Los trabajadores mexicanos enfrentan la peor crisis desde 1994. En esa ocasión, la crisis se derivó de actos erróneos ocasionados por no permitir ajustes por la paridad del peso ante el dólar por parte del gobierno salinista, que no deseaba ver empañada su gestión al frente de la presidencia, debido a un deseo que acariciaba con esmero, el pasar a la historia como todo un estadista y participar en política internacional.

Carlos Salinas se veía a sí mismo, llevando las riendas de organismos internacionales como la Organización Mundial de Comercio (OMC), misma a la que tuvo que renunciar, debido a los escándalos generados por la detención de su hermano Raúl, acusado del homicidio de su excuñado José Francisco Ruiz Massieu.

Ernesto Zedillo fue al que le tocó reventar la esfera inflacionaria y con ello los grandes inversionistas prefirieron sacar sus divisas del país, reconvertir su deuda en dólares a deuda en pesos mexicanos, así como comprar todos los dólares posibles. Al inicio de su gobierno, Salinas encontró una paridad de 2 mil 483 pesos por un dólar y al final de su gestión el peso se cotizaba en 3 nuevos pesos y 37 centavos.

Debemos recordar que, a partir del día primero de enero de 1993, se adoptó una nueva unidad monetaria “los nuevos pesos” y que consistió en retirarle tres ceros al peso. Con la finalidad de reducir la magnitud de las cifras y facilitar el manejo del dinero. Así lo que antes valía mil pesos, ahora pasó a costar un peso. Al finalizar el primer año de gobierno del expresidente Zedillo, el peso se había ya devaluado un 44 por ciento, alcanzando 4 pesos y 99 centavos por un dólar, para terminar su sexenio con una paridad de 9 pesos y 36 centavos por dólar y una devaluación de casi el 300 por ciento.

De esa fecha hasta la actualidad, el peso no ha dejado de perder su valor ante el dólar, dado que la paridad se rige, debido a la banda de fluctuación que es una serie de factores que inciden en la paridad y que van desde los diferenciales de inflación, las tasas de interés entre México y Estados Unidos (EE. UU.), el endeudamiento público y las expectativas de crecimiento. Así es, si el peso pierde poder adquisitivo frente al dólar, es porque sus políticas monetarias, ya sea en materia de creación de fuentes de trabajo, contención de la inflación, desempleo o poca inversión extranjera, están siendo un fracaso.

Ese fracaso, ha arremetido contra el poder de adquisición del trabajador mexicano, nos ha empobrecido como sociedad, ha ido desdibujando las distintas clases sociales, que se podían apreciar sin mucho esfuerzo, desde la clase empoderada, que abarcaba a los más ricos empresarios, después a la influyente clase política, la clase alta, la media alta o acomodada, la clase media y la media baja, la clase obrera y campesina, después venían los desempleados y terminaba con los pobres y después los paupérrimos.

Hoy, después de las diferentes crisis económicas, políticas y de salud que hemos padecido los últimos años, solo podemos encontrar a los magnates, los ricos, clase media, trabajadores de canasta básica y sobrevivientes.

Los sueños de grandeza salinista, se ven opacados por la enfermiza obsesión lopezobradorista, de hacer que el nativo de Macuspana, pase a la historia como el “constructor más grande del mundo” realizando obras sin ton ni son, no importando destruir los cimientos de un aeropuerto con todo la infraestructura necesaria, para soportar las necesidades de una de las ciudades más grandes del mundo, para remodelar un aeropuerto local, pero presentado como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles” (AIFA), que no cumple, ni cumplirá con los estándares necesarios para aliviar la enorme carga que tiene el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México “ Benito Juárez”.

O bien, la construcción de la “Refinería de Dos Bocas” en una zona baja y llena de manglares, que previamente fueron destruidos en su totalidad, para descubrir después, que cada que llueve se inunda, haciendo imposible su operatividad, amén de infinidad de desaciertos ocasionados por la improvisación de los constructores en jefe.

