En nuestro país, después de cuatro años del gobierno morenista, con la consigna de su ilusoria Cuarta Transformación, que encabeza el mesiánico presidente Andrés Manuel López Obrador, observamos que, en la realidad, sus discursos no dejan de ser engañosos y demagógicos, y quienes pagan las secuelas de su deficiente ejercicio del poder público son las familias mexicanas, principalmente el pueblo marginado, vulnerado y sumido, cada vez más, en la pobreza, consecuencia de la materialización de la explotación que este sistema capitalista impone a la clase trabajadora de nuestro país, mediante la implementación de políticas públicas que incrementan las desigualdades que imponen un gobierno sometido a la voluntad de los grandes adinerados.
Una consecuencia de esta situación es la patente violencia que, en sus diferentes manifestaciones, experimentan cotidianamente nuestras familias, es decir, el pueblo humilde mayoritario que integra esta nación, situación que representa una amenaza grave constante para la integridad personal y social, y que mientras no se resuelva esta problemática de fondo atendiendo sus causas más profundas, no se podrá garantizar de ninguna forma el bienestar social e individual del pueblo mexicano, incluyendo con los discursos dogmáticos obradoristas que carecen de sustento científico y realistas
En principio, recordemos los mensajes del mismo López Obrador en su toma de protesta al inicio de su mandato como presidente de la república, cuando dijo que, en su administración, se acabaría con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México, que son la causa principal de la desigualdad: “Otro propósito del nuevo gobierno será la separación del poder económico del poder político. El gobierno ya no será un simple facilitador para el saqueo, como ha venido sucediendo… El estado se ocupará de disminuir las desigualdades sociales. No se condenará a quienes nacen pobres a morir pobres. Todos los seres humanos tienen derecho a vivir y ser felices… Se instalará un nuevo modelo económico…”. Lo cual, a la luz de los hechos y de sus resultados como gobierno fueron puras palabras huecas y sin sentido de realización, es decir, demagogia pura, ya que las acciones, tomas de decisiones y consecuencias prácticas de su administración demuestran lo contrario.
Un marco de referencia para medir este fenómeno son los elevados indicadores de violencia y la incidencia delictiva registrados en primer término por las fuentes oficiales y de investigación periodística. Al respecto, recientemente, se publicó en medios nacionales que “en 50 meses del gobierno de López Obrador, México acumula un total de 144 mil 210 homicidios dolosos bajo la nombrada cuarta transformación”, lo anterior, según el reporte de T-ResearchMX, que se sustenta con datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, mediante lo cual se compara que en cuatro años de gobierno.
Felipe Calderón acumuló un total de 71 mil 442 muertos, y Enrique Peña Nieto, 92 mil 675, mientras que en el sexenio morenista se registran ya 144 mil 210. Asimismo, El Financiero, publicó el 22 de diciembre de 2022 que “el incremento de la violencia en el país disparó, en 2022, 83.52 por ciento los asesinatos de niños y adolescentes”, según alertó la organización Save the Children.
Por otra parte, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) referente al tercer trimestre del 2022, registró que, en septiembre de 2022, el 64.4% de la población de 18 años y más consideró inseguro vivir en su ciudad, y este mismo periodo el 70.5% de las mujeres y 57.2% de los hombres consideraron que es inseguro vivir en su ciudad, estos casos son solo algunos indicadores que ilustran este fenómeno.
Esta situación, la violencia en sus diferentes manifestaciones, se ha vuelto cotidiana en nuestra forma de vivir, de tal forma que, como sociedad, y también como gobierno, se ha normalizado la ocurrencia de actos violentos que vulneran a nuestras familias, y que el gobierno, principalmente nuestro presiente López Obrador, no conoce la dimensión real de la problemática, toda vez que sus cifras oficiales, por lo menos en cuanto a la incidencia delictiva, se basan en los casos de quienes acuden a las fiscalías generales a levantar sus denuncias por las que se generan carpetas de investigación, aunque no significa que se resuelvan, pero ocurre que, según datos del Inegi, apenas un 10.1% de los delitos que se cometen son los que se denuncian, lo que contrariamente representa un alarmante 89.9% de casos no se registran en las fuentes oficiales, cifra negra que refiere la dimensión exponencial real de esta problemática, así como la falta de conocimiento de la realidad por parte de las autoridades, y en consecuencia su errático tino para implementar programas de prevención, combate y erradicación de la violencia, pues sus diagnósticos alejados del conocimiento y rigor científico, se basan en puras propuestas ingenuas, mediáticas y más propagandísticas que otra cosa.
Pero la prueba más contundente e irrefutable de este grave y doloroso malestar de nuestro país es la violencia que experimentamos, día a día, en nuestros hogares, con nuestras familias, amigos, vecinos y compañeros, esa violencia que no se puede ocultar, y que aunque toma diferentes formas, sus causas son las mismas, es decir, la injusticia y desigualdad que impera en nuestro país, consecuencia de la inequitativa distribución de la riqueza y del imperio de este sistema de explotación capitalista rapaz e inhumano que se ha instalado en nuestro México con sus características muy particulares, y que nuestros gobiernos, principalmente el actual, está imposibilitado a combatir porque es producto de los ajustes de este mismo sistema, no es capaza de encontrar las contradicciones del mismo, y mucho menos de actuar para transformarlo en uno mejor.
Por tal motivo, los antorchistas nos hemos propuesto organizarnos y llevar al pueblo de la mano, a todos, para que tome conciencia de esta realidad, de su explotación y de las injusticias que se derivan de ello, que se quiten las vendas que les impiden darse cuenta de que las situaciones que el gobierno quiere hacer valer con normalidad no lo son, que una forma de vida mejor, con condiciones de bienestar para sus familias es posible, pero que hay luchar para lograrlo y para poder tener éxito hay que combatir a la clase explotadora y arrebatarle el poder, para que después, mediante la dictadura del proletariado se pueda construir mejores condiciones para todos. Esa es nuestra lucha, pero tenemos que ir caminando paso por paso, tarea por tarea, pero eso sí, con un plan de acción bien definido con el compromiso firme y con una organización fuerte y consolidada como es el Movimiento Antorchista.
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