Desde 2008, México dispone de una medición con un enfoque multidimensional de la pobreza, que contempla no sólo el nivel de ingresos, sino también seis aspectos relacionados con los derechos sociales: 1) acceso a alimentos suficientes, 2) condiciones y calidad de espacios de la vivienda, 3) rezago educativo, 4) acceso a servicios básicos en la vivienda, 5) acceso a servicios de salud y, seguridad social.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), considera a una persona en pobreza multidimensional al cumplir dos condiciones: “cuando no tiene garantizado el ejercicio de al menos uno de sus derechos para el desarrollo social, y sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades”. Y se vuelve pobreza extrema cuando en condición de pobreza, ni siquiera todos los ingresos que percibe bastan para satisfacer al menos sus necesidades alimentarias.
De acuerdo con los datos del Coneval de 2022, en México, alrededor del 23.5 por ciento de la población vive en pobreza alimentaria, es decir, apenas cuentan con los recursos para no morir de hambre. A esta situación, tan lamentable, se suma ahora el alza de los precios de la llamada canasta básica de productos como resultado del incremento de la inflación que se viene presentando en el territorio mexicano desde finales de 2021.
A pesar de las medidas que el Gobierno federal y el Banco de México implementaron para contener esta subida, el índice de precios se situó en 7.88 por ciento en la primera semana de junio de los corrientes y, según datos dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) el pasado 23 de junio.
En México, dos de cada cinco personas son pobres, dos más son vulnerables de serlo por sus bajos ingresos y, solo una no es ni pobre, ni vulnerable. De acuerdo con la última medición de pobreza en el país, con datos de 2018 elaborada por el Coneval, en México se registraron 52.4 millones de personas pobres lo que equivale al 41.9 por ciento de la población, (lo que representa una disminución apenas del 2.5 por ciento en comparación con el porcentaje registrado en 2008 cuando el porcentaje era de 44.4 por ciento) y 9.3 millones de ellas vivían en pobreza extrema, equivalentes al 7.4 por ciento de la población; la población vulnerable por ingresos: 8.6 millones de personas, y por carencias sociales: 36.7 millones de personas. La población no pobre y no vulnerable en todo el país es de 24.7 millones de personas. Los grupos sociales con mayor porcentaje de personas en situación de pobreza es el sector rural y en especial las mujeres indígenas, los niños y las personas de la tercera edad de las zonas rurales.
De acuerdo con el último informe del CONEVAL, Chiapas, Guerrero y Oaxaca son los estados con mayor pobreza y pobreza extrema en el país. El 20 por ciento de la población de estos tres estados vive en condiciones de pobreza extrema. Estas entidades federativas aumentaron de 2008 a 2018 su porcentaje de pobreza: Chiapas (76.4 por ciento a 77.0 por ciento), Guerrero (66.5 por ciento a 68.4 por ciento), Oaxaca (61.8 por ciento a 66.4 por ciento) y Veracruz (51.2 por ciento a 61.8 por ciento).
Sólo una cuarta parte de la población mexicana vive en zonas rurales de las cuales dos terceras partes viven en condiciones de pobreza extrema. La pobreza rural difiere de la urbana en aspectos importantes, por ejemplo, la presencia de grupos indígenas es mucho mayor en las zonas rurales, al igual que los riesgos económicos y de otro tipo que enfrentan los habitantes en condiciones de pobreza de las zonas rurales.
La pobreza en 2018 en zonas rurales aún sigue siendo esta: 55.3 por ciento, mientras que la población hablante de lengua indígena en situación de pobreza, el porcentaje pasó de 76.0 por ciento a 74.9 por ciento entre 2008 y 2018. El porcentaje de la población no hablante de lengua indígena en situación de pobreza pasó de 41.4 por ciento a 39.4 por ciento entre 2008 y 2018.
En México, cuando se habla de pobreza y pobreza extrema se relaciona automáticamente con el sector rural; sin embargo, en la actualidad nuestro país es predominantemente urbano (según datos del INEGI, en 2020 la población urbana alcanzo el 71 por ciento, mientras que la población rural se contrajo a 21 por ciento), y la concentración demográfica en las ciudades y zonas metropolitanas ha traído consigo fenómenos de exclusión, desigualdad, desempleo y pobreza.
En 2012, la pobreza en las localidades urbanas afectaba a 36.6 millones de personas. Esta situación implicó que del total de personas en situación de pobreza en el país (53.3 millones), poco más de dos terceras partes se localizaban en zonas urbanas, es decir, 68.6 por ciento de la población en situación de pobreza.
Poco más de la mitad de la población (60.6 millones de personas) tuvo ingresos inferiores a la línea de bienestar que representa el valor de una canasta de bienes y servicios básicos. El Coneval afirma que en las zonas urbanas se concentran 43.5 millones de personas con ingresos insuficientes para adquirir la canasta básica, lo que significa que siete de cada diez personas con este problema en el país se ubicaran en localidades mayores a 2,500 habitantes.
El fenómeno de emigración campo-ciudad, a partir de la década de los años 60, ha sido una característica común en la mayoría de los países en desarrollo. Los problemas planteados por el asentamiento de la población emigrada de los centros urbanos no sólo originaron nuevos procesos de empobrecimiento, sino que, además, la acrecentaron.
Para colmo de los males, a la difícil situación que padecemos los mexicanos tanto en el medio rural como en el urbano, como resultado de la falta de crecimiento y desarrollo económico, agravada por la pandemia del coronavirus, se suma ahora la falta de apoyos a los servicios de salud, educación y vivienda por parte del Gobierno federal.
A pesar de que más de 55.7 millones de mexicanos padecen algún tipo de pobreza, el gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador y su llamada Cuarta Transformación, por tercer año consecutivo, hicieron recortes al Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) a varios programas que incidían en la disminución de la pobreza dejando en el desamparo a quienes durante su campaña de ascenso a la presidencia de la república dijo que daría prioridad. “Por el bien de México, primero los pobres”, expuso. Y en efecto, quiénes están padeciendo la crisis actual son primero los pobres.
Por todo lo anterior, el pueblo pobre, el pueblo bueno, debe tener siempre presente ni los mesías ni los falsos profetas lo liberaran de la difícil situación de miseria en la que se encuentra. La liberación del pueblo debe ser obra del pueblo mismo, educado y organizado.
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