Realmente debería ser una de las preguntas que todos deberíamos hacernos ante los lamentables acontecimientos de los últimos días en Tula de Allende Hidalgo; la inundación de hace unos días acabó no solo con el patrimonio de años de esfuerzo de miles de familias, sino que también cobró la vida de 17 personas que, en otro escenario, pudieron haberse evitado si no los diferentes órganos de gobierno tuvieran como prioridad la integridad de los mexicanos.
Desde el momento en que se sabe, no de ahorita, sino de varios años, que cientos de casas están ubicadas en las orillas del río Tula, se debería considerar como una zona de riesgo para las familias que ahí habitan; Atlas de Riesgo, les llaman, los cuales deben servir para ubicar y gestionar correctamente los riesgos que tienen los municipios.
Los hechos de Tula no se pueden calificar como si hubiese sido algo inesperado, era previsible el riesgo: el río Tula recibe, primero, todas las aguas residuales de la Ciudad de México y, además, recibe también el flujo de agua de la presa Requena, ¿quiénes están monitoreando constantemente el nivel de los ríos? ¿La Conagua no hizo su trabajo? ¿El Gobierno del estado y federal no actuaron ante lo que ya era una situación grave de riesgo para miles de familias? Y a estas interrogantes habrá que agregarles que el alcalde de esta ciudad alertó sobre el peligro y el 3 de septiembre pidió ayuda para evacuar ante el inminente desbordamiento del río. Ni Conagua, ni el gobierno del estado y menos el federal actuaron.
De lejos se visualiza la negligencia de las autoridades que siempre cuesta vidas humanas. Ni siquiera fueron capaces, por ejemplo, de alertar a un hospital que se encuentra a escasos metros del cauce construido para este río porque, con esto, además, podríamos decir que las autoridades también sabían que el hospital del IMSS donde perdieron la vida 15 pacientes covid, estaba construido sobre el cauce natural que buscaría el flujo del agua en un escenario de inundaciones, tal y como sucedió.
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