MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La juventud jalisciense, víctima de sus circunstancias

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Dos sucesos en Jalisco me han causado una conmoción particular sobre el grado de descomposición social al que se enfrenta nuestro país. El primero, ocurrido el pasado 6 de marzo:

“Dos mujeres que trabajaban en la Universidad Tecnológica de Guadalajara (UTEG), campus Olímpica, fueron asesinadas por un joven de 20 años que entró al plantel armado con un hacha y dos cuchillos 

La juventud jalisciense está atrapada entre las carencias y las presiones de un sistema que no le ofrece más que frustración.

Momentos antes, el mismo sujeto habría asesinado a otra mujer identificada como Abigail al interior de un motel” (sic).

El segundo, acontecido el 30 de noviembre:

“Un joven de 17 años agredió con un martillo a dos compañeros estudiantes al interior del plantel ubicado sobre Circunvalación Oblatos al cruce con la calle Puerto Real, en el municipio de Guadalajara.

Según señala un comunicado, el menor se encontraba en una clase en esta escuela, cuando comenzó a transmitir en vivo en redes sociales y posteriormente sacó un martillo de su mochila con el cual al parecer agredió a dos de sus compañeros; sin embargo, fue retenido por otros alumnos” (sic).

Hay que resaltar que en ambos casos los agresores son jóvenes, situación que nos debe alarmar aún más. Hasta aquí las citas.

Dichos acontecimientos deben ocuparnos, como sociedad, para comprender las causas profundas que los originaron, porque solamente así se podrá actuar sobre ellos para poder corregirlos de manera definitiva; de lo contrario, el hombre será impotente para proceder sobre los mismos y seguiremos siendo espectadores de tan desgarradores hechos.

Recordemos que vivimos en una sociedad capitalista, donde se privilegia por sobre todas las cosas la obtención de la máxima ganancia, a cualquier costo. Dicha sociedad se divide en clases: por un lado, la clase rica y, por el otro, la clase trabajadora. En el primer caso, libre de carencias y con una vida bastante opulenta, y por el otro, una vida llena de carencias de todo tipo.

Lo podemos comprobar en la realidad; basta con que observemos cuidadosamente en cualquier parte del país donde nos encontremos. Pero para que esta situación se siga reproduciendo de manera constante, la clase rica necesita imponer sus intereses en todos los aspectos, y uno de ellos, el fundamental, es en el terreno ideológico.

Ya decía Marx que “las ideas de la clase dominante son las ideas que predominan en cada época”, y vaya que tenía razón. El sistema va creando a los hombres tal como los necesita.

¿Cómo forman a los jóvenes? A muchos se les convence de que lo suyo es “divertirse”, hacer algo que los aleje de la realidad, y que ni siquiera piensen en transformarla; se fomenta la pasividad, la sumisión a la autoridad, la apatía, la virtud superior de la codicia, el beneficio individual, la falta de interés por el prójimo, el conformismo, la insensibilidad, el pensamiento en cosas banales y chuscas, olvidando lo trascendente. 

Pero no se limitan a eso; existen canales especializados de televisión y en las redes sociales que se dedican a exhibir el glamour de las clases adineradas, lo bien que viven y lo felices que son esas personas, que merecen ser admiradas e imitadas.

Y a últimas fechas, seducen a los jóvenes a grupos virtuales en donde se promueve la violencia y el fanatismo. Todo esto con la firme intención de sustraer al joven de su realidad y que no haga nada por cambiarla.

Si todo esto no resulta, tienen otros artilugios para desconcertar a los jóvenes y exterminar cualquier indicio por querer cambiar su entorno. Lo violentan sistemáticamente a través del desempleo, la precariedad laboral, la explotación sexual, el consumo de estupefacientes, la desocupación, la frustración, el alcoholismo o los empujan a que sean ninis, ni estudian ni trabajan. Reparten todo y no le dejan nada a la juventud. 

Veamos algunos datos: Primero, en el primer trimestre de 2024, en Jalisco había 898,394 jóvenes de 15 a 29 años que no estaban económicamente activos, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), del Inegi.

Segundo, el 54 por ciento de la población de 12 a 29 años no acude a la escuela. Tercero, De acuerdo con la encuesta “Bienestar subjetivo, trabajo y educación”, realizada por Jalisco Cómo Vamos, 43 de cada 100 jóvenes dicen no ser felices. Y sólo para recordar, Jalisco es el cuarto estado en aportar al PIB nacional, es decir, es un estado con bastante riqueza.

¿Qué tipo de sociedad es ésta que, en medio de la abundancia, es incapaz de brindar un mínimo de protección social a quienes inician su vida? Esta descarnada realidad refleja no solamente la falta de atención del Estado hacia la juventud, sino también la pobreza generalizada de sus padres y de la inmensa mayoría de las familias. 

Con todo esto sólo se revela la profunda verdad: el modo de producción vigente no tiene nada que ofrecerles, más que la reproducción de la miseria material y espiritual. Bajo dichas circunstancias se desarrollan miles de jóvenes jaliscienses; parece un campo minado.

No debemos olvidar que el contenido del pensamiento de los individuos, que más adelante se convierte en acciones concretas, surge del lugar en donde nacemos y nos desarrollamos.

Juzgando estos hechos, podemos darnos cuenta de que el estado mexicano no crea las condiciones para que los jóvenes desarrollen todas sus habilidades académicas, deportivas, culturales y laborales. No hay políticas públicas que impulsen a la juventud al deporte, a la cultura, a la ciencia, a la política, a soñar y construir un México mejor.

Debemos tener claro que hay que luchar para cambiar el modo de producción capitalista, que, como en otros casos, es el causante de la mayoría de las desgracias, y que esta medida es imprescindible para erradicar la violencia en la juventud; que demos la lucha por una patria que sea gobernada por la clase trabajadora, organizada y concientizada, en la que no haya explotadores ni explotados, en donde podamos construir una vida más justa y equitativa para todos. Mañana puede ser demasiado tarde. Que conste.

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