En sus más de 600,000 km2, la Sierra Tarahumara ofrece un importante número de lugares turísticos como: El Picacho, Sinforosa, Wuerachi, las Barrancas del Cobre, el Lago de Arareco, el Valle de los Hongos, la Cascada de Basaseachí, el Divisadero Barrancas y el Valle de los Monjes, solo por mencionar algunos. Estos y otros lugares son visitados durante todo el año por turistas nacionales y extranjeros, quienes se quedan maravillados por la riqueza natural de la zona, por sus tradiciones y la cultura rarámuri que en ella habita.
La Sierra Tarahumara también abarca parte del estado de Durango y Sonora, donde se pueden localizar asentamientos indígenas como tepehuanes, pimas, guarojíos y mestizos, siendo los raramuris los que tienen mayor población, de ahí el nombre que recibe la zona como Sierra Tarahumara.
Los raramuris (el de los pies ligeros o corredores a pie), desde siempre ha sido un pueblo tranquilo, trabajador, protector de la naturaleza, pero también ha sido un pueblo golpeado por la pobreza, el olvido, por los malos gobiernos que no han logrado establecer una estrategia para sacarlos de la miseria, por las sequias que se han presentado en el estado y que recrudece su condición de pobreza.
Según datos del INEGI, en el estado existen más de 50 mil raramuris, muchos de ellos viviendo en las principales ciudades como Chihuahua, Delicias, Cuauhtémoc, Parral y Cd. Juárez, estas familias se vieron obligadas a dejar sus pueblos por diferentes razones, entre ellas la inseguridad, la falta de empleo, la búsqueda de una vida mejor para ellos y su familia.
En la Sierra la situación se complicó aún más con la pandemia repercutiendo en un mayor empobrecimiento de las familias, ocasionó que las actividades relacionadas a la vida cotidiana se pusieran en pausa en toda la República Mexicana, y Chihuahua junto con la Sierra Tarahumara no fueron la excepción.
Aunado a lo anterior, los habitantes de esa zona han tenido que soportar las fuertes sequías que han provocado la pérdida de cultivos, tales como el maíz y frijol, así como, la pérdida de ganado, junto con la falta de acceso a agua potable y el no poder trabajar las tierras, la hambruna y pobreza han aumentado.
Una de las pocas fuentes de ingreso de las familias era la derrama económica que generaba el turismo en la zona del recorrido del Chepe (venta de artesanías, comida, servicios), la cual también se ha visto afectada debido a la falta de visitantes en las comunidades más emblemáticas del estado por cuestiones de inseguridad. Como consecuencia de todos los factores antes mencionados, los habitantes de las comunidades tarahumaras sufren de desnutrición y hambruna lo cual repercute en el desarrollo físico y mental de niños y jóvenes y adultos mayores.
Los programas que implementa el gobierno federal y estatal para tratar de resolver esta situación para las familias de la zona serrana, no han surtido el efecto esperado, pues son al vapor, son pastillas que no curan la enfermedad, solo la medio controlan un poco, pero el problema no desaparece. Urgen acciones encaminadas a resolver el problema de raíz, donde las familias tengan un empleo bien pagado, vivan sin miedo, tengan acceso a los servicios de salud y educación, a carreteras bien construidas, a espacios dignos donde puedan seguir manteniendo sus tradiciones, su lengua. Para ello se requiere un gobierno humanista, progresista, que realmente emane del pueblo y vea por el pueblo.
Lo que pasa en la Sierra Tarahumara, pasa en todo el territorio nacional, por ello, es necesario seguir trabajando en la organización, politización y educación del pueblo para fortalecer aún más ese musculo que lucha todos los días por acabar con la desigualdad y mala distribución de la riqueza nacional, el Movimiento Antorchista Nacional.
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