Hace unos días, el subsecretario de Integración y Desarrollo de Salud, Eduardo Clark, anunció un “triunfante” avance: la licitación para la compra de medicamentos e insumos para los próximos dos años había sido emitida, con lo que se promete resolver, en un plazo de dos meses, el desabasto que afecta a hospitales y centros de salud en todo el país.
A pesar de todo el despliegue mediático, la reciente compra de medicamentos, que se presenta como la solución definitiva, cubre sólo el 73 % de lo que se necesita.
Según el funcionario, la adquisición de 3 mil 649 millones de piezas de medicamentos, con una inversión de 213 mil millones de pesos, garantizaría que el desabasto se resolviera finalmente.
Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum también se refirió a la megafarmacia de Huehuetoca, en el Estado de México, que, según ella, dejaría de ser un centro de almacenamiento nacional para convertirse en un centro logístico exclusivo para la zona centro del país. Este anuncio, que pretende mostrar que la crisis del desabasto está a punto de solucionarse, parece más un intento desesperado de maquillar los resultados de un sector salud que ha estado marcado por el fracaso.
Lo que no se dice es que este “triunfo” llega demasiado tarde para los miles de mexicanos que durante todo el sexenio anterior vivieron la agonía de no recibir los medicamentos que necesitaban para enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes y cáncer.
Millones de personas, que no pudieron llevar a cabo sus tratamientos, pagaron un precio altísimo: vidas humanas perdidas. Y no olvidemos que más de 800 mil mexicanos murieron durante la pandemia de covid-19, una tragedia que, en gran medida, se debió a la pésima gestión del sistema de salud por parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
El mismo gobierno que hoy se jacta de resolver el desabasto fue el que en diciembre de 2023, con bombos y platillos, anunció que la megafarmacia del Bienestar ya tenía todos los medicamentos listos y que, en un plazo de 24 a 48 horas, llegarían a cualquier rincón del país.
La inversión en la megafarmacia fue de más de 3 mil 600 millones de pesos; sin embargo, desde su inauguración, lo que se vio fueron anaqueles vacíos y una falta de planificación evidente. La obra, como muchas otras, se ha revelado como un costoso capricho que, lejos de resolver el problema, lo empeoró.
A sólo unos días de concluir su sexenio, en su último informe de gobierno, AMLO proclamó que dejaba un sistema de salud “mejor que el de Dinamarca”, asegurando que el programa IMSS-Bienestar era ya una realidad y el más eficaz del mundo. Lamentablemente, esa declaración sigue siendo sólo eso: una promesa vacía que muchos creyeron por ignorancia o por oportunismo.
Los hechos han demostrado lo contrario. El sistema de salud sigue siendo deficiente y, peor aún, los recursos destinados para atender a la población vulnerable han sido mal administrados.
Mientras tanto, médicos de diferentes estados, como Oaxaca y Puebla, continúan alzando la voz por las graves carencias que enfrentan a diario: falta de medicamentos, insumos, material de laboratorio y hasta problemas de infraestructura, como la falta de agua potable y energía eléctrica en los hospitales.
En algunos lugares, como Oaxaca, las cirugías se han tenido que suspender por la falta de insumos. Esta es sólo una muestra de los cientos de hospitales que siguen abandonados, sin inversión y sin condiciones mínimas para ofrecer una atención digna.
Lo más alarmante es que, a pesar de todo el despliegue mediático, la reciente compra de medicamentos, que se presenta como la solución definitiva, cubre sólo el 73 % de lo que se necesita. Esto significa que, incluso si las promesas del gobierno se cumplen, aún habrá una cuarta parte de los medicamentos necesarios sin ser adquiridos.
No hay una fecha clara de cuándo se surtirán esas piezas faltantes. Esto refleja la falta de previsión y la improvisación en la gestión de un sector tan crucial para la vida de los mexicanos.
La realidad es que el sistema de salud en México sigue siendo deficiente, y los remedios aplicados hasta ahora han agravado la situación. Los anuncios oficiales no deben hacernos perder de vista que el desabasto continúa, que las carencias persisten y que millones de mexicanos siguen siendo afectados por un sistema de salud que no les garantiza los medicamentos ni la atención que requieren.
Sólo cuando el pueblo se eduque, se organice y tome en sus manos las riendas de este país, será posible crear un sistema de salud eficiente, con servicios de calidad y que garantice una atención digna para todos. Mientras tanto, la administración actual seguirá sumando promesas incumplidas y maquillajes de realidad.
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