El 06 de octubre de 2018 el antorchismo nacional recibió una de las más duras noticias de su época reciente: dos jóvenes activistas de la organización de 23 y 31 años respectivamente- habían sido atropellados cuando realizaban una colecta pública para financiar su trabajo cultural y de gestoría en beneficio de niños, jóvenes y adultos sinaloenses.Días después nos enteramos que el asesino que los embistió se encontraba bajo los efectos de las drogas y el alcohol.Como un rayo, un vehículo en descontrol segó la prometedora carrera de dos jóvenes alegres, entusiastas, vigorosos y conscientes, que trabajaban para los demás, que vivían sembrando en la gente nuevas ideas, acciones y deseos de lucha.
Tanto Omar como Berenice coincidían en su lozanía, su amor por las artes, su habilidad para el baile y la danza y, sobre todo, en su compromiso con los pobres de su patria: el primero, oriundo de Los Mochis había avanzado desde hacía años en su compromiso con el antorchismo y se hacía cargo de encabezar a centenares de sus paisanos en su lucha por la regularización de la propiedad, introducción de servicios y obras para sus comunidades; Berenice era una joven originaria de Huitzilan de Serdán cuna de luchadores ilustres,Puebla; aceptó el compromiso de servir en Sinaloa, lejos de su terruño, promoviendo la cultura entre estudiantes de distintos puntos de Culiacán, y lo hizo con tal ánimo que en pocos meses logró formar 5 grupos de danza.
A los antorchistas, el coraje que nos provoca la acción individual del asesino se trueca en rabia contra el estado de cosas que prohijó al criminal; buscamos la aplicación de las leyes que casi siempre se nos niega, por cierto- a quienes privaron de la vida a nuestros compañeros, pero también un cambio profundo en la situación que alienta a los delincuentes: la sustitución de la educación actual por una mejor, la práctica del deporte y el fomento de la cultura para formar seres integrales, al tiempo que se les aleja del vicio, y el cambio de modelo económico que permita construir una sociedad saludable en todos sentidos, alejada de la descomposición que se respira hoy día.Cada delito nuevo en contra de los antorchistas es un motivo más para luchar por un mundo mejor; debemos apurar el cambio social para que cada vez los crímenes, del tipo que sean, se reduzcan al mínimo posible, y aún más, se erradiquen.
Seis de octubre de 2020, dos años de la tragedia y el peso de la ausencia de tan queridos compañeros se acentúa, pero también el compromiso de aprovechar las lecciones que nos dejaron: a) El gusto por las artes y su cultivo, lo que sin duda despertó una inteligencia y sensibilidad superiores en ellos, útiles para decidir el rumbo que darían a su vida.b) La decisión, desde muy jóvenes, de entregarse a un proyecto de lucha colectiva y la disciplina para llevar a cabo las tareas que les fueron encomendadas, haciéndolas con pasión y alegría.c) El sacrificio y entrega de ambos.Se esforzaron hasta el último día de su vida para contribuir mediante la recaudación de recursos económicos, al financiamiento de las labores organizativas.Esto, de paso, constituye un rotundo mentís a la campaña de calumnias encabezada desde el poder, que habla de que Antorcha vive de "moches" a los recursos públicos: ¡falso! Antorcha vive del sudor de sus activistas, jóvenes y viejos, y de la solidaridad del pueblo.Pero la 4T, movida solo por la megalomanía de su líder, financiada con "sobres amarillos" de dudosa procedencia, es incapaz de comprender el compromiso social y la nobleza de hombres y mujeres como Omar y Berenice, que los lleva a arrostrar lo que sea, con tal de cumplir sus deberes revolucionarios.d) Indudablemente, el cariño que les brindó la gente con la que trabajaron, lo cual a su vez fue resultado de la calidez y humanismo del que estaban armados.
Esto y más nos enseñaron este par de joyas de fugaz paso por la tierra, pero de brillo eterno.Quienes abrazamos su causa no podemos menos que seguir su ejemplo, avanzar sin vacilaciones y avivar su fulgor para siempre; se los debemos y lo necesita México.
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