El movimiento obrero, campesino y popular ha sido sometido a un adormecimiento generado a través del ilusionismo de una camarilla de empresarios y sus servidores disfrazados de izquierda. Para lograr ese peligroso letargo dañino para los trabajadores y sus familias, han utilizado el mismo dinero del pueblo y con él han logrado un triple propósito que ha dado como resultado el incremento de las ganancias de los más acaudalados; el reparto o distribución de apoyos económicos directos que no es más que la compra de conciencias, el aparente aumento del salario y las cuantiosas inversiones en los tres proyectos impulsados aún a costa del grave deterioro que han ocasionado a los ecosistemas; todos ellos están sostenidos en las contribuciones económicas que salen de la población y no de un reparto más equitativo de la riqueza generada en la producción.
Esta distribución desigual continúa inalterable; las ganancias de los grandes empresarios no se han visto disminuidas y continuarán sin pérdida mientras se perpetúe la apropiación privada de la riqueza socialmente generada. Los únicos problemas que pudieran enfrentar los latifundistas e industriales, son producto de la rivalidad y competencia por acaparar los mercados que se genera entre ellos como resultado de su intención de acrecentar sus ganancias y su poder económico.
Algo de la responsabilidad de este letargo en el movimiento obrero, campesino y popular, recae directamente en sus organizaciones sociales y más concretamente en la dirección de ellas. Si hacemos a un lado a aquellas que se han creado con la firme intención de apuntalar al régimen y que, por tanto, actúan como mercenarios y proxenetas, nos encontraremos con una gran cantidad de otras que han seguido, tal vez sin pretenderlo conscientemente, el juego perverso de la política de los poseedores para mantener sometidos a los desposeídos.
Desde los primeros años del siglo XX, Lenin, el infatigable revolucionario ruso, advertía de los problemas que los movimientos revolucionarios presentan como resultado de una falta de preparación y claridad de sus organizaciones sociales; desde un lento avance hasta el desconcierto y la confusión que siembran en ellas los portavoces de las tendencias no revolucionarias que desvían del objetivo principal a quienes luchan por acabar con estas relaciones injustas de miseria y explotación.
Estos dos peligros, palpables en el estado actual del movimiento de nuestro país, no son, de ninguna manera ficticios, sino reales y concretos. Observamos la creciente miseria de los trabajadores y la lenta y endeble actuación de sus organizaciones para defender sus intereses; también es palpable la desorientación que hacen quienes pregonan los falsos beneficios permanentes que las reformas han proporcionado al pueblo, quienes dicen buscar una conciliación de las dos clases antagónicas en un capitalismo más humano y quienes quieren hacer creer a los demás que este gobierno es de izquierda.
Para transformar conscientemente este lacerante estado de cosas para millones de compatriotas, para construir los cimientos de una sociedad más equitativa, es necesaria la preparación y la claridad en los objetivos que sólo proporciona un concienzudo análisis que parte de nuestra realidad concreta, que incorpora las múltiples variables, las somete a los principios de una metodología de análisis correcta y que es capaz de obtener una interpretación acertada de los fenómenos del universo; es decir, es indispensable la producción y lucha teórica que debe desplegarse ante el embaucamiento del pensamiento opresor y que debe orientar el esfuerzo honesto de los luchadores sociales.
La importancia de hacer frente al ilusionismo enajenante propagado desde los aparatos ideológicos al servicio de la clase gobernante y sus lacayos, recae en la necesidad del desarrollo de la conciencia de todos los trabajadores, del reconocimiento de su situación económica y de sus capacidades como clase social, y este, a su vez, se apoya en el desenmascaramiento de todas las fechorías y triquiñuelas que cometen los grandes acaudalados en nuestro país y en el mundo en contra de los pobres y de los países subdesarrollados.
Este reconocimiento de la situación actual, de las condiciones económicas y políticas de los trabajadores, unido al reconocimiento de su fuerza y de sus objetivos históricos, son indispensables para abandonar ese adormecimiento y comenzar a forjar las bases de una sociedad en la cual existan las condiciones adecuadas para eliminar todos los padecimientos que impiden al pueblo acceder a una vida digna, sin sufrimientos ni incertidumbres; esta es una de las tareas que se deben librar en el terreno ideológico y su importancia es tal, que no es posible desentenderse de ella sin condenarse al estancamiento, a la simulación y al engaño.
Por el contrario, otorgarle la importancia que merece e incentivar y difundir el conocimiento y cultivo de la conciencia, se traduce siempre en un crecimiento paulatino y en una orientación correcta del movimiento popular.
En esta batalla ideológica frente al pensamiento opresor se enmarca la aparición del libro “La crisis terminal del capitalismo”, obra del secretario general del Movimiento Antorchista Nacional, ingeniero Aquiles Córdova Morán. En este aporte a la literatura revolucionaria, el autor denuncia las atrocidades cometidas por el imperialismo desde sus orígenes hasta su fase superior; señala claramente sus intenciones por adueñarse del mundo, previene de la posibilidad del estallido de una nueva contienda mundial a causa de su insaciable ambición, ofrece una caracterización acertada de los bloques o polos que se han conformado y de sus pretensiones, explica concisamente la esencia del sistema capitalista, su carácter explotador, su falta de principios humanistas y, señala las tareas que corresponden a los mexicanos que luchan por un mundo más equitativo.
No es posible separar el movimiento social en México del que se desarrolló históricamente en otros países; menos aún del contemporáneo, que, después de una etapa de reorganización, resurge con vigor y pone a temblar al imperialismo, sobre todo, al norteamericano anhelante de un mundo unipolar. De esta manera, el autor recoge las experiencias de esa lucha internacional, útiles para el enriquecimiento del que se desarrolla en nuestro país, sin que por eso deje de señalar los errores cometidos por los que en algún momento lograron poner en marcha en otras regiones el proyecto socialista.
La contribución del pensamiento plasmado en este libro, corresponde a la tarea ineludible que consiste en dotar al proletariado de su propia independencia ideológica, de su propia teoría, indispensable para la fortaleza de los movimientos, y para evitar su extravío a causa de prestidigitadores políticos o de ese ejército de celestinas pagadas o gratuitas por el poder de la oligarquía mexicana.
También representa el cumplimiento del deber que el proyecto fundado, entre otros, por el ingeniero Aquiles Córdova, el Movimiento Antorchista Nacional tiene con todos los pobres de nuestra patria; en palabras del Doctor Abel Pérez Zamorano: “… la trascendencia de esta obra (del texto) es inmensa, si las clases trabajadoras, el pueblo, los obreros, los campesinos no despiertan, no abren los ojos, no podrán dar la lucha; es decir, como alguna vez dijo el presidente Mao Tse Tung, el pueblo es un gigante fuerte, grande, pero está dormido. ¿Y cuál es la tarea de los revolucionarios del mundo? Despertar a ese gigante para que se ponga en pie y él sea el que haga justicia; nadie hará justicia por él, él la tiene que hacer, pero mientras esté dormido, no podrá levantarse a hacer justicia y despertar al gigante. De ahí la trascendencia de la lucha ideológica: si no damos esa lucha no lo despertaremos y si no lo despertamos, él no podrá ejecutar los cambios necesarios en el mundo”.
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