Y aquí estamos otra vez, consumiendo ya los días que nos tocan porque, independientemente la idiosincrasia de nuestra preferencia, la realidad, conforme a la naturaleza, indefectiblemente siempre es como es. El año feliz que nos deseamos ha comenzado, y, acorde a su naturaleza, transcurrirá y finalizará, como suele transcurrir y finalizar todo aquello que, conforme a la dialéctica, debe siempre pasar.
Según los especialistas del tema, un año, es una aproximación del número de días del período orbital de la tierra, es decir, el número de días que tarda nuestro planeta en dar una vuelta completa en derredor al sol. Desde 1582, según el calendario que se debe al Papa Gregorio XIII, el calendario gregoriano aplicado hoy en gran parte del occidente mundial dice que la duración del año civil (el año medio) a lo largo del ciclo bisiesto completo de 400 años, es de 365.25 días.
Y ya sabemos cómo fue nuestra vida en los recientes días transcurridos hasta hoy; pero ¿cómo serán los días que ineludiblemente están por venir? Y aquí, por mucho que culpemos a la naturaleza y la realidad, indudablemente que nuestra suerte dependerá, en gran parte, de lo que hagamos o dejemos de hacer por nuestro bienestar. Bienvenidos pues, sean todos a un nuevo ciclo de vida de todos los seres del planeta.
La disyuntiva que se avecina entonces es inevitable y no deja lugar a dudas. Emulando a lo más primitivo y silvestre de la naturaleza, podemos no hacer nada y conformarnos simplemente con existir mansamente. Por otro lado, sumándonos ingenuamente con escaso esfuerzo intelectual y crítico, a las propuestas gubernamentales veladamente más retrógradas, y perniciosamente más populistas, podemos vivir peor y domesticados, aunque maliciosamente se nos diga que estamos mejor. Y finalmente, afrontando las consecuencias que haya que afrontar, y defendiendo con valentía e inteligencia nuestro Estado de derecho instituido en la carta magna, podemos exigir más y mejores condiciones de vida para nuestras familias, buscando siempre vivir mejor.
A fortalecer esta última y humanitaria decisión, es que vienen los certeros, científicos y sinceros escritos y pronunciamientos en video, que cientos de dirigentes antorchistas de todo el país, daremos al conocimiento de la opinión pública en general, sobre todo a los hombres y mujeres de buena voluntad que, con su esfuerzo laboral y doméstico, sostienen todo lo que de bueno y progresista hay en nuestra sufrida patria.
Atención y mención especial deben recibir las opiniones del ingeniero Aquiles Córdova Morán, un mexicano bueno, humilde, desinteresado y humanista como pocos, pero, además, un científico sólido y riguroso, un estudioso y analista profundo de la política nacional y mundial, que cada semana nos dará luz intelectual y humanista, cual antorcha humana de conocimiento. No olvidemos que, aprender de los genios que produce la humanidad de cuando en cuando, es entender nuestro pasado y presente para mejorar siempre en provecho de todos, las condiciones de nuestro futuro inmediato.
Leer, comprender y compartir el conocimiento científico y certero de nuestra realidad social, es la batalla a que nos llaman las mujeres y los hombres buenos y progresistas, en el año que recién comienza.
Y va luego mi reflexión de hoy. Siempre he sostenido que, conforme a la experiencia de la historia universal, es conclusión infaltable, la necesidad de los dictadores y proimperialistas de siempre, de destruir la verdadera organización popular, independiente, donde quiera que ella exista, como un requisito indispensable para el sometimiento y el maltrato social.
En México ya es de conocimiento público que este intento aniquilador se intensificó con el actual régimen del Gobierno federal. Un solo partido, con un solo gobierno autoritario en todo el país, y para siempre, parece ser la prédica fundamental de los paladines de la democracia de la Cuarta Transformación. Pero, dígase lo que se diga, la realidad nos dice claramente que no estamos mejor hoy, que antes. Salvo el círculo cercano guarecido bajo el manto protector, son millones los mexicanos que vivimos peor.
Y, ¿qué ha pasado con los intentos independentes de organización popular? Ni los ven ni los escuchan, cual moderno salinismo, es lo que reciben los pobres, cuando no son brutalmente reprimidos o sometidos con el terror promovido por omisión, de los grupos de la delincuencia organizada. Terror y represión en vez de organización, es lo que vivimos.
Y la compra de conciencias con dinero público, como complemento inevitable contra la verdadera organización popular, ya no tiene comparación. Ayudar a los pobres es una estrategia política, dicen los medios de circulación nacional, que así dijo desde Palacio Nacional el señor presidente, en una reciente conferencia mañanera. Pero dijo más: “…ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe de qué cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos, no así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad” (Diario de Colima, 5 de enero 2023).
Sólo que, olvida el señor presidente, que el dinero con el que él dice que ayuda a algunos pobres, también sale del esfuerzo del resto de los mexicanos, de la clase media, de los de arriba y de la intelectualidad. Aquí es donde yo afirmo que, la estrategia política de la que habla es totalmente cierta, sólo que esta consiste, en realidad, en dividir y separar a los pobres de todo el resto de la población, es decir, en la aniquilación de toda organización popular y de todo tipo, que no sea la que su voluntad e interés decida.
Pero dicen que afirmó también, que “no hay nada que compense o que se equipare con la satisfacción, la dicha que produce ayudar a la gente humilde, a la gente pobre…” (idem) Y eso es cierto. Pero comete sacrilegio el presidente; confunde la misericordia con el perverso interés capitalista al contado. Para que su ayuda a los pobres sea un verdadero acto de conmiseración, debería darse este apoyo sin pedir nada a cambio. Pero, como ya vimos, conforme a “su estrategia”, espera el presidente un voto para su transformación, a cambio de cada apoyo otorgado a los pobres.
Y aquí es donde cobra importancia la disyuntiva que ya he señalado arriba. Dado que los apoyos que otorga el señor presidente son dinero de todos los mexicanos, llamo entonces a todos a exigir la parte que de ellos les toca. Pero que nadie caiga en la trampa emplazada. El cambio que necesitamos aún está pendiente y requiere de la unión y solidaridad de todos. Apoyos, sí, pero sometimiento, no. Sigamos pues trabajando por el bienestar de todos.
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