La prensa mundial llora por Ucrania y critica encolerizada a Vladimir Putin, presidente de Rusia, por la guerra desatada. Millones de ciudadanos, sometidos todos los días a los mensajes de esa prensa, son víctimas de un engaño más de los medios del imperialismo yanqui. ¿Qué se les dice? Muy sencillo: Rusia es una potencia que invade a Ucrania, un pequeño e indefenso país, que clama por la ayuda del mundo para no ser devorado por Vladimir Putin. Se trata de una calumnia completa. Se trata de una mentira. Pero esa es la historia que todos los días, a todas horas, se repite en los periódicos impresos, los portales informativos, la televisión, la radio y las redes sociales. Esa es la historia que, una vez y otra vez, de diversas maneras (notas, reportajes, entrevistas, fotos, videos y opiniones), se nos inyecta mañana, tarde y noche, para que aprendamos que Rusia invade a Ucrania, pese al llamado internacional de “alto a la guerra”.
La historia es diferente. Durante la Guerra Fría y aceleradamente ante la caída de la URSS, Estados Unidos instaló en la frontera occidental de Rusia, ayudado por la OTAN, complejos militares, aeródromos y silos de misiles para bombardear en minutos las ciudades más importantes de Rusia. A este cincho militar contra Rusia le faltaba una pieza clave: Ucrania. Así que desde 2014, bajo las famosas “primaveras de colores”, los yanquis dieron un Golpe de Estado e impusieron en el gobierno a un grupo neofascista que desde hace ocho años ataca (comete genocidio) a los ciudadanos de la zona de Donbáss, para expulsarlos de sus ciudades e instala misiles y cohetes con la mira puesta en Moscú y San Petersburgo, bajo la aprobación de Estados Unidos y la OTAN, organización a la que pidieron aliarse en diciembre de 2021. Ante el recrudecimiento de sus acciones, Rusia exigió que el gobierno de Ucrania respetara la vida los ciudadanos de Donbáss y que frenara la instalación de complejos militares gringos. Nadie le hizo caso. Y Vladimir Putin, hace unos días, reconoció la independencia de Donetsk y Lugansk (zona de Donbáss), e inició una operación militar para desmilitarizar y desnazificar a Ucrania. El ejército ruso realiza una operación exitosa que ha destruido 74 instalaciones militares y 11 aeródromos, con cero bajas civiles. Rusia buscó antes otras vías tratando de evitar la guerra, pero Ucrania, alentada por Estados Unidos, se negó tajantemente. Ahora, cuando ese gobierno tiene al poderoso ejército ruso en sus ciudades y en Kiev, la capital, se da cuenta tristemente de que ninguno de esos aliados de la OTAN salió a defenderlo. “Nos han dejado solos. ¿Quién está dispuesto a combatir con nosotros? No veo a nadie. ¿Quién está listo para dar a Ucrania la garantía de adhesión a la OTAN? Todo el mundo tiene miedo”, ha reclamado el presidente Volodímir Zelensky. Todos los presidentes de los países de la OTAN hicieron muchas declaraciones, pero ninguno mandó tropas, alimentos o medicina. En efecto: los dejaron solos. Por eso, ahora Ucrania pide una salida negociada y Rusia ha respondido que sí está dispuesta a negociar con ellos. Desde hace ocho años los rusos habían pedido las mesas de diálogo. Espero que acuerden terminar con la guerra. La realidad acomoda las piezas en su lugar: la OTAN y Estados Unidos, lo quieran o no, pierden su poder militar dada la crisis económica que se desarrolla en los países de occidente. El mundo ya no es unipolar.
Pero de esto nadie habla. La prensa mundial suma fuerzas para atacar a Vladimir Putin, a Rusia, y de invasores no los baja. Las voces “contra la guerra”, curiosamente, son las del gringo Biden, el francés Macron y el inglés Johnson, tres líderes de Estado capaces de desaparecer pueblos completos en sus intereses de dominación de mercados. Son sus países los que destrozaron a Yugoslavia, Libia, Irak, Irán, Siria o Afganistán. Fueron sus soldados los que mataron a tanta gente inocente. Pero el capital mundial tiene medios que lo defienden ideológicamente. Transcribo fragmentos de un artículo titulado “Grandes medios de comunicación: de quién son y a quién se deben”, escrito por Sergi Picazo y publicado en mayo de 2019: “Los seis supergigantes de la comunicación [Time Warner, Disney, NewsCorp, NBC Universal, Viacom y CBS] controlan el 70% del negocio en todo el planeta y son propietarios de unos mil 500 periódicos, mil 100 revistas, dos mil 400 editoriales, nueve mil emisoras de radio y mil 500 cadenas de televisión. “Ellos son los que deciden qué tenemos que ver en la televisión, cuál es la agenda y qué tema es más noticia que el resto”, denuncia Jesús González Pazos en el libro Medios de comunicación: ¿al servicio de quién? Uno de los grandes magnates de la comunicación global es Rupert Murdoch, el dueño de NewsCorp, que extiende su negocio desde Australia (Herald Sun, The Australian) hasta los Estados Unidos (Fox News, Wall Street Journal o New York Post) pasando por el Reino Unido (BSkyB, Sun, Times).
“En Europa, según la misma investigación elaborada por González Pazos, los grandes grupos multimedia son hoy el alemán Bertelsmann, la británica BBC, los franceses Vivendi y Lagardère, el italiano MediaSet (fundado por Silvio Berlusconi) o el español Prisa. Y en América Latina, destacan cuatro grandes conglomerados más: Televisa en México, Globo en el Brasil, Clarín en Argentina y el Grupo Cisneros en Venezuela, además de los intereses de empresas españolas de comunicación como Prisa.
“En la era de la revolución tecnológica, también han entrado en el mercado mediático, sobre todo el audiovisual, los gigantes de Internet como Google –que compró el principal canal de videos del mundo, Youtube, por 1,300 millones de dólares en 2006–, Facebook –que ha adquirido Whatsapp e Instagram–, Apple –que ha hecho una enorme apuesta por la televisión en línea a la carta para competir con Netflix y HBO–, Amazon –y su apuesta por Amazon Prime Videos–, Yahoo! o Microsoft”. Hasta aquí la cita.
De modo que, si entendemos así el problema de los medios de comunicación, nos daremos cuenta de la fuerza e impacto que una mentira difundida por estos medios puede tener a nivel mundial. Los empresarios y verdaderos megamillonarios del mundo capitalista solo han desarrollado, bajo las plataformas periodísticas o de las redes sociales, el lema del propagandista nazi por excelencia, Joseph Göbbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Para lograr eso, las seis empresas mediáticas más poderosas de todo el planeta controlan el 70% del negocio. Por eso es que medios como RT o wsws.org les son tan odiosos y son vetados en varios países. La guerra mediática no está perdida, pero aquellos que defienden la verdad debemos unirnos para llegar a públicos más grandes, porque el pueblo se debe politizar para poder cambiar la realidad.
En un importante libro, Lenin dijo: “Los hombres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del engaño propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a discernir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los partidarios de reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de unas u otras clases dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y organizar para la lucha, a las fuerzas que puedan -y por su situación social, deban- formar la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo”.
No nos callemos y sumemos nuestra voz, quizá pequeña, a la urgente lucha por politizar a los esclavos del capital, enseñándoles los errores de un sistema que se cae a pedazos. La derrota en Ucrania es un ejemplo de ello.
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