Es un secreto a voces que el gobierno federal ya no tiene dinero para solventar los programas sociales, ni para pagar el servicio de la deuda externa, y menos para la creación de nueva infraestructura que ya el sexenio anterior abandonó por completo, salvo las obras emblemáticas que todos sabemos que construyó o sigue construyendo, mismas que en algunos casos como el Tren Maya y la Refinería Dos bocas continúan devorando presupuesto sin que se sepa si algún día producirán alguna utilidad para el país.
Obligado seguramente por estas circunstancias, el legislador morenista Ricardo Monreal, anunció el pasado 13 de noviembre, desde la tribuna del Palacio Legislativo, la próxima instrumentación de una reforma tributaria con “progresividad fiscal” en la que se supone, pagarían más, los más ricos; la cual busca, según sus palabras, una sociedad más igualitaria, por lo que requiere un “mayor esfuerzo de los que más tienen”.
En la administración anterior las políticas de AMLO favorecieron el incremento de la riqueza de los más acaudalados del país en un 47%; mientras que la pobreza apenas disminuyó un 7.6% de acuerdo con los datos más optimistas.
Esta declaración del coordinador de los diputados de Morena, publicada por medios noticiosos como Infobae del 14 de noviembre, fue inmediata y reiteradamente desmentida por la presidenta Claudia Sheinbaum. Medios internacionales como Los Ángeles Times del 19 del mismo mes publicó: “La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum descartó la posibilidad de una reforma fiscal para el próximo año y afirmó que su gobierno se concentrará en el fortalecimiento de la recaudación tributaria para financiar el presupuesto federal”
Esta actitud de la presidenta parece obedecer, más que al temor de ahuyentar a los inversionistas ante el sombrío panorama económico del país, a una posición de principios de su partido; baste recordar que en la administración anterior las políticas de AMLO favorecieron el incremento de la riqueza de los más acaudalados del país en un 47%; mientras que la pobreza apenas disminuyó un 7.6% de acuerdo con los datos más optimistas. Por lo tanto, cabe suponer que, ante la falta de presupuesto, lejos de “importunar” a los millonarios, preferirán buscar a los contribuyentes de siempre hasta por debajo de las piedras para hacer que paguen, o inventarán nuevos impuestos para obtener más recursos (el gobierno de Tabasco acaba de autorizar un incremento al impuesto por hospedaje de 1% que será aplicado no a los dueños de hoteles, sino a sus huéspedes); o lo que es peor, preferirán el endeudamiento, como ya lo estamos viendo.
A pesar de lo anterior, la propuesta de una recaudación fiscal en la que paguen más los más ricos no es nueva. Se sabe que economistas de renombre como Joseph Stiglitz han sostenido en sus estudios que “la mano invisible” de la que hablaba Keynes, que se encargaría de filtrar la riqueza de las capas más altas de la sociedad hacia las más bajas mediante el mecanismo del “goteo” no se da en la realidad, mientras no exista una política gubernamental diseñada con toda intención para propiciar esa especie de ósmosis de la riqueza en la que se vean beneficiados los más pobres.
En los hechos, los hombres económicamente poderosos, mientras más riqueza tienen, más acrecientan su deseo de seguir acumulando sin preocuparse por la suerte de los más pobres; por el contrario, presionan a los gobiernos para que les otorguen concesiones especiales y les exenten del pago de ciertos impuestos a cambio de llevar a cabo sus inversiones y generar empleos.
Pero dejemos que los especialistas en temas económicos nos ilustren. Un estudio realizado por los profesores David Hope y Julian Limberg con el título: “The economic consequences of major tax cuts for the rich”; que se traduce como “Las consecuencias económicas de un mayor recorte de impuestos para los ricos”, demuestra que a pesar de que durante un periodo de 50 años, en todas las democracias avanzadas disminuyeron de manera constante los impuestos a los ricos, esto no sirvió para impulsar de manera significativa el crecimiento económico o disminuir el desempleo. Ambos economistas, que publicaron su trabajo inicialmente en el International Inequalities Institute de la London School of Economics, presentan una investigación sólida y bien fundamentada que refleja la falsedad de quienes plantean la idea político-económica de que los recortes de impuestos para los ricos “gotean” y se hacen porosos para impulsar la economía y el desarrollo (portal Rebelión, 22 de noviembre de 2024); lejos de ello, han acrecentado la desigualdad social. Así lo refleja, cuando menos, las estadísticas de 18 países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el lapso comprendido entre el año 1965 a 2015.
Si esto es así y ha quedado demostrado con rigurosidad científica, con base en medio siglo de datos y de variables, tratados con la matemática precisa, una metodología aceptada por la disciplina, ecuaciones necesarias que desentrañan la falsedad’ ¿Por qué sigue habiendo mucha resistencia para aceptar que es necesario y urgente una reforma fiscal progresiva? Desde nuestra modesta opinión se debe a que, por un lado, los hombres del dinero -como ya quedó dicho-, presionan a los gobernantes con todo su poderío económico y su apabullante influencia en los medios de comunicación para no ser tocados con más impuestos, sino todo lo contrario, ser objeto de concesiones a cambio de permanecer en el país y no llevarse sus capitales al extranjero. Y, por otro lado, a que las clases medias, y, sobre todo, los más pobres, lejos de impulsar estas reformas fiscales escalonadas, se ponen a defender una causa que no es la suya, se colocan del lado de los intereses del gran capital, la mayoría de las veces por falta de información y en algunos casos hasta por desconocimiento del lugar que ocupan en la escala social.
A pesar de que el Inegi ha dado conocer que en México, para ser clasificado dentro de la clase media hay que tener un ingreso de 22 mil 927 pesos al mes; considerando clase baja a quienes reciben un ingreso inferior a 11 mil 343 pesos mensuales; y de considerar que 42.2% de los hogares son de clase media, y 56.6% de clase baja, sumando ambas el 98.8% de la población total, muchos de nosotros nos ponemos a defender los intereses de los más acaudalados que suman apenas el 1.2% y poseen el 46.9% de la riqueza total del país.
Cada día que pasa la desigualdad crece peligrosamente aún más; es por eso que algunos economistas del sistema se han sumado a lo que anteriormente sólo los opositores se atrevían a plantear. En algunos casos, también algunos ultra ricos, mostrando su instinto de sobrevivencia y tratando tal vez de prevenir un estallido social, han insinuado que estarían dispuestos a aceptar que sea gravada la riqueza; sin embargo, es a los más pobres, que constituyen la gran mayoría de la población, quienes están llamados a luchar en serio por una mejor distribución de la riqueza, y por un nuevo gobierno emanado del pueblo que sea capaz de diseñar un nuevo proyecto de nación que lleve desarrollo y progreso a todos los rincones, no solo mediante una reforma fiscal progresiva, sino con la generación de empleos, un incremento salarial significativo y una agresiva inversión en infraestructura y obra social para generar un cambio drástico en el panorama social mexicano.
Las ONG como Oxfam, han planteado el asunto; pero organizaciones sociales como el Movimiento Antorchista Nacional, han enarbolado desde su nacimiento, hace 50 años, el combate frontal contra la pobreza y, desde su trinchera, ha venido sumando a su causa a más de dos millones de mexicanos; pero hace falta más brazos, cerebros y corazones que decidan unirse a esta lucha.
Por lo pronto, los ricos pueden estar tranquilos; con la 4T no habrá reforma fiscal progresiva; pero los que no podemos ni debemos dormir tranquilos somos las clases pobres que constituimos la gran mayoría de los mexicanos. Nadie más hará lo que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario