El regreso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos representa una gran amenaza al de por sí ya deteriorado escenario mundial y tiene serias repercusiones para México, su vecino y principal socio comercial.
El cierre migratorio de la frontera con México que decretó en su primer día, catalogar las organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico como terroristas, promover la producción y consumo de combustibles fósiles y suprimir los derechos y libertades conquistadas por décadas de lucha de las mujeres, los afroestadounidenses, la comunidad de la diversidad sexual y los migrantes significan una relación de Estados Unidos con el mundo que afecta en gran medida a nuestro país y a Latinoamérica.
Estados Unidos duplicó su territorio tras la compra de Luisiana y luego continuó su expansión con la anexión de Texas y la conquista de México.
Ahora que Trump ha llegado al poder, muchas de sus amenazas ya las empieza a cumplir.
“El zar fronterizo Tom Homan aseveró que agentes del Servicio de Migración y Aduanas (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) detuvieron a 308 migrantes irregulares ayer, en el segundo día del presidente Donald Trump en la Casa Blanca. Sólo ayer, en las últimas 24 horas, han sido arrestados 308 criminales serios”, afirmó en entrevista con Fox News.
Las detenciones se registraron en Boston, Denver, Filadelfia, Atlanta, Seattle, Washington, Distrito de Columbia, Miami y sus alrededores, dijo un alto funcionario de la nueva administración del presidente Trump. Reforma, 23 de enero de 2025.
Existe el riesgo de que en México haya acciones de fuerza contra el crimen organizado.
Conviene recordar en estos momentos algunos episodios en la historia expansionista de Estados Unidos. Desde su arribo, los colonos ingleses que en 1776 formarían Estados Unidos tuvieron el propósito de poblar las tierras y ampliar sus fronteras por la fuerza, la compra o la negociación, apropiándose de territorios donde estaban establecidas numerosas culturas originarias.
Este expansionismo continuó como nación independiente, a través de la guerra contra otros pueblos originarios y contra sus vecinos, británicos y mexicanos.
Las tribus indígenas del norte de América eran sociedades igualitarias, pequeñas, itinerantes, con cerca de 375 lenguas autóctonas. El colapso demográfico por los virus y bacterias traídos por los europeos provocó la extinción de la mayoría de ellos.
A esa catástrofe demográfica se sumó la violencia de la conquista, la guerra y la destrucción de sus culturas. En 1800 sólo sobrevivían 600 mil de los cinco millones de indígenas que poblaban Norteamérica. La ambición por sus tierras se convirtió en una guerra de exterminio contra los pueblos americanos.
La primera colonia inglesa, Virginia, pronto entró en guerra para despojar a los indígenas ahí establecidos. Con el florecimiento del cultivo del tabaco, el algodón, el arroz y el añil, los colonos hicieron de la esclavitud de la población africana arrancada con violencia de sus lugares de origen el pilar de su desarrollo.
En Virginia, Maryland y en el resto de las colonias sureñas se creó una sociedad desigual, racista y discriminatoria, dominada por la oligarquía expansionista.
En 1800, con Thomas Jefferson, se agudizó la expansión territorial. La guerra de Napoleón contra la Santa Alianza le dio la oportunidad de comprar a Francia por 15 millones de dólares la Luisiana, cuya frontera norte lindaba con Canadá y la del sur llegaba al golfo de México. Con esa compra, Estados Unidos duplicó su territorio.
Tiempo después se apoderaron de Florida entre 1810 y 1814, de Texas en 1836 y, finalmente, en la guerra de conquista de México entre 1846 y 1848 se quedaron con California y Nuevo México, más de dos millones de kilómetros cuadrados.
Con el ascenso de Trump vienen años difíciles, pero para poder librarnos de estos viles atropellos, ahora más que nunca conviene seguir el consejo de nuestro dirigente nacional del Movimiento Antorchista Nacional, el maestro Aquiles Córdova Morán:
“Si Estados Unidos amenaza a México con la cancelación de los tratados comerciales y llevarse sus empresas, México tiene que acercarse a América Latina. Hace rato que nos hemos separado de nuestros hermanos latinoamericanos.
Todo el mundo, pero en especial América Latina, nos ve como gatos del imperialismo, como servidores incondicionales de los gringos, nos ven como un gobierno agachón y cómplice de la política de los gringos, y es cierto, así estamos, en esa posición estamos.
¿Dónde está la soberanía? ¿Dónde está la independencia? Que se lo pregunten a América Latina. Pues, amigas y amigos, llegó la hora de volver la vista hacia América Latina.
Tenemos que estrechar la mano de Ecuador, de Bolivia, de Argentina, de Brasil, de Venezuela, de Chile, de nuestros hermanos de raza y de lengua y de cultura para hacerle frente al monstruo del imperialismo”.
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