Las causas de los accidentes de trabajo, dicen los voceros del sistema, ocurren siempre por el descuido o negligencia de los trabajadores, por su falta de pericia o experiencia a sabiendas de que tanto herramientas como equipos de trabajo son peligrosos. En consecuencia, si la responsabilidad es del trabajador, no hay razón de cambiar las condiciones de trabajo o buscar mecanismos de protección ante los accidentes de trabajo que tan frecuentemente ocurren en las empresas.
Sin embargo, se ha demostrado que los accidentes de trabajo ocurren fundamentalmente por dos razones: las malas condiciones de trabajo y la nula vigilancia de parte de las autoridades laborales o del gobierno. Las malas condiciones de trabajo no dependen de la actitud moral de la empresa o de su posición negrera hacia los trabajadores, sino es una condición sin la cual no podría obtener una mayor utilidad. En efecto, al no comprar equipo de protección, al no invertir en el mejoramiento en las condiciones de trabajo y al no comprar medios de producción más sofisticados tecnológicamente, su ganancia es mayor.
La nula vigilancia de las autoridades es el pan de cada día en las empresas. Aunque existe una legislación en materia de riesgos y seguridad en el trabajo ésta es letra muerta. La autoridad se ha convertido en la alcahueta de las empresas que no cubren las condiciones mínimas de trabajo, de esa forma contribuyen en el aumento desmedido de los accidentes de trabajo; es decir, que el Estado saca las manos y permite que las empresas hagan y deshagan a su conveniencia, jugando su verdadero papel en la economía de mercado.
Tanto las malas condiciones laborales como la nula intervención estatal son elementos naturales del modo de producción capitalista. Sin embargo, su exacerbación se presentó en los albores del capitalismo, cuando el capital estaba en desarrollo y dio rienda suelta a su acumulación como, por ejemplo, lo denuncian con genialidad los cortometrajes de Charles Chaplin cunado es atrapado por los rodillos de la máquina.
En pleno siglo XXI, cuando la tecnología ha avanzado vertiginosamente, cuando el hombre controla en gran medida la naturaleza y cuenta con la legislación e instituciones pertinentes, los accidentes de trabajo deberían reducirse al máximo.
Esta reflexión viene a colación por el accidente que hace apenas unos días sufrieron 15 trabajadores de una mina de carbón ubicada en la comunidad “Las Conchas”, en el paraje “Agujita”, municipio de Sabinas, Coahuila. De los 15 mineros, cinco lograron salir y 10 más están atrapados y sigue la búsqueda de las autoridades por rescatarlos. “El accidente ocurrió cuando trabajadores, en el desarrollo de sus actividades de excavación, se toparon con un área contigua llena de agua, que al derrumbarse provocó una inundación, dejando atrapados a un grupo de mineros” señala la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (unotv.com.mx).
Todo indica que terminará en tragedia, aunque la esperanza nunca muere. No es la primera vez que ocurre esto: en 1969 se derrumbó una mina en Barroteran, Coahuila, matando a 157 obreros mineros; en 2006 en Pasta de Conchos, Coahuila, murieron 65 obreros cuyos cuerpos aún no se localizan; el 4 de junio de 2021 siete obreros murieron cuando una barrera no soportó la presión del agua y con toda su fuerza corrió por túneles dejando a trabajadores atrapados en la mina Micarán del municipio de Múzquiz, Coahuila. Según la organización Familia Pasta de Conchos, en la entidad se han presentado más de 300 accidentes y más 3 mil muertos debido a “que el Estado no ha implementado protocolos y medidas de no repetición para garantizar que accidentes como el de este miércoles, en Coahuila, dejen de ocurrir” (noroeste.com.mx del 5 de agosto).
¿No se pudo conocer en qué momento encontrarían el cause del río?, ¿No se pueden prever métodos de salida de emergencia en caso de derrumbes o de inundaciones? El gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme Solís, salió a decir que estas minas “no tienen planos y por eso dificulta el rescate” y señaló que se van a trabajar en “otras formas de economía para darle empleo a la gente de la zona carbonífera”. Y por qué la Secretaría de Trabajo y Previsión Social no tiene los planos. Y si se van a crear nuevas formas de empleo, ¿En cuántos años comenzará eso?
Lo que subyace en los accidentes de trabajo es el afán de las empresas de acumular cada vez más ganancias reduciendo los costos de producción. De lo que se trata es obtener una mayor utilidad y esto no puede ser si se invierte en mejores métodos de producción y en mejores medidas de seguridad para reducir los riesgos de trabajo. El caso de los mineros de Coahuila nos demuestra que al capital no le interesa la vida del obrero, no le interesa su familia y el dolor que genera ante semejantes acontecimientos. En este sentido, los capitalistas deberían pensar si este es el mejor método para enriquecerse ya que se ha demostrado, también, que se pueden mejorar las condiciones laborales obteniendo así un mayor rendimiento de los trabajadores.
Por ahora, mientras no exista un Gobierno que en verdad represente los intereses de los obreros, no pensemos que las empresas y las autoridades laborales verdaderamente van a implementar medidas de seguridad para reducir al máximo los accidentes de trabajo.
Los mineros de Coahuila y de México deberán reflexionar una vez más si la salida a este problema es la inactividad. En la historia se ha demostrado que tragedias como estas han sido el germen de un movimiento por las reivindicaciones de los trabajadores y ha sido el despertar de una verdadera conciencia política para todo el pueblo trabajador.
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