Lo hemos dicho miles de veces, y tenemos que decirlo cuantas veces sean necesarias: el magisterio debería ser la conciencia política de la población, porque, igual que la mayoría aplastante, sufre los embates de un sistema capitalista no propicio para el desarrollo de los trabajadores, ya que está hecho para producir riqueza a los dueños de los medios de producción. En este sistema, los trabajadores somos sólo eso: trabajadores, mano de obra, por eso, aunque entre nosotros están los verdaderos creadores de la riqueza (obreros y campesinos), no son ellos ni nosotros, sus descendientes y compañeros, quienes disfrutamos esa riqueza.
El magisterio adolece de los mismos problemas que todos los trabajadores. Enumero y comento brevemente algunos de ellos.
1. Bajos salarios. El magisterio percibe un salario que, aunque relativamente seguro y acompañado de algunas prestaciones, en realidad no alcanza para solventar los problemas cotidianos de la familia. El salario de los docentes debe permitirles trabajar solamente un turno, y el otro turno, completo, dedicarlo a su preparación teórica, a la preparación de clases, al descanso, para estar en óptimas condiciones al día siguiente. Pero eso no ocurre; el salario es tan bajo que los profesores deben buscar dos o más trabajos a fin de irla pasando. Eso es indigno e injusto.
2. Malas condiciones laborales. Estas malas condiciones van desde instalaciones educativas en que no existe siquiera una sala de descanso o de estudio para los profesores, hasta el problema de miles de profesores y profesoras que tienen hijos muy pequeños, a los de deben dejar al cuidado de alguien, porque no existen guarderías en donde pasar a dejarlos.
3. Malo o inexistente servicio médico. El maestro también se enferma, también se lastima, también sufre de diabetes u otras enfermedades de esas que llegan para quedarse. Además, es cierto lo que se establece en las estadísticas médicas, que uno de los gremios que más utiliza los servicios de la psiquiatría, es la docencia. Bueno, pues deberían existir una unidad médica magisterial en cada municipio, necesidad cuya satisfacción hasta ahora es un sueño guajiro.
4. Inseguridad pública. No hay mucho que decir, todos nos damos cuenta de lo insegura que se ha vuelto la vida. Ya no se puede salir a las calles, a los mercados, a los parques, ni subir a un transporte público, con la seguridad de que todo irá bien. En cada momento, en cada esquina, el peligro de ser asaltado, lastimado o hasta privado de la vida, está latente. También es un problema del magisterio.
5. Servicios públicos deficientes o inexistentes. Tanto en la escuela en que laboramos como en donde vivimos y en donde viven nuestros estudiantes, la falta de uno u otro servicio público es permanente. Si no falta el agua, falla el drenaje, o falta la luz pública, o las calles están hechas una desgracia, o el transporte público es deficiente y caro.
Estos problemas son históricos. En las elecciones de 2018, millones de personas creyeron que Morena iba a encabezar una verdadera cruzada, una revolución, a favor de las comunidades, sobre todo ahí en donde vive la gente más humilde. Los maestros también escucharon los cantos de sirena, pero todos se han llevado una enorme sorpresa: la revolución de que habló el candidato López Obrador, hoy presidente, es “una revolución de las ideas”, “una transformación en el pensamiento”, “una moralización de la sociedad para que deje de ser corrupta”. En fin, un chasco del que prometió y de quienes le creyeron.
Por eso invito al magisterio a participar con más intención en el nuevo proceso electoral que está en marcha. Abandonemos la indiferencia. Entendamos que nadie saldrá, ni de entre los partidos políticos oficiales, ni de entre los empresarios, como héroe de película, al rescate de los desvalidos, a tendernos la mano. Somos nosotros y sólo nosotros, como clase trabajadora, quienes debemos apoyarnos. Los maestros son pieza clave, por su comunicación permanente con la sociedad.
Órale maestros, participen a favor de los candidatos del pueblo, ustedes saben quiénes son. Orienten a sus comunidades educativas. En pocas palabras, hagan política, ayuden a formar la organización de los pobres de México, sólo un pueblo organizado y combativo, puede garantizar la transformación de la Patria.
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