Es verdaderamente alarmante la violencia que existe en todo el país. Como puede observarse diariamente en los medios de comunicación, esta violencia generalizada no solo ha aumentado en cantidad sino en la forma en cómo se llevan a cabo y en los sectores y grupos que permean principalmente en mujeres y niños que son víctimas de este flagelo social. Tan solo el año pasado este fenómeno ha aumentado de intensidad.
El periódico digital Forbes México del 9 de noviembre de 2021 encabeza su nota: “ONG (Organización No Gubernamental) reporta más 4,500 hechos de extrema violencia en México...” y más abajo dice: “La organización civil Causa en Común ha documentado 4,527 hechos de extrema violencia catalogados como atrocidades entre enero y octubre de 2021 [...] Además de la destrucción de cadáveres, Causa en Común enunció como las atrocidades más comunes la tortura (con 924 casos), el hallazgo de fosas clandestinas (520), las masacres (459) y el asesinato de mujeres con ‘crueldad extrema’ (389)”.
El 30 de diciembre, el medio El País informa “México cierra un año negro con más de 3.000 mujeres asesinadas. De enero a noviembre de 2021 en México fueron asesinadas 3.462 mujeres, un promedio de 10 al día. Del total de mexicanas asesinadas, 2.540 fueron víctimas de homicidio doloso, mientras que 922 sufrieron feminicidio por razón de su género, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP)”. Finalmente, el Sol de México del 6 de enero de 2022, en pleno día de reyes, dice “más de 700 menores murieron por violencia armada en 2021 […] Al presentar el balance anual, (la ONG Red por los Derechos de la Infancia) dio a conocer que, en total, los homicidios de personas entre 0 y 17 años aumentaron un 2.7 por ciento, de dos mil 182 a dos mil 240 entre los meses de enero a noviembre de 2020 y 2021.”
La violencia generalizada es directamente proporcional a la desigualdad que en los últimos años viene aumentando en nuestro país. Proceso.com.mx del 7 de diciembre señala “México es uno de los países más desiguales del mundo, afirman los expertos del World Inequality Lab (Laboratorio Mundial de la Desigualdad)”. Entre los autores del estudio se encuentra Thomas Piketty autor del multigalardonado “El capital en el siglo XXI”, entre otros. El estudio señala que: “Tras recalcar que desde el inicio del siglo XX y hasta la fecha, contrario a lo que pasó en otras regiones del mundo como Europa y Asia, los ingresos del 10% de la población mexicana más acaudalada fueron y siguen siendo 30 veces superiores a los del 50% más desfavorecidos ya que los primeros concentran en forma permanente entre 55 y 60 % del total de los ingresos y que los segundos solo aceden al 8 y 10%..”. En el campo de la riqueza dice: “La riqueza promedio de los hogares en México es de 833 mil 660 pesos. La mitad de la población más pobre no cuenta con riqueza alguna. Es más, su riqueza neta es negativa lo que significa que por lo general tiene más deudas que bienes. Contrasta esa situación con la del 10% de los hogares más acomodados que disponen de una riqueza promedio de seis millones 561 mil 490 pesos acumulando así 62% del total”.
Desde tiempos remotos en que apareció la propiedad privada sobre los medios de producción, la violencia en todas sus formas ha sido el mecanismo para poseer bienes. En efecto, al dividirse la sociedad entre poseedores y desposeídos devino una lucha de clases permanente en todas las sociedades que han existido, por lograr conquistar la “felicidad” que otorga las riquezas. De esta manera, las guerras, las luchas intestinas de los países, el despojo de los sectores más desprotegidos ha sido el motor de la historia. La era del capital no es la excepción. En el modo de producción capitalista los poseedores de los medios de producción aumentan sus riquezas a través de la violencia en todas sus formas creando una profunda desigualdad. La explotación en las fábricas, por ejemplo, se ejerce con la violencia psicológica y laboral más atroz que haya tenido la humanidad.
La sociedad capitalista es la sociedad de la producción de mercancías. Las mercancías producidas requieren ser vendidas y por ello se abarrotan en los mercados y las grandes cadenas comerciales. Si el número de compradores se reduce, la ganancia del capital se detiene y comienza una época de crisis. Por lo tanto, el capital necesita vender y no le importa la forma en que los compradores adquieren las mercancías. La existencia de la desigualdad nos lleva a que no haya mecanismos para distribuir equitativamente el ingreso y la riqueza y, por lo tanto, los mecanismos de adquisición de las mercancías, sea por medio de la violencia. Ahí donde la desigualdad es abismal, el número de organizaciones criminales y delincuentes, el número de salteadores, de extorsionadores, de robos, de asaltos, de violaciones, se multiplica y aumenta vulnerando el tejido social. Hoy vemos a niños asesinados, mujeres ultrajadas, violadas, hombres desmembrados o descuartizados a causa de la violencia generalizada. El sistema, genera una deshumanización gigantesca, una descomposición social que no tiene límites ni precedentes en la historia.
La violencia en nuestro país se puede explicar también de tres formas: por un lado, el hecho real de que unos no tienen riquezas y buscan por todos los medios en adquirirla, por otro lado, la existencia de una cultura de la concentración y acumulación que predomina en la sociedad y que ha permeado o se ve reflejado ineludiblemente en los sectores más desprotegidos. Por ejemplo, es bien sabido que los capos más importantes de nuestro país han tenido su origen en los sectores más pobres de nuestra sociedad y que han llegado a amasar grandes fortunas. Asimismo, sabemos que los sectores que más cometen delitos, que más caen en la delincuencia organizada o no organizada, son los sectores más pobres mismos que son víctimas de la violencia. Es decir, los hombres, mujeres y niños que mueren son hijos del pueblo pobre. Finalmente, la violencia tiene que ver con la falta de educación, de oportunidades, de buenos salarios, es decir, de una política social desde el Gobierno para remediar de manera más profunda el mal al que nos referimos.
Podemos concluir que 1) la causa esencial de la violencia en México es la injusta distribución de la riqueza que produce el modo de producción capitalista imperante; 2) que su combate serio solo puede lograrse en la búsqueda de un reparto más equitativo de la renta nacional; 3) que la política de seguridad actual, sean las armas o sea la política de “abrazos y no balazos” no tendrá un efecto real si no se ataca la causa principal. Si no se cambia la política económica y social no sólo continuará la ola de violencia que azota al país, sino que se agudizará en su cantidad y calidad como bien se pronostica por muchos expertos a través de los medios de comunicación.
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