MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Un llamado a los obreros en su día

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El 4 de mayo de 1886, en los albores de la Revolución Industrial, una huelga por reivindicar la jornada laboral de ocho horas en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, desembocó en una revuelta que tuvo como saldo varios heridos y la condena a muerte de cinco trabajadores, a quienes se les conoció como los “mártires de Chicago”.

Por ello, el Congreso Obrero Socialista de la II Internacional denominó el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores en 1889. A partir de ahí, en buena parte del mundo se conmemora dicha fecha como símbolo de la lucha obrera y las reivindicaciones de sus derechos laborales.

El marxismo ha señalado que la lucha sindical no ataca de raíz la condena a la que se encuentra sometida la clase trabajadora, pues las luchas por demandas inmediatas forman parte del engranaje del capitalismo.

Es cierto que la lucha obrera ha dado grandes resultados en la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores. Sin embargo, no ha eliminado de raíz la condición de clase oprimida, ya que en esta sociedad capitalista, la riqueza es producto del trabajo que se obtiene del uso de los medios de producción, lo cual solo es posible mediante la explotación del trabajo asalariado.

Es decir, mediante la fuerza de trabajo del obrero, a quien le corresponde, como productor de la riqueza, solo la parte equivalente a su salario, a sus medios de vida, señaló Marx; mientras que quien tiene la propiedad del capital utilizado en la producción se apropia del producto del trabajo no pagado, es decir, la plusvalía, y lo recibe vía las ganancias.

Dicha situación coloca tanto a los obreros como a los dueños de los medios de producción como clases con intereses absolutamente antagónicos, o lo que el marxismo denomina lucha de clases.

Esta se ha desenvuelto históricamente en torno al capital, pues el poco beneficio que puede obtener la clase obrera depende de las ganancias que obtiene el capitalista dueño de la empresa. De ahí la sujeción que presentan los trabajadores. De esto se desprende que la liberación de la clase obrera sólo será posible fuera del sistema capitalista de producción.

El marxismo, como ciencia social, ha señalado que la lucha sindical para mejorar las condiciones de la clase obrera no ataca de raíz la condena a la que se encuentra sometida como clase, pues las luchas por demandas inmediatas forman parte del engranaje lógico del capitalismo, imposibilitando una liberación real de la clase obrera.

Por ello, para desterrar para siempre las condiciones lamentables de los trabajadores como clase social, se requiere terminar con su condición de clase obrera; de no hacerlo, el sistema de explotación se perpetúa.

Sin embargo, los obreros no sólo son obreros; antes que todo, son personas con determinada libertad, por ejemplo, la libertad de protestar en contra de su condición de explotación o seguir siendo obrero explotado.

La posibilidad de decidir entre una u otra alternativa los convierte en sujetos racionales, que deben comprender que las luchas obreras en sí, como cualquier otra lucha aislada, no cumplen con el carácter revolucionario.

Para ello, deben presentar los intereses individuales de grupo como intereses en general de todos, es decir, luchar por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores debe ampliarse a la lucha por cambiar la sociedad en su conjunto. Esto, en extensión, significa cambiar el sistema, convirtiéndose en una lucha revolucionaria efectiva.

Para ello, la clase trabajadora debe concebirse como tal, como la vanguardia, erigiéndose como la nueva clase dominante que represente sus propios intereses y los intereses de la mayoría, erradicando el modelo económico y con él todas sus inconformidades.

A esto Carlos Marx le denominó auténtica lucha revolucionaria, instalando la lucha política de los obreros como aquella que abarque a toda la sociedad, pugnando los intereses de las demás clases sociales, dando pie así a un nuevo modelo económico, uno más justo, más racional, más equitativo.

Por tanto, el llamado que el Movimiento Antorchista hace respetuosamente a la clase obrera en su día es unirse al pueblo en general, fundirse con ellos, darse cuenta de que la legitimidad de su lucha es la misma que la del proletariado en general. Liberarse de la explotación y con ello de la gran desigualdad social que sufre la sociedad en este sistema económico capitalista de producción.

Dicha sinergia entre la clase obrera y el proletariado dará como resultado la fuerza política que hará ese gran cambio, produciendo con ello una nueva forma de sociedad. Hacia allá debemos trabajar todos juntos. El antorchismo a eso nos dedicamos y ese es nuestro destino.

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