Actualmente, hay un fenómeno que se extiende por todo nuestro país y que no debe pasar desapercibido. Las preocupaciones principales del Gobierno y de los organismos políticos oficiales que se prestan a la simulación son las próximas elecciones presidenciales en donde se juegan su futuro y sus ganancias bajo la forma que hoy tienen. Ante ello, van tomando sus precauciones; todo se vale en esta competencia para conservar el poder.
Se incrementan, por un lado, las promesas y los generosos apoyos directos a la población y, por otro, los índices de violencia se han elevado a un ritmo sin precedentes en nuestro país. Dos aspectos que parecen no tener alguna relación entre ellos y que, sin embargo, van tejiendo las condiciones sociales bajo las cuales se desarrollará la próxima contienda electoral que determinará al partido en cuyas manos estará la presidencia de la república y la mayoría de los escaños parlamentarios entre otras posiciones políticas.
En las últimas semanas los ofrecimientos del actual Gobierno hacia los mexicanos han tenido la clara intención de la seducción política, sabedores de que, en un proceso electoral como el nuestro, la mayoría de la población tendrá la última palabra.
Los resultados del Coneval publicados en 2023 no coinciden con la realidad y al Gobierno no le queda otro recurso que recurrir a una serie de maniobras verbales para enredar y confundir a la población.
Como esta mayoría se encuentra entre la gente de a pie, los sencillos trabajadores y campesinos, es hacia ellos adonde se dirigen las principales promesas que buscan sólo embaucar y mantener dentro del cerco guinda a la mayor cantidad posible de gente cautiva, y asegurar la permanencia en el poder de este nuevo grupo al servicio del gran capital.
Renovar las promesas y enriquecerlas con cantidades monetarias mayores a las anteriores no significa cumplirlas, de ninguna manera.
En estos últimos años, nuestro pueblo debió haber reafirmado el viejo refrán que dice: entre el dicho y el hecho, hay mucho trecho. Si en esta recta final del periodo de gobierno del grupo económico empresarial oculto bajo las siglas de la 4T se han elevado las cifras asignadas en ciertos apoyos, no es con la intención de resolver la miseria que padecen los que menos tienen; eso quedó en la burda retórica de sus representantes y voceros.
Se van a cumplir seis años de gobierno durante el cual los apoyos monetarios directos no sacaron a ningún mexicano de la pobreza.
Los resultados del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) publicados en 2023 no coinciden con la realidad y al Gobierno no le queda otro recurso que recurrir a una serie de maniobras verbales para enredar y confundir a la población; mientras afirman que 5.1 millones de personas salieron de la pobreza, simultáneamente señalan que 9.1 cayeron en la pobreza extrema.
Con esa entrega directa de recursos no elevaron los niveles de la calidad educativa y no resolvieron los problemas de los jóvenes que no cuentan con un empleo seguro con el que puedan vivir con la dignidad que se merecen, tampoco crearon el sistema de salud que decían. Lo único que lograron fue mantener el adormecimiento de las conciencias de miles de compatriotas que nunca imaginaron que este Gobierno se convertiría en uno de los más sangrientos de nuestra historia contemporánea: en el mes de mayo de 2023, se rompió en récord de 156 mil 136 asesinados.
Con estas realidades que no pueden ocultarse, se debe considerar a la promesa del gobierno acerca de que nunca más el salario mínimo estará por debajo de la inflación, como la carnada perfecta para engañar a los trabajadores y no perder votos en las próximas elecciones.
Sin embargo, para que esta promesa sea posible se tendría que hacer un ajuste mensual pues el precio de los productos de la canasta básica se incrementa constantemente; transcurren unos cuantos días y ese aumento salarial nuevamente queda rebasado por la carestía.
El fenómeno producido por la oferta y la demanda, que afecta sobre todo a quienes menos tienen y que es propio del sistema capitalista, sólo puede resolverse en una economía planificada que no existe en nuestro país y que no podrá desarrollarse mientras la desmedida ambición de ganancia, la competencia y el afán de lucro continúen imperando.
La desmedida cantidad de promesas de este último año de Gobierno y las reformas adoptadas aparentemente en beneficio de los pobres, como los aumentos en los apoyos monetarios para ciertos sectores específicos de la población sólo forman una parte de las condiciones sociales que se pretenden generar en los próximos días, donde las elecciones presidenciales son el tema principal.
La otra parte de este escenario lo conforma la creciente ola de violencia desmedida: las masacres que se han suscitado en todo el territorio nacional, los aspirantes políticos abatidos, los periodistas amordazados o silenciados en sus tumbas, los miles de desplazados de sus comunidades, las madres buscadoras que ya no podrán continuar indagando el paradero de sus seres queridos porque ellas mismas fueron obligadas a desaparecer; en fin, toda la inseguridad que mantiene a los mexicanos preocupados por su familia.
Esta es la combinación, de ninguna manera casual, que caracterizará el escenario de la próxima contienda electoral. Bajo estas condiciones históricas, ¿podrán los mexicanos tener la libertad plena para ejercer sus derechos como ciudadanos y emitir su voto? Entre la aparente bondad perversa y el ejercicio de la violencia, sólo nos queda el camino de la organización y de la lucha. Recordemos que sólo el pueblo podrá modificar el deplorable estado actual de nuestro país; lo que no hagamos por nosotros mismos, nadie lo hará.
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