crisis en el sistema de salud mexicano desde hace décadas, agravada a partir de 2019, cuando AMLO decidió eliminar el Seguro Popular, que contaba con 52 millones de afiliados y cubría al 41 % de la población en ese año.
Esta situación no es exclusiva de un estado en particular, pues la falta de medicamentos se ha generalizado en las 32 entidades federativas. Un ejemplo cercano es lo ocurrido hace algunas semanas en el Hospital General de Ensenada, donde los médicos suspendieron la consulta externa debido a la falta de medicamentos e insumos médicos.
A través de un oficio, el director del hospital, José Juan Godínez Montaño, explicó que la suspensión se debió a la imposibilidad de surtir recetas de manera completa, lo que generó molestias y violencia verbal por parte de los pacientes.
Lo que vivieron los ensenadenses es lo que enfrentan miles de mexicanos al acudir a una consulta. Incluso, algunos sistemas estatales colapsan al no contar con medicamentos para tratar enfermedades como la diabetes, la hipertensión y otras, dejando a su suerte a quienes pagan por un servicio que no reciben.
Para quienes tienen recursos, la opción es comprar los medicamentos por su cuenta, pero para la gran mayoría de los mexicanos esto es casi imposible, ya que los salarios son miserables o, en el caso del trabajo informal, no alcanzan ni siquiera para cubrir un servicio básico.
La crisis que sufre nuestro país es el resultado de la falta de inversión en materia de salud. De ello depende la vida de miles de mexicanos, y por eso hoy necesitamos levantar la voz y exigir, al igual que con otros servicios como el agua, la vivienda y el drenaje, un sistema de salud digno.
No pedimos algo comparable a lo que nos prometieron, sino uno que garantice que los mexicanos tengamos la posibilidad de recibir atención médica adecuada.
Compañeros, no esperemos a que nos toque una tragedia para entender esta situación. Miremos a nuestro alrededor y analicemos lo que está pasando.
Observemos cómo miles de mexicanos sufren y, en algunos casos, mueren en camas o sillas de hospitales por falta de atención.
No estamos pidiendo nada regalado; exigimos lo que pagamos con nuestro trabajo y nuestros impuestos. Tenemos que disponernos a luchar ahora, porque mañana podría ser demasiado tarde.
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