Guerrero es, sin duda, uno de los estados más golpeados por la pobreza en México y las cifras no mienten: según el último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el 22.2% de la población guerrerense vive en situación de pobreza extrema.
Guerrero lidera las estadísticas nacionales en carencias sociales: el 71.6% de la población carece de acceso a la seguridad social, el 52.7% no tiene servicios de salud adecuados y el 53.9% vive sin servicios básicos en su vivienda.
Esto significa que aproximadamente 800 mil personas enfrentan condiciones donde la falta de acceso a alimentación, salud, vivienda y educación es una constante. Además, un millón 100 mil habitantes en zonas rurales sufren inseguridad alimentaria severa o moderada.
Esta realidad evidencia que ningún gobierno ha logrado revertir la tendencia histórica de desigualdad y marginación en Guerrero. Los programas sociales actuales, presentados como “soluciones milagrosas” por el gobierno federal, son solo paliativos que no atacan las raíces estructurales del problema.
La expansión de la pensión para adultos mayores, el Programa de Fertilizante Gratuito, IMSS-Bienestar, la construcción de un hospital de tercer nivel en Acapulco o programas como Sembrando Vida, no han generado un impacto significativo en la disminución de la pobreza.
Guerrero lidera las estadísticas nacionales en carencias sociales: el 71.6% de la población carece de acceso a la seguridad social, el 52.7% no tiene servicios de salud adecuados y el 53.9% vive sin servicios básicos en su vivienda. Además, el rezago educativo afecta al 28.8% de la población, y el 31.5% sufre carencia por acceso a una alimentación nutritiva y de calidad.
La política de la autodenominada Cuarta Transformación ha demostrado ser ineficaz. Cinco años de gobierno morenista han sido suficientes para comprobar que las promesas de un cambio real fueron solo discursos vacíos.
La pobreza sigue creciendo y la desigualdad se acentúa, mientras que las soluciones propuestas se limitan a transferencias directas que solo mitigan temporalmente la crisis sin ofrecer oportunidades reales de desarrollo.
Pero no solo eso, la migración forzada es otro rostro de esta tragedia. Miles de guerrerenses se ven obligados a abandonar sus comunidades en busca de trabajo en otros estados, dejando atrás a sus familias y enfrentándose a condiciones laborales precarias y peligrosas.
Esta situación refleja el abandono institucional y la falta de una estrategia integral para generar empleos dignos y sostenibles.
Los antorchistas estamos cansados de discursos baratos y de gobiernos que no representan los intereses del pueblo. Por eso, la organización, la unidad y la lucha se vuelven imprescindibles para construir un sistema alternativo verdaderamente democrático e integral.
Sólo así podremos defender la vida con dignidad y justicia, representando a hombres y mujeres que merecen mucho más que promesas incumplidas.
Es hora de exigir políticas públicas que no se limiten a administrar la pobreza, sino que la erradiquen desde sus causas profundas. Guerrero no necesita más paliativos; necesita justicia social, inversión en infraestructura, educación de calidad, servicios de salud dignos y oportunidades reales para su gente.
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