En Guerrero, la producción se ha mantenido en un aproximado de un millón 85 mil toneladas por año en los últimos tres años, a pesar de los estragos causados por los recientes huracanes “Otis” en 2023 y “John” en 2024.
Sin embargo, este “equilibrio” oculta una realidad que nos debe preocupar: las pérdidas en la Costa Grande y Costa Chica han sido severas, y las autoridades no han brindado alternativas viables para la recuperación del campo guerrerense.
La crisis agrícola no se soluciona con cifras promedio que ocultan los verdaderos problemas regionales, sino con estrategias y apoyos concretos que atiendan las necesidades de los campesinos en cada región.
Según datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en la región Costa Grande se ha cosechado solo el 41.8 % de la superficie sembrada en 2024, lo que indica que se mantiene la misma tendencia de los años pasados.
Esto se compara con la región Tierra Caliente, donde la tasa de cosecha alcanza el 92 %, pues los campesinos de Atoyac de Álvarez informaron, en entrevistas, que luego del paso de los huracanes más de la mitad de la producción se perdió y el apoyo recibido fue insuficiente.
El programa “Sembrando Vida”, que busca apoyar a los productores con incentivos económicos, no ha sido una solución viable y efectiva para enfrentar dicha crisis. Este programa, que otorga 6 mil pesos mensuales a los campesinos registrados, se enfoca más en la reforestación que en la producción de cultivos básicos como el maíz.
La devastación que dejaron los huracanes en las zonas agrícolas del estado ha sido ignorada en gran medida por los gobiernos locales, estatales y federales. A pesar de los discursos sobre el apoyo a los campesinos, las cifras demuestran lo contrario: la producción de maíz en la Costa Grande cayó un 8.2 % de 2022 a 2024 y en la Costa Chica un 7.6 %.
Los productores no han tenido otra alternativa más que endeudarse para volver a sembrar, sin acceso a créditos accesibles ni seguros agrícolas eficientes.
Aunque la producción de maíz en otras regiones como el Centro y el Norte ha crecido, esto solo ha servido para maquillar las pérdidas en la Costa Grande y Costa Chica.
La crisis agrícola no se soluciona con cifras promedio que ocultan los verdaderos problemas regionales, sino con estrategias y apoyos concretos que atiendan las necesidades de los campesinos en cada región.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador presumió una política agrícola que, en la práctica, ha resultado ineficaz para los campesinos guerrerenses. Sembrando Vida y otros programas sociales están diseñados más para la propaganda electoral que para resolver los problemas reales del campo. La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, lejos de solucionar estos problemas, repite el mismo discurso de su antecesor sin comprometerse a cambios que ayuden realmente a los campesinos.
Por su parte, el gobierno de Evelyn Salgado ha demostrado una incapacidad total para gestionar apoyos efectivos. La burocracia y su desorganización han hecho que los pocos recursos que se tienen lleguen tarde o simplemente no lleguen. Mientras tanto, los campesinos siguen luchando contra las inclemencias del tiempo y la indiferencia gubernamental.
Si no se toman medidas urgentes, la crisis del campo en Guerrero seguirá profundizándose, afectando no solo a los productores, sino también la seguridad alimentaria en nuestro estado. Y mientras los discursos oficiales sigan sin traducirse en acciones concretas, los campesinos seguirán enfrentando sólo la adversidad del clima y la indiferencia gubernamental.
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