El sistema de salud mexicano se encuentra en un estado crítico, y la situación parece empeorar con cada año que pasa. Desde hace varias décadas, los mexicanos hemos sido testigos de una decadencia constante en la calidad y accesibilidad de los servicios médicos, un problema que se ha agudizado en los últimos años y que pone en riesgo el bienestar de millones de ciudadanos.
La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia en 2018 trajo consigo grandes promesas de cambio y mejora en el sector salud. El mandatario aseguró que, bajo su administración, la atención médica en México alcanzaría niveles comparables a los de Dinamarca, un país reconocido mundialmente por su excelente sistema de salud. Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta a lo prometido.
La salud en México no sólo no ha alcanzado los niveles prometidos, sino que ha retrocedido a niveles alarmantes, dejando a millones de ciudadanos en riesgo y sin acceso a un sistema adecuado.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el gasto público en salud como porcentaje del PIB ha disminuido de 2.8 % en 2018 a 2.5 % en 2023, una tendencia preocupante que contradice directamente las promesas de mejora.
Además, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) de 2022 reveló que el 28.6 % de la población carecía de acceso a servicios de salud, un aumento significativo respecto al 16.2 % registrado en 2018.
La pandemia de covid-19 puso de manifiesto las graves deficiencias del sistema de salud mexicano. La respuesta gubernamental estuvo plagada de incoherencias y decisiones cuestionables.
Mientras otros países implementaban medidas estrictas de confinamiento y realizaban pruebas masivas, México optó por una estrategia de "brazos cruzados" que resultó en una de las tasas de mortalidad más altas del mundo.
Según cifras oficiales, México registró más de 330 mil muertes por covid-19, aunque expertos estiman que la cifra real podría ser mucho mayor.
La escasez de medicamentos, un problema crónico en el país, se ha agudizado en los últimos años. El desabasto ha afectado particularmente a pacientes con enfermedades crónicas y niños con cáncer.
Datos de la Secretaría de Salud muestran que en 2023, sólo el 70 % de las recetas fueron surtidas completamente en instituciones públicas, una cifra alarmante que pone en riesgo la vida de miles de mexicanos.
La infraestructura hospitalaria también ha sufrido un deterioro notable. El Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), creado para sustituir al Seguro Popular, ha sido incapaz de cumplir sus objetivos.
Según la Auditoría Superior de la Federación, en 2022 sólo se concluyó el 23 % de los proyectos de infraestructura hospitalaria programados, dejando a muchas comunidades sin acceso a servicios médicos básicos.
Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia, existe el temor fundado de que la situación empeore aún más. Su cercanía ideológica con López Obrador sugiere que continuará con las mismas políticas que han demostrado ser ineficaces y perjudiciales para el sector salud.
La posibilidad de que se mantenga el enfoque actual, caracterizado por recortes presupuestarios y una gestión deficiente, augura un futuro sombrío para la salud pública en México.
Es evidente que el sistema de salud mexicano requiere una transformación profunda y urgente. Sin embargo, las políticas implementadas en los últimos años han demostrado ser insuficientes y, en muchos casos, contraproducentes.
La brecha entre las promesas hechas y la realidad que enfrentan millones de mexicanos cada día es cada vez más amplia.
Como nación, nos encontramos en un punto crítico. La salud no puede ser un lujo o una promesa vacía; es un derecho fundamental que debe ser garantizado por el Estado.
La salud en México no solo no ha alcanzado los niveles de Dinamarca, como se prometió, sino que ha retrocedido a niveles alarmantes. Es hora de exigir acciones concretas y resultados tangibles. El futuro de la nación depende de ello.
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