Así, el destructivo “Tren Maya” que ha arrasado con cientos de miles de árboles que osaron retar al inquilino de Palacio Nacional, creciendo e enriqueciendo una de las selvas más bellas del mundo, así como los cenotes sagrados, llenos de historia, ofrendas y sincretismo, que, junto a los cientos de vestigios y ruinas mayas, parecieran ser la encarnación de los fifís, los conservadores, o los adversarios de su suprema majestad y que por ello es necesario destruirlos, porque se oponen a los planes del señor tlatoani.

Podemos sumar otras obras como el “Tren Interurbano México-Toluca. Sin olvidar el “Corredor del Istmo de Tehuantepec” que consiste en acelerar el traslado de mercancías, para crear una ruta alterna al Canal de Panamá. Como podemos analizar, estas obras no benefician en nada a la clase trabajadora, a los habitantes pobres que parecieran sus enemigos también, por ser los poseedores desde hace centurias de esta tierra, donde el gambusino tabasqueño, encontró su filón de oro, que le ha permitido darles a manos llenas a sus vástagos, que todavía hace 4 años, no tenían ni idea de a qué, se iban a dedicar.

El daño es infinitamente mayor. Si, todas estas innecesarias y faraónicas obras, se están realizando, con el dinero que se obtiene por la cancelación de infinidad de obras y servicios que ayudaban a la creación de empleos, así como de brindar mejor calidad de vida a sus beneficiarios, la desaparición de un sinfín de fideicomisos, que lo mismo apoyaban en salud, educación, alimentación, investigación, que ha cuidar a hijos de madres trabajadoras, así como apoyos a campesinos con semillas, fertilizantes, enseres y aparejos.

Y ni que decir, de los medicamentos, que brillan por su ausencia en los anaqueles de las farmacias de los centros de salud, hospitales y clínicas, medicamentos contra el cáncer, vacunas, material de curación, o instrumental quirúrgico, que tiene que ser comprado, el primero por el paciente y, el segundo por los propios doctores. Ya ni hablar de las pruebas Tamiz, o el apoyo a casa de mujeres violentadas, que ahora deben permanecer junto a su victimario, por no tener a dónde acudir, es por ello, que los feminicidios, se han incrementado hasta cerca de un 30 por ciento en relación con otros gobiernos, para julio del 2012, se contabilizaron más de 13 mil mujeres asesinadas (Expansión política) y así, otros programas más, que ayudaban a sobrellevar la creciente pobreza.

Como resultado de todo esto, se dispararon los índices delictivos. ¡Y cómo no!, si ahora existe una apología a los delincuentes, baste recordar las disculpas que, en plena conferencia mañanera, el presidente le ofreció al narcotraficante más famoso del país y del mundo entero, por llamarlo por el mote del “chapo” “perdón señor Loera”, reculó zalamero. Si le sumamos al reconocimiento su estrategia de “abrazos y no balazos” podemos afirmar que es más peligroso sacar dinero de un cajero, viajar en camiones, combis, taxis o ir al mercado por víveres, o asistir a un velorio, que ser un miembro de la delincuencia organizada. Ahora el ejército tiene que salir huyendo si llega a atreverse ya no a realizar un operativo, sino a simplemente cruzar una zona de control.

Todo este galimatías, solo ha venido a favorecer la creación de un caldo de cultivo, donde se ha venido gestando una forma de vida, en donde la gran mayoría de los ciudadanos han tenido que desarrollar nuevos mecanismos que le permitan poder condicionarse a nuevas formas de sobrevivencia, como es “la cultura del asalto”, donde todos sabemos que podemos ser asaltados en cualquier lugar en cualquier momento y por cualquier persona y, por sobrevivencia, no podemos ni debemos oponernos, so pena de perder hasta la vida. ¿Y dónde queda el pueblo humilde y trabajador? Olvidado, abandonado, utilizado, engañado, despojado y humillado por quién prometió durante 18 años defenderlo y protegerlo además de reivindicarlo. ¿Primero los pobres? ¡Pamplinas